PLATAFORMA
PC, PS5, XBOX SERIES X, XBOX SERIES S, SWITCH, SWITCH 2,
PLATAFORMA RESEÑADA
SWITCH 2,
DESARROLLADOR
RENGAME
PUBLISHER
Bandai Namco Games
FECHA DE SALIDA
24/10/2025

Concepto único
Cuando hablamos sobre innovación en la industria de los videojuegos, hay una enorme lista de personas que inmediatamente vienen a nuestra mente. Diseñadores y desarrolladores como Shigeru Miyamoto, Yuji Horii, Ken Levine y muchos más se han ganado un más que merecido lugar en el salón de la fama de este medio, aunque otros no han recibido la atención suficiente. Uno de estos es Keita Takahashi, quien en el 2004 nos entregó Katamari Damacy, una experiencia única que rápidamente se ganó el corazón de todos aquellos que tuvieron la oportunidad de experimentar este extraño y carismático título de PlayStation 2. Desde entonces, Bandai Namco ha hecho todo lo posible para llevar la experiencia a tantas manos como sea posible, incluso si sus resultados no han sido del todo positivos.
Tras el lanzamiento de We Love Katamari en el 2005, y la salida de Takahashi de la serie, esta propiedad se tambaleó con títulos móviles y entregas que no lograron tener el mismo impacto de los primeros dos juegos. Afortunadamente, la popularidad del Príncipe y su familia resurgió gracias a las remasterizaciones de las primeras dos aventuras. Es así que Bandai Namco creó el ambiente perfecto para una nueva secuela, una que llega casi 10 después de la llegada de Tap My Katamari en el 2016. Sin embargo, la industria ha cambiado, y el legado de la propiedad se ha convertido en un peso que parece imposible de cargar adecuadamente.
De esta forma, Once Upon a Katamari ha llegado a nuestras manos. Esta entrega no se posiciona como una remasterización ni trata de copiar el trabajo de sus predecesores. En su lugar, el nuevo trabajo de Bandai Namco busca sobresalir con sus propios méritos, y si bien mantiene intacta la fórmula, también desea experimentar con los conceptos que ya todos conocemos. ¿Es Once Upon a Katamari el siguiente gran paso que todos estábamos esperando? ¿Qué hace especial a esta entrega? Descubre las respuestas a estas y más interrogantes en nuestra Atomix Review.
Absurdo y carismático
Katamari nunca se ha caracterizado por ofrecer una historia. Los eventos que ocurren a lo largo de los juegos son solo una vaga excusa para darle el más mínimo contexto de nuestras acciones. El Rey del Cosmos ha destruido el universo en incontables ocasiones, y los habitantes de la Tierra lo aman de manera incondicional. Las ridículas situaciones en las que nos encontramos forman parte del carisma que ha caracterizado a esta serie desde su concepción, y Once Upon a Katamari no rompe esta idea. Si bien la nueva entrega no ofrece algo completamente nuevo, es la variación lo que logra destacar en esta ocasión.
Una vez más, El Rey del Cosmos ha hecho de las suyas, y ha destruido nuestra realidad. Sin embargo, en esta ocasión el universo está intacto, es el tiempo y espacio lo que fue hecho pedazos. Es la misma misión que ya hemos visto en el pasado: El Príncipe tiene que arreglar los problemas de su padre. Para esto, será necesario viajar a través de diferentes épocas y arreglar el caos que aquí encontramos. Nuestra odisea nos llevará desde la prehistoria, pasando por el periodo Edo en Japón, hasta el video oeste. Todo esto con el objetivo de ayudar a cada alma en una situación poco favorable.
Al igual que sus antecesores, Once Upon a Katamari logra resaltar al por medio de pequeñas viñetas que nos dan una mirada a los personajes que ya todos conocemos. El Rey de Todo el Cosmos ama Japón, y el juego nos ofrece aventuras en donde este personaje descubre algo nuevo. Al final del día, el papá del Príncipe es un niño enorme, y la serie siempre se ha encargado de utilizarlo como una manera de explorar la belleza de lo mundano, en donde ver una obra kabuki o presenciar fuegos artificiales es tan mágico como tratar de arreglar el universo.
