Feature – Ero-Guro: El lado más oscuro de Japón

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Por: Pamela Lima

Cuando se habla de Japón es fácil pensar en una sociedad de muchos contrastes; mientras existe el lado tradicional, serio y recatado que todos conocemos, basta con ver qué cosas tan diferentes se expresan en un anime: ojos enormes, cabellos de todos colores, luces de neón, ¡la fantasía por todas partes! Lo cual hace que nos cuestionemos, ¿por qué Japón presenta dos rostros tan distintos?

En algún momento, la fascinación por lo oscuro, el morbo, la violencia; en general, los temas prohibidos o mal vistos, nació en Japón como un movimiento llamado ero guro, el cual se encargaría de ser una afrenta a todo lo establecido.

Distorsionando tradiciones

Lo que hace diferente al ero guro de otras expresiones es que tomó mucha fuerza en el manga o dibujo popular japonés; entre la década de los años 20 y 30 varios artistas alzaron la mano para plasmar en tinta ideas que desafían la lógica y caen en lo perturbador “sólo porque sí”. O al menos eso lo que en un inicio se creyó, ya que realmente se trataba de la contracultura ante el régimen militarizado que el país viviría hasta finales de la Segunda Guerra Mundial.

Para la élite artística e intelectual nipona, no existiría mejor manera de desafiar lo establecido, dibujos delicados y comerciales, que justamente dibujando. Por ejemplo, ya en 1920 el naturalista y botánico Iwano Homei fungiría como base para dicha vertiente excéntrica, pues en su obra Kaitana no utaeru donde se habla de criaturas antropomorfas, aunque decadentes y anormales, nacidos de la mano de Murayama Kaita, asombrarían a más de uno.

Los artistas ero guro, formalmente hablando, surgieron durante la década de 1930, siendo la publicación Shinseinen (una revista mensual) la primera en publicar trabajos donde relatos, ilustraciones, análisis filosófico y de antropología social, sería representada y mostrada a un público que, si bien sería reducido, provocaría una revolución cultural.

Sin embargo y si revisamos el estilo de dibujo, podemos notar que se encuentra muy influenciado por viejos conceptos de fantasmas y demonios de la cultura tradicional japonesa. En una obra de este tipo, habremos de toparnos con una serie de anomalías y situaciones que, sin mayor preámbulo, desencadenan una historia donde los personajes carecen de todo sentido y la fantasía toma el papel protagónico.

Cuando lo místico y terrenal converge

En Japón, a diferencia de la cultura occidental moderna, se consideran a los espíritus y la naturaleza como un todo; así, un yurei nace cuando alguien muere de manera violenta, un bakeneko cuando un gato lame sangre de una víctima y gana la habilidad de poseer a otros, mientras un onibaba es una mujer buena que se transformó en un espíritu demoníaco.

Los nipones tienen una rica tradición de escritura, dibujo y teatro en torno a los espíritus; fue durante la era conocida como Edo (1607-1867) que incluso surgió un género llamado kaidan (historia de fantasmas) para darle la importancia cultural que empezó a cobrar.

Desde entonces, relatos horripilantes como  Tsuchigumo, una puesta en escena donde un niño se transforma en una araña, se consideraron parte del día a día de un japonés, aunque no fue hasta la década de los años 30 que éstos fueron distorsionados hasta el punto de lo grotesco.

Los nombres importantes del ero guro

Como podrán pensar, el ero guro es un género con un público muy reducido en comparación a otras demografías como la shoujo o seinen, pero eso no le ha afectado a la hora de tener a sus propios exponentes.

Hirai Taro A.K.A. Edogawa Rampo (1894-1965)

Fue uno de los autores de misterio y terror más importantes a principios del siglo pasado en Japón; no escribió ero guro como tal, pero sus relatos originales, traducciones y adaptaciones de otros autores occidentales como Edgar Allan Poe lo colocan como un básico para entender el género.

Como curiosidad, su seudónimo proviene de una adaptación al japonés del nombre Edgar Allan Poe.

Shintaro Kago (1969-)

Es uno de los más populares en todo el mundo, quien incluso ha derribado barreras culturales y de idioma al ilustrar portadas de artistas estadounidenses (You’re Dead! De Flying Lotus en 2014), así como exhibir su trabajo en galerías de ciudades como Ámsterdam, Estocolmo y Nueva York.

Para Kago, la base de su obra es exponer sexo y suciedad hasta encontrar un punto en el que, según él mismo, se pueda narrar una historia.

Suehiro Maruo (1956-)

Como artista, Maruo es diferente a Kago y Taro al mostrar lo decadente y grotesco de la llamada época dorada de Japón (1920 – 1980) con señores y señoras de apariencia noble, pero que cuentan una oscura historia. Desde muy joven quiso incursionar en el manga, pues incluso aplicó para varios trabajos en la conocida revista Weekly Shonen Jump, donde fue rechazado por lo explícito en sus páginas.

Aun así, fue publicado en otras revistas independientes y ha labrado su camino como exponente del género.

Toshio Maeda (1953-)

Otro que, junto con Kago, es de los más conocidos fuera de Japón. Su sello característico es uno de los más perturbadores y también usados en el hentai en general, los tentáculos, lo cual le ha dado el título del “Maestro de los Tentáculos”.

Quizás Maeda no cuadre por completo en el panorama del ero guro, pero los tintes de terror que suele añadir a sus obras, siempre de temáticas sexuales, lo convierten en alguien a quien seguirle la pista.

Contra la belleza establecida

Cuando se habla de sexualidad en el ero guro es muy fácil caer en algunos conceptos modernos como el hermafroditismo, la homosexualidad, la transexualidad y más, pero realmente los autores de este movimiento nunca fue etiquetar a ninguna representación de género.

De hecho, uno de sus puntos clave es la libertad (sea cual sea) de que, aunque se llegue al punto de lo grotesco, solo se intenta expresar de manera gráfica el deseo. Por ejemplo, Ozaki Midori es considerada una feminista entre la gama de artistas ero, no por sodomizar al género masculino, sino por presentar a distintas féminas empoderadas o a cargo de las situaciones. Lo anterior incluye también mostrar a mujeres que irían en contra de la belleza establecida, con deformidades, extremidades animales o sobrenaturales.

Cabe mencionar que parte del ero guro y sus estudios en Japón suelen ir acompañados del sufijo nonsensu, nacido del non sense” o “sin sentido” de ser gráficos sin buscar la agitación de conciencias; aquí solo hay protesta hedonista y excéntrica per se.

La influencia del género en la actualidad

La influencia de lo erótico y grotesco ha llegado a este lado del mundo de manera paulatina, a través de exhibiciones en galerías de arte o museos, incluso adaptados a plumas anglosajonas como la de Charles Burns. Este último llevó todo este aprendizaje a un nuevo nivel en obras como Black Hole (1998) publicada originalmente en la revista Raw, donde un pueblo va siendo infectado por a poco por una extraña y repugnante mutación.

Aunque en Black Hole se trata más de la representación de la decadencia social, no es de extrañarse que los temas nos recuerden de inmediato a Junji Ito, mangaka del horror japonés, pasando por las adaptaciones anglosajonas de Kazuo Umezu o el arte original Mazaaki Nakayama, hasta alcanzar la cinematografía de Hideshi Hino con Guinea Pig, cintas estandarte de la vertiente conocida como “clase b”.

Al final, todo parece estar unido por la influencia de este grupo que le dio un motivo para dar rienda suelta a lo que “no es normal”, a toda una generación de creativos, nacido del sin sentido.

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