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Ubisoft Quebec
Ubisoft
05/10/2018
La serie de Assassin’s Creed es una muy particular que, entre otras cosas, se distingue por la manera tan singular en la que ha progresado en cada una de sus entregas; por cada dos o tres pasos que avanzaba, siempre retrocedía uno. Resultaba curioso ver cómo una franquicia que rápidamente se hizo popular, con el paso del tiempo llegó a caer en errores fueron mermando su experiencia de juego hasta un punto en el que, simplemente, la gente terminó por hartarse de su fórmula. Y si a eso le sumamos el hecho de que ante su éxito Ubisoft optó por hacer de ella una franquicia en la que anualmente nos ofrecía un título “nuevo”, el interés por la misma simplemente fue desapareciendo paulatinamente.
Ante este terrible mar de decisiones que llevaron a fastidiar a los jugadores y a hacer de Assassin’s Creed una serie con un interés decreciente, Ubisoft decidió moderar la manera en la que lanzaba las nuevas entregas y comenzó a hacerlo con Assassin’s Creed Origins, juego que vimos llegar a finales de 2017 tras un año de “ausencia” de la saga (o al menos sin algún juego importante). Frente a esta acción, muchos creímos que la desarrolladora francesa cumpliría con su promesa y que no sacaría su siguiente gran Assassin’s sino hasta, cuando menos, el 2019. ¡Vaya sorpresa la que nos llevamos cuando descubrimos que esto no sería así!
Pese a sus juramentos y declaraciones Ubisoft sorprendió a todos cuando, tras unas filtraciones previas en el mes de mayo, anunció de manera oficial Assassin’s Creed Odyssey durante el E3 de este año. Aún más increíble, resultó enterarnos que el juego no sólo ya estaba muy avanzado en su desarrollo sino que, incluso, la desarrolladora contaba con la intención firme de lanzarlo en el mes de octubre, casi un año después de su último gran juego de asesinos. Obviamente y más allá de emocionar a las masas, el anuncio vino a generar enorme temor en las personas ya que se convertía en una prueba aparente de que los franceses caerían nuevamente en el error que llevó a la serie a perder todo el interés del que alguna vez gozó entre los jugadores.
¿Era necesario lanzar un nuevo Assassin’s Creed apenas y un año después de Origins? Aún más importante, ¿en verdad había algo que justificara la salida tan pronta del juego? Si bien la historia parecería darle la espalda a Ubisoft, tras adentrarnos de nueva cuenta al Animus en Odyssey nos percatamos de que el título es mucho más de lo que aparenta; se trata de una aventura de dimensiones colosales, de una que lleva a la serie a nuevos límites y que demuestra que Ubisoft, al menos en esta ocasión, sabía perfectamente lo que hacía.
De entrada la primera decisión que sorprende sobre Assassin’s Creed Odyssey es su ambientación, la cual se sitúa en la Grecia antigua, justamente en la era de la guerra del Peloponeso; esto es, casi 400 años antes de Assassin’s Creed Origins. En éste tomamos el control ya sea de Alexios o Kassandra, hermanos que desde muy jóvenes ven sus vidas transformadas cuando sufren un duro golpe del destino del que apenas y sobreviven pero que los obliga a escapar hacia un nuevo lugar en el cual puedan refugiarse y reiniciar desde cero.
Es precisamente en esta nueva etapa de sus vidas cuando tomamos el control de cualquiera de los protagonistas. Tras haber hallado cobijo en la recóndita isla de Kephallonia, Alexios/Kassandra lograron sobrevivir a su destino al adoptar el estilo de vida de un mysthios, una especie de mercenario y aventurero. Aunque parecería que hallaron la paz que creían perdida, los dos sienten que su vida ha perdido todo sentido y que el futuro no les depara nada bueno si optan por quedarse a vivir en la isla. Por suerte, esto rápidamente cambia cuando deciden aceptar una misión para asesinar a un reconocido general espartano y que, sin saberlo, los llevará a vivir toda una aventura, una en la que saldrán a explorar el mundo y a descubrir respuestas y pistas sobre su tormentoso pasado.
Fiel al perfil de la franquicia, la historia de Assassin’s Creed Odyssey es sumamente profunda y fascinante, especialmente por la manera en la que se maneja su premisa y la propia trama de los protagonistas que busca atar todos los cabos que se pueda. Sin embargo lo que hace que ésta sea aún más cautivante es el nuevo sistema de decisiones que se implementó y que permite que la narrativa del juego pueda tomar diversos caminos y rutas. Prácticamente todo diálogo que tengamos en la aventura contará con una gama de respuestas para elegir y, si bien la mayoría solamente sirven para obtener más información adicional sobre las misiones o premisa, habrá algunas que tendrán mayor peso y que podrán derivar en acciones importantes con el potencial de cambiar por completo la manera en la que se desenvuelve la narrativa. Matar o perdonar a alguien, traicionar, ignorar las peticiones de ayuda de algunos, mentir o decir la dura verdad son sólo algunas de esas respuestas que podemos tomar y que irán formando nuestro destino.
