Las caricaturas son un producto extraño ¿no lo creen? Por lo general suelen ser vistas como algo exclusivo para niños: infantiles, simples y hasta bobas, como una producción que solamente puede disfrutar y gustar una mente pequeña. No obstante, también hay casos en los que éstas son adoptadas y consumidas por un público más maduro, adulto y con un mayor criterio, que comienza a exigir animaciones que aborden temas más fuertes, complejos y mejor desarrollados; menos infantil, vaya.
Si bien es cierto que las caricaturas en el pasado solían estar consideradas para consumo infantil, en la actualidad muchos se opondrían a dicho pensamiento, puesto que existe una población mucho más consciente de este tipo de animación y que ven en las caricaturas una forma de entretenimiento más. Entre ellos me incluyo. Empero, la disyuntiva entre lo que define a una caricatura para chicos de una para grandes continúa.
Algunos dirán que es el tipo de dibujos y animación; otros por el contenido y los temas que abordan; e inclusive habrá quienes decidan irse por una opción más sencilla y opten por decir que todo se trata del lenguaje (groserías, vocabulario blanco, etc.).
Si me lo preguntan, yo diría que todas y cada una de las opciones antes mencionadas influyen. Sin embargo, y si es que existe una que logre sobreponerse a las demás, ésa sería la manera en la que se abordan y conjugan todos los elementos ya señalados.
Para poner las cosas un poco más en claro, me gustaría tomar como ejemplo una de las caricaturas que logra ilustrar de mejor manera el asunto, una de mis favoritas, por cierto: La vida moderna de Rocko.
Creada por Joe Murray en el año de 1993, La vida moderna de Rocko fue una caricatura que Nickelodeon decidió producir como parte de su barra de animaciones originales. La trama de esta singular producción nos presenta las vivencias de Rocko, un ualabí proveniente de Australia que llegó a vivir al pueblo americano ficticio de O-Town con el objetivo de vivir una vida más pacífica y “moderna”. Dentro de ella convivirá con algunos otros pueblerinos como lo son sus amigos Heffer Wolfe, una res alegre y enérgica; Filburt, una tortuga enfermiza y neurótica y los señor y señora cabeza grande, un par de ranas amargadas, entre muchos otros.
Desde el inicio, la trama pinta para convertirse en una caricatura más que adopta a los animales para abordar temas que resultarían por demás cotidianos; la realidad es que esto ocurre así pero no de la manera que uno pensaría. Sí, durante cada uno de los episodios, Rocko experimenta una infinidad de retos que parecerían ser mundanos. Pero tal y como se podría esperar de un show cuyos protagonistas son animales con facciones antropomorfas y exageradas, las situaciones por lo general se saldrán de control, de una manera más que cómica y esquizofrénica.
Por lo general los cartoons suelen dividirse (más no así todas) entre las producciones que buscan ilustrar problemáticas y una resolución alegre y positiva ante las mismas; de aquellas que no lo hacen y buscan exponer una crítica o idea frente al problema, sin importar si todo termina en un cuento feliz o no. ¿En dónde cae Rocko? Precisamente en un espacio ubicado entre ambos polos, uno que no suele ser recurrente entre las caricaturas por su compleja forma de encajar.
Veamos de una manera más sencilla lo antes dicho: La vida moderna de Rocko expone las vivencias de un personaje joven que se encuentra viviendo la transición de ser un adulto independiente en un mundo al cual podemos considerar como “moderno” (por si el título no nos lo había dejado claro desde el inicio).
Dentro de su vida en la urbe estadounidense, nuestro querido ualabí se enfrentará a una enorme cantidad de vicisitudes que cualquier otra persona de la edad podría experimentar: la decisión de irse a vivir solo. Si bien parecen cotidianas, éstas parecen estar más apegadas a la realidad de lo que aparentan.
Desde aprender a buscar empleo, comenzar a vivir con amigos, asistir al doctor, intentar sentar una relación o hacer todo lo posible por enfrentar tus miedos, hasta situaciones mucho más complejas como intentar evadir la realidad, evitar caer en adicciones o tentaciones, cambiar los malos hábitos de vida y, simplemente, aceptarnos tal y como somos.
Seguramente ahora muchos están pensando “Hey, pero ya existe [inserta-el nombre-de-la-caricatura-aquí], ahí también se abordan temas más complejos”; y sí, yo no soy nadie para decir que Rocko fue el primero en hacerlo. Pero tal y como lo mencioné arriba, lo que siento que define a un show para un determinado sector no es el tema o la presentación con la cual se muestra, sino la manera en la que lo hace.
Pese a los altercados que aquí se muestran, La vida moderna de Rocko siempre se mantiene fiel al estilo con el cual muchos definen lo que es una caricatura: es simple, alocado, esquizofrénico, irreverente y hasta cómico. No porque te estén intentando demostrar que el buscar empleo puede ser una situación difícil y seria, el show perderá de vista que se trata precisamente de eso, una caricatura, una interpretación exagerada de la realidad.
Mejor aún, Rocko no sólo te divierte e ilustra temas habituales de la vida moderna, sino que además te deja una lección valiosa al final de cada una de éstas: la vida no siempre es justa.
Aunque cada uno de los episodios lleva un mensaje de por medio, al final la lección con la cual terminan puede ser tanto positiva o negativa para los personajes, dependiendo del contexto en el cual se desarrolló el argumento. Tal y como ocurre en la vida misma: a veces se gana y aveces se pierde, te puede gustar el resultado o lo puedes odiar, las cosas se dieron como esperabas o todo lo contrario; te puedes sentir feliz o triste al respecto, a final de cuentas será tu responsabilidad.
¿Cómo es eso posible en una estilo de vida moderno, uno que aparentemente ha facilitado nuestra forma de vivir? Eso, amigos míos, es precisamente la magia de Rocko y por qué destaca entre muchos otras caricaturas de su época y hasta de la actualidad. No es tan simple como lo fueron los Rugrats o Doug, tampoco tan serios o complejos como Daria o Beavis y Butthead; y mucho menos tan irreverentes y ácidos como Ren y Stimpy, South Park o los propios Simpson. Es una animación que puede divertir tanto a chicos como grandes y puede enseñarle algo nuevo a cada uno de nosotros de la manera que creamos más conveniente. Ni tan de niños ni tan de adultos, simplemente un show dirigido para todo mundo.
Aquí es donde Rocko demuestra de lo que está hecho como producción: ser una animación que te demuestra las vicisitudes de lo que es la vida moderna. Un estilo que, aparentemente, es más sencillo y cómodo que la del pasado, y más aún si se estamos hablando de gente joven y activa, con mucho por vivir. Eso es tan falso como creer que las caricaturas son productos para niños solamente, o que se necesitan de groserías y temas sexuales para enfocarlo en los adultos.
Pero no temas buen ciudadano, que precisamente todo se puede mejorar con un poco de humor, uno que solamente un ualabí y sus amigos animales te pueden hacer entender de una forma muy amena.