Por su parte, esta nueva entrega por fin le da un gran peso a La Reina de Todo el Cosmos. Cada nueva era que visitamos nos permite ver a este personaje en una graciosa y absurda aventura que, una vez más, le da un carisma al juego. Esa es la clave en Once Upon a Katamari, al menos cuando hablamos sobre su historia. No hay un terrible peligro que debemos detener o una revelación que cambia por completo nuestra percepción de este mundo. La visión de Takahashi, y algo que ha mantenido muy bien Bandai Namco, es encontrar diversión en lo ordinario. En disfrutar del día a día y tratar de descubrir aspectos positivos a las desgracias cotidianas.
Esto se logra transmitir por medio de pequeñas cinemáticas, sin algún tipo de diálogo, y las diversas órdenes que recibe El Príncipe por parte de El Rey de Todo el Cosmos. Aunque insignificantes, siempre es divertido ver cómo nuestro papá reacciona a los fracasos y éxitos. Incluso las interacciones con los habitantes nos dan una mirada divertida a la forma en la que este mundo funciona, y los problemas que aquejan a estos personajes usualmente son lo suficientemente ridículos para sacarle una sonrisa al jugador.
La serie siempre ha brillado en este aspecto, y si bien es cierto que Once Upon a Katamari no ofrece algo completamente nuevo, las locaciones nunca antes vistas permiten que los personajes que ya conocemos tengan un nuevo patio de juego. Al final del día, este es un apartado que no tiene una verdadera razón de ser, pero eso es lo hace especial. El juego bien podría darnos una lista de misiones sin algún tipo de interacción, y el resultado sería el mismo, pero las viñetas le dan vida a la serie, y siempre es divertido ver qué tan ridículos pueden llegar a ser los personajes, incluso cuando sientes que ya has visto todo lo que nos presentan.
Viajes en el tiempo
Katamari siempre se ha caracterizado por un estilo artístico con una identidad única. Lo que en su momento nació como una limitante del hardware, hoy en día es parte de su identidad. En lugar de modernizar o crear una visión realista, Once Upon a Katamari conserva la esencia tradicional, enfocándose en ofrecer recreaciones muy particulares de lugares y momentos clave en la historia de la humanidad. Sin embargo, aquellos que deseen experimentar la versión de Nintendo Switch tendrán que enfrentarse a un par de problemas de rendimiento, aunque nada que arruine la experiencia.
El estilo tan carismático de la serie se mantiene intacto en Once Upon a Katamari, y eso significa que podemos explorar todo un mundo hecho de cubos y esferas. Es una aproximación muy interesante al arte poligonal que marcó a la generación del PlayStation y PlayStation 2. La saturación de color, los movimientos extremos y las expresiones atractivas son parte del ADN de la franquicia, y eso se mantiene intacto en la nueva entrega. A la par, Bandai Namco ha logrado transportarnos a diferentes periodos, cada uno con una identidad muy marcada.
El Japón de la era Edo es muy diferente a la Grecia antigua o a la prehistoria. Cada locación tiene una gran atención al detalle, conservando la arquitectura o la ambientación correspondiente, sin afectar el diseño de niveles tan característico de Katamari. Sin embargo, hay un claro preferido en todo lo que la nueva entrega nos presenta, y es que el título le da un mayor peso a Japón sobre las otras locaciones. Es algo decepcionante ver que el Viejo Oeste solo tiene un par de niveles que se limitan a una cantidad y una mina, mientras que el país del Sol Naciente nos permite explorar toda una ciudad en medio de una gran fiesta.