La manera en la que está estructurado el sistema de decisiones es increíble y le da un nuevo brío de frescura a la forma en la que se expone la historia. Sin temor a exagerar, creo que puedo decirles que éste es de los juegos menos lineales y más libres que hay en toda la serie ya que recae en nosotros toda consecuencia que pueda haber en la trama. Aunque dicho sistema no es tan profundo ni determinante como los que se han visto en otros juegos de series como Mass Effect o Dragon Age, el que implementó Ubisoft en Odyssey es más que funcional y permite que sea el usuario el único responsable de lo que acontece en la aventura. Por más que exista una premisa de fondo, la forma en la que ésta se desenvuelve y concluye será muy diferente con cada jugador.
Siendo honesto, me fascinó la estructura de la historia de Assassin’s Creed Odyssey pero, aún y con lo asombroso que quedó, cuenta con ciertos desperfectos que dañan la experiencia, siendo algunos incluso derivados de su propio esquema. De entrada, el que más resalta es el inconsistente ritmo de su narrativa; al ser un juego con una historia tan extensa, tiene muchas caídas y bajadas que llegan a hacer que se sienta pausada y hasta monótona en varios momentos. Por poner un ejemplo, el inicio del juego se percibe algo lento y tarda un poco en introducirnos a los primeros sucesos que habrán de cimentar las bases de la trama.
Otro punto que resultará negativo para muchos recae en el propio sistema de decisiones. Como ya expliqué, muchas de las opciones de diálogos que tomamos a lo largo del juego son intrascendentes y sirven solamente para darnos más contexto sobre lo que habremos de hacer para proseguir en la aventura. Sin embargo, varias de las elecciones clave tendrán enorme peso y a tal grado de que habrá misiones y cosas que quedarán completamente inaccesibles si es que seguimos una determinada ruta. Personalmente esto no es algo que haya perjudicado mi experiencia en lo absoluto, pero reconozco que habrá quienes se sientan decepcionados de saber que no podrán ver todo lo que el juego ofrece si es que tan solo dan un paso en falso.
Fuera de lo anterior, Assassin’s Creed Odyssey es un historia épica, extensa, profunda y envolvente, digna de las propias leyendas del Olimpo y que te mantendrá atrapado por más de 60 horas (eso tan sólo con su campaña principal).
Pero la historia es sólo una parte que conforma a este gran paquete llamado Assassin’s Creed Odyssey. Junto a ésta el gameplay se posiciona como el punto más importante de la experiencia dada la gran cantidad de adiciones, mejoras y elementos que se implementaron y que le dan todo un giro a la experiencia de juego vista en entregas previas.
Visto de manera general, se podría decir que Odyssey cuenta con un esquema de gameplay pulido y mejorado respecto a lo visto en Origins; prácticamente los aspectos importantes de dicha entrega están de vuelta, aunque fueron complementados con elementos de un RPG que hacen que todo se sienta más profundo y variado.
De nueva cuenta, el sistema de combate se conforma de dos tipos de ataques, uno fuerte y uno débil, mismos que habremos de combinar con algunas acciones adicionales – como saltar, bloquear, evadir o usar un arco – para así hacerle frente a los enemigos. Sin embargo, a la fórmula se añadieron algunas habilidades y ataques especiales, cada una con diferentes propiedades y características que podremos ir desbloqueando de tres pequeños árboles de habilidades en los que cambiaremos los puntos que obtenemos al subir de nivel con la experiencia que se nos otorgan de las peleas, misiones y diversas actividades que hagamos (como descubrir zonas nuevas, hallar tesoros, etc.). A saber, dichas destrezas se dividen en tres clases: las de Cazador que se enfocan en el uso del arco tanto dentro como fuera de las peleas; de Guerrero, pensadas especialmente para los enfrentamientos cuerpo a cuerpo; y las de Asesino, ideales para la infiltración y el sigilo.
Comparado con las habilidades que obtenemos de un juego de acción convencional, las de Assassin’s Creed Odyssey no pueden usarse libremente y se ven atadas al consumo de segmentos de una barra especial que se va llenando con cada acción que hagamos en los duelos como lo son atacar, esquivar, bloquear o hasta recibir daño. De ahí que su uso se vuelva algo más técnico y estratégico ya que cuentan con el potencial de darnos una ligera ventaja si es que sabemos aprovecharlas adecuadamente. De igual manera y como en cualquier RPG, éstas pueden irse mejorando conforme progresemos en la aventura, por lo que se volverá vital aprender a administrar nuestros puntos para así desbloquear y pulir aquellas que consideremos serán de mayor utilidad.
Habiendo explicado y comprendido lo anterior, salen a relucir algunas de las fallas que tiene el apartado de combates. Pese a que la combinación de la estructura básica de los botones y comandos con las habilidades especiales dan como resultado un esquema de peleas más diverso y profundo del que habremos de estar siempre al pendiente, cuando se usan de manera aislada dejan algo que desear. Por un lado, las acciones básicas de ataque se sienten simples, repetitivas y hasta imprecisas por momentos, mientras que las destrezas que desbloqueamos no están accesibles en todo momento y se ven restringidas a lo que hagamos con los golpes básicos. Si no fuera porque ambos se compaginan adecuadamente, estaríamos frente a unos controles relativamente sosos. Esto último se percibe sobre todo cuando te adentras a secciones o enfrentamientos de bajo nivel en la que no requieres de hacer mayor esfuerzo.
Para ahondar más en el perfil de juego de rol, regresa el apartados de personalización en los que habremos de equipar a los protagonistas con diversas piezas de equipo (como cascos, botas, brazaletes, armaduras y más) con las que irán mejorando sus stats. Incluso, también se pueden ir mejorando éstos con la ayuda de los materiales que vayamos recolectando del mundo para así desbloquear diversas propiedades nuevas que de otro modo hubiera sido imposible de conseguir en una determinada pieza de equipamiento.
Si eres de los que gusta coleccionar objetos en los juegos con los cuales cambiar la apariencia y fortalezas de tu personaje, entonces éste apartado te será sumamente atractivo. Lo malo es que, cuando lo ves de manera fría, muchas de las armas y piezas de equipo se parecen demasiado entre sí, por lo que es casi un hecho que te irás deshaciendo de muchas de ellas y quedando con aquellas que sean poderosas (de tipo legendario) o compatibles con el nivel en el que te encuentres.
Dejando de lado el apartado de combates, creo que no se podría decir que un juego de Assassin’s Creed estaría completo si no contase con un mundo por explorar. Hasta ahora las locaciones vistas en las series eran grandes y jugaban un papel importante al situarse como los espacios en los que habrían de desarrollarse todas sus historias. No obstante, Ubisoft fue más lejos con Odyssey al dotarlo con un enorme mundo en el que acontece más que sólo una leyenda.
La antigua Grecia que exploramos en Assassin’s Creed Odyssey es inmensa, tanto así que se conforma de más de 20 regiones que por si mismas podrían servir como locación para un solo juego. Para que te des una idea de su extensión, la campaña principal (de cuya duración oscila las 60 horas) tan sólo nos lleva a explorar un aproximado del 70% de toda su extensión. Pero entonces, ¿eso quiere decir que no hay nada por conocer en la tierra restante? No necesariamente.
A la par de las misiones principales con las que se progresa en la campaña, dentro de la Grecia que recorreremos aquí hallaremos una extensa gama de actividades diversas por realizar y que no se limitan a las misiones opcionales tradicionales (ya sabes, las que nos llevan a asesinar objetivos, hacer encargos, espiar personas, infiltrarse a bases, etc.). En primer lugar y retomando el tema de los combates, una de las adiciones que vemos es el War System, un sistema que está presente en cada una de las regiones y que nos lleva a ser participes de batallas campales en las que nos aliaremos con cualquiera de los bandos que disputan la guerra del Peloponeso: los espartanos o los atenienses.
Lo que llama la atención del mencionado rubro es que, al igual que como sucede con el sistema de decisiones, se nos da una amplia libertad para decidir el lado con el cuál queremos aliarnos. No obstante, el nivel de dificultad de las luchas y las recompensas a obtener variarán dependiendo del ejército con el que decidamos hacer equipo; si optamos por combatir junto a la armada que sea invasora el reto será mucho mayor, todo lo contrario a si preferimos hacerlo con quienes defiendan su territorio. Esto último, aunado al hecho de que toda acción que hagamos durante nuestra estancia en la región influirá en la forma en la que se desenvuelve el conflicto, hacen que la sensación de envolvimiento sea mayor y casi palpable.