A la par, regresan los primos. Junto a El Rey de Todo el Cosmos, La Reina de Todo el Cosmos y El Príncipe, la familia real también hace acto de presencia, y siempre es divertido ver cómo es que estos personajes secundarios lucen. Si bien algunos continúan los conceptos de los protagonistas, otros más parecen que fueron creados al moldear plastilina sin alguna dirección clara. Parte de esto se debe a que necesitan resaltar de los cargados escenarios que recorremos. Son más fácil destacar entre la comida, plantas, humanos y animales cuando sus diseños se reducen a tres bolas moradas pegadas con un par de pequeñas extremidades.
Sin embargo, Once Upon a Katamari sufre de un gran problema, al menos en Nintendo Switch. Aunque el juego corre a 60fps dentro de los niveles y a 30fps en el menú principal, el título sufre un extremo pop-in. Cada escenario tiene este gran inconveniente, y es más notorio al momento de dar el giro de 180 grados, en donde claramente ves cómo todos los objetos cargan tan rápido como pueden. Es algo muy extraño, y esto termina por afectar la experiencia en algunos niveles. Conforme más grande sea tu katamari en algunos momentos, avanzas sin ver bien qué hay frente a ti. Esto llega a ser inaceptable en los momentos más caóticos y da la ilusión de que la densidad es menor de lo que en realidad aquí encontramos.
Once Upon a Katamari no rompe terreno nuevo cuando hablamos de su apartado visual. La identidad de la serie se mantiene intacta, pero el trabajo de Bandai Namco logra sobresalir gracias a las locaciones únicas que visitamos y un gran mayor énfasis en las cinemáticas que ocurren dentro de los niveles. Sin embargo, el desempeño en Nintendo Switch deja a deber bastante, y lo peor es que no hay una versión nativa de Switch 2, en donde probablemente estos inconvenientes se hubieran evitado.
Yuu Miyake está de regreso
Parte de lo que hace especial a Katamari es la música. Sin Yuu Miyake, las primeras dos entregas no tendrían el mismo impacto cultural. Si bien el compositor dejó la serie tras el lanzamiento de Katamari Forever en el 2009, Once Upon a Katamari lo trae de regreso. Aunque sus composiciones solo conforman parte del extenso soundtrack que esta nueva entrega nos presenta, su mano se puede notar en la dirección, incluso si el resultado es algo mixto.
El soundtrack de Once Upon a Katamari se divide en dos. Por un lado, tenemos composiciones que, por alguna extraña razón, funcionan más como piezas instrumentales que acompañan al jugador en ciertos niveles. Este trabajo toma por completo la idea de viajar por el tiempo, y nos presenta tonadas que toman como base el estilo que la cultura colectiva asocia con Grecia o Egipto. El resultado no es malo, pero no se siente como parte de esta serie. Es un experimento que rara vez logra destacar y espero que esto no se vuelva a repetir.
Del otro lado, Once Upon a Katamari también nos presenta el ya característico J-Pop combinado con rap y otros géneros que parece sacado de un disco de Kyary Pamyu Pamyu. Aquí es donde el soundtrack logra destacar. Canciones como DIVER, YangYang, Katamari on the Down, CHILL PRINCE, Katamariism, entre otras, son fantásticas. Es un trabajo que, si bien no es tan vanguardista como lo que escuchamos en We Love Katamari, nos sigue ofreciendo música de primer nivel que todos los fans tienen que agregar a sus listas. Aunque el trabajo ocasionalmente se ahoga entre todos los sonidos que encontramos en un nivel, también es usado con la suficiente frecuencia para que al menos dos o tres composiciones sean imposibles de sacar de tu cabeza.
Una vez más, son los niveles de Japón en la época Edo los que reciben la mayor cantidad de atención en este apartado, dejando a los otros periodos como las composiciones ambientales que rara vez destacan. Es un balance extraño. Afortunadamente, el juego también incluye un reproductor para que puedas escuchar cada canción y crear tu propia lista, en donde no solo encontramos el soundtrack de Once Upon a Katamari, sino también el de las primeras dos entregas.
Si bien no todo lo que encontramos en el soundtrack de Once Upon a Katamari es tan bueno como la serie nos tiene acostumbrados, es indiscutible que el trabajo de Yuu Miyake y el resto de los compositores es de primer nivel. Aunque esta entrega juega seguro, las composiciones estelares destacan de una gran manera, y ya se han convertido en clásicos que todos los fans van a amar por años. Es un gran apartado, y no puedo sacar YangYang de mi cabeza.
El mundo es un carnaval
Desde el lanzamiento de la segunda entrega, la serie ha tenido que realizar la misma pregunta: ¿cómo hacer que un concepto tan simple se sienta refrescante? Para Takahashi, este dilema fue resuelto en We Love Katamari, pero el creador abandonó la franquicia, y ahora fue cuestión de Bandai Namco tratar de seguir reinventado una idea que ya estaba completa en el 2005. En el caso de Once Upon a Katamari, la solución fue refinar la nación básica del gameplay para presentar algo nuevo y conocido al mismo tiempo.
Once Upon a Katamari mantiene intacta la fórmula de la serie. Nuestro objetivo es recolectar tantos objetos como sea posible en una bola, conocida como Katamari, y crecer hasta niveles ridículos. Lo interesante es la forma en la que cada escenario toma este concepto y lo modifica para ofrecer una buena variedad de retos. En algunos nuestros objetivos es juntar cierta cantidad de ítems, mientras que otros nos piden abrirnos paso entre diferentes obstáculos. Es algo que ya hemos visto en el pasado, pero es la ejecución lo que hace interesante a la experiencia.
Por ejemplo, un nivel nos pide darle de comer a un hombre para hacerlo crecer y que porte una armadura pesada. Esto lo vimos en We Love Katamari con un sumo, pero Once Upon a Katamari logra diferenciarse al ofrecernos un diseño de niveles enfocado en la exploración vertical. Este escenario se desarrolla en un castillo japonés, en donde tenemos que recorrer varios pisos para obtener la cantidad necesaria de alimentos. Aunque se puede llegar a sentir que todas las tareas ya las experimentaste, hay una capa de pintura lo suficientemente nueva para evitar un fuerte sentimiento de repetición.
Afortunadamente, Once Upon a Katamari también tiene un par de ideas propias. Hay un nivel en el antiguo Egipto que nos pide regar agua por un oasis, pero tenemos que tomar en consideración la cantidad de líquido que hay en nuestro Katamari. En la prehistoria tenemos que cavar con nuestra bola, por lo que el objetivo no está en recolectar todo lo que está en nuestro camino de una forma horizontal, sino que hay que pensar de forma vertical. Hay múltiples niveles que nos presentan conceptos interesantes con buenas ejecuciones, y aquí es donde el juego brilla de una forma espectacular.
A la par, esta entrega introduce un nuevo coleccionable, y es que en cada nivel ahora encontramos tres coronas doradas. Estos objetos no solo desbloquean más niveles, sino que también expanden la exploración, obligando al jugador a considerar su tamaño. No es un concepto nuevo, pero su ejecución funciona de gran forma con la fórmula tradicional de Katamari. Sin embargo, no todo es tan bueno como luce. Si bien hay muchos niveles que logran destacar, también hay varios que llegan a ser muy aburridos.
Con casi 50 escenarios, era imposible que Once Upon a Katamari no tuviera un tropiezo en el camino. Sin embargo, la mayoría de estos niveles aburridos aparecen al inicio de la aventura, dando una mala primera impresión. Aquí encontramos un diseño plano, en donde los objetos que puedes recolectar están muy separados, lo cual ocasiona que la sensación de escala que tiene la serie no sea transmitida efectivamente. De igual forma, hay varias misiones que son estropeadas por el pop-in y la mala distancia de dibujo que plaga a la versión de Switch. Por último, pero no menos importante, hay secciones en donde no está del todo claro qué es lo que puedes absorber y qué no, lo cual ocasiona que te quedes atrapado entre una mesa y una pared, y esto no es divertido.
Si bien la balanza es principalmente positiva, Bandai Namco bien pudo eliminar casi un tercio de los niveles, y la experiencia probablemente se hubiera beneficiado. Esto también le hubiera dado un mejor balance a la estructura del juego. Una vez más, Japón es el centro de atención. Mientras que algunas épocas apenas y reciben cuatro o cinco escenarios, en el país del Sol Naciente es donde se lleva a cabo la mayoría de la acción, y en donde encontramos las misiones que nos permiten crecer de una forma ridícula.
De igual forma, los power ups de Katamari Forever regresan, pero con una serie de novedades. Esto significa que podemos encontrar magnetos que nos permiten recolectar objetos más rápido, o relojes que detienen el tiempo. Por último, pero no menos importante, Once Upon a Katamari también incluye un apartado multiplayer, el cual nos pide recolectar la mayor cantidad de objetos posible, y esto incluye a otros jugadores. Es algo muy básico, y al igual que otros modos similares en entregas pasadas, lo puedes ignorar por completo. Lo único que consigues son monedas para conseguir más objetos cosméticos para el príncipe. Nada del otro mundo, y es algo muy superficial que más de uno opte por ignorar.
Once Upon a Katamari es muy entretenido. Claro, el título tiene sus problemas, y el resultado final puede sentirse mixto. Por un lado, tenemos ideas interesantes que sí nos ofrecen una buena variación de los conceptos que ya todos conocemos. Sin embargo, también hay escenarios que son simplemente aburridos y carecen de todo lo que hace especial a esta serie. Junto a esto, muchos de los niveles son variaciones que hemos visto un sin fin de veces en el pasado. Encontrar más formas de inovar dentro de lo que ya conocemos es complicado, pero Bandai Namco deja en claro que están dispuestos a seguir experimentando, incluso si el resultado final realiza un par de tropiezos.
Estrella rodante

Katamari es una serie única. El trabajo de Takahashi logró ser un éxito mundial, y Bandai Namco se ha encargado de mantener su lugar a toda costa. Por suerte, su más reciente proyecto sí se siente como el siguiente gran paso de la serie, y la recepción inicial ha sido positiva. Aunque Once Upon a Katamari no rompe terreno nuevo al hablar sobre su historia, el título aún mantiene intacto el carisma que ha caracterizado a este trabajo, con cinemáticas divertidas e interacciones que no tienen mucho sentido, pero que son capaces de sacarle una sonrisa a más de uno.
Visualmente, el juego sigue siendo un deleite que logra destacar en todo momento. Junto a esto, cada época nos ofrece una variación llamativa de todos los conceptos que ya conocemos. El único problema es su constante pop-in en la versión de Switch, lo cual sí termina por afectar parte de la experiencia. La música es algo que también va por un camino seguro, con composiciones muy llamativas que logran sobresalir dentro de la serie, pero hay un par de tonadas que solo fueron creadas para ser acompañantes que más de un fan va a olvidar.
La fórmula clásica de Katamari sigue intacta en la nueva entrega. Crecer y consumir todo a nuestro paso sigue siendo muy divertido, y el clímax de la aventura es todo un deleite. Sin embargo, casi 50 niveles no eran necesarios. Bandai Namco debió depurar un poco y eliminar todos los escenarios que utilizan un diseño bastante plano y aburrido. Afortunadamente, gran parte de las misiones emplean ideas nuevas o variaciones bien ejecutadas de conceptos ya conocidos. No supera al fantástico We Love Katamari, pero Once Upon a Katamari es una buena entrega que los fans no se pueden perder.
















