Por otro lado, hay otros hay otros tipo de combates y misiones que se cuecen aparte y que, a su manera, le dan su toque de personalidad al juego. Por un lado están los duelos contra mercenarios que se lanzarán por nuestra cabeza conforme vaya aumentando nuestra reputación tras las acciones y misiones que realicemos en el mundo. Prácticamente estaremos siendo perseguidos en todo momento pero eso, más que ser una limitante, se vuelve en un recordatorio de que no podremos pasárnosla haciendo lo que queramos. Venga, abusar del libre albedrío podría conllevar a consecuencias garrafales para nosotros.
A la par de éstas también hay otro tipo de misiones de cacería y asesinatos como lo son las de búsqueda de miembros de una secta oculta y bestias mitológicas. Como seguro ya intuirás, éstas misiones son las que mayor reto ofrecen y exigen de nuestra parte ya que deberemos de conseguir información previa de nuestros objetivos para así dar con su paradero. Obviamente las recompensas que consigamos de éstas serán mucho mejores que las de las misiones secundarias (o hasta de las principales de la campaña) y, por consiguiente, se volverán de las predilectas para muchos jugadores. Me atrevería a decir que, por si solas, éstas podrían considerarse como una especie de campaña alterna, enfocada por completo al arte de los asesinatos.
Y ya que tocamos el tema de los asesinos, la infiltración es otra de las cosas en las cuales podemos perder la noción del tiempo. A lo largo de todo el mapa nos toparemos con un sin fin de cavernas, templos, ciudades, bases militares, escondites y fortalezas que, por si solas, cuentan con su propia listas de objetivos por realizar y que abarcan desde asesinar a los líderes del lugar o encontrar/robar los tesoros que yacen ahí ocultos, hasta liberar rehenes de guerra o destruir las municiones o recursos del lugar. Es en este apartado en el cual sobresalen las habilidades de espionaje dado que, más que ser zonas de guerra, las mismas se postran como secciones en las que el principal propósito será inmiscuirse al lugar para así cumplir de manera silenciosa con las metas propuestas.
Siguiendo bajo esta misma línea, el modo de Eagle Vision regresa para facilitarnos la exploración y hacer de ésta actividad algo más dinámico. Si bien es posible infiltrarse a los lugares y explorarnos por nuestra cuenta, en la mayoría de los casos se nos dejará recurrir a nuestra águila Ikaros para que la controlemos exploremos desde el aire las zonas al tiempo que localizamos los principales objetivos del lugar sin ser detectados. Ésta mecánica regreso de Assassin’s Creed Orings con cambios prácticamente imperceptibles, aunque debo de admitir que al menos para esta entrega, se sintió mejor aprovechada dada las extensas dimensiones del mapa.
Pero como si esto no fuera suficiente como para mantenerte entretenido, Ubisoft también trajo de vuelta otro de los modos más aplaudidos dentro de la franquicia como lo es el combate naval. Explorar Grecia no sólo se puede hacer por tierra sino incluso por mar pero, como se esperaría, los océanos también se ven plagados de peligros en forma de embarcaciones piratas y de guerra. La manera en las que podremos explorar los mares griegos es a través de navios que, al igual que como ocurre con los personajes, pueden personalizarse e irse mejorando con diversos perks y upgrades que mejorarán tanto su desempeño en desplazamiento como de combate. Navegar y pelear mientras estamos en alta mar son cosas que tan disfrutables que, por si solas, justifican el desprenderse un poco de la campaña principal para irse a explorar el mapa de una manera distinta a la convencional a pie.
Irónicamente que el título cuente con un mundo tan inmenso es un arma de doble filo. Hasta ahora me la he pasado hablando maravillas sobre las bondades que tiene la enorme Grecia antigua y de lo increíble que resulta irte a explorarla. Pero aún y con todo lo bueno que pueda pensar de ella, me resulta imposible no decir que Ubisoft abusó de este aspecto. El mundo del juego es inconmensurable, tanto así que por momentos llega a ser abrumadora la sola idea de irte a explorarlo libremente. Y si a eso le sumamos que, salvo por las diferencias estéticas, todas las actividades disponibles a realizar son muy similares entre todas las regiones, llegará un punto en el que sentirás que la fórmula se llega a volver demasiado repetitiva.
Bien dicen que aveces menos es más y, aunque no niego que el mundo de Assasin’s Creed Odyssey es impresionante, siento que Ubisoft pudo haber hecho de la Grecia del juego algo menos ambicioso e inmenso. Pero aún así y si eres amante de los mundos abiertos, entonces es probable que el mundo sea por si solo un aliciente que te motive a jugarlo por horas.
Así como hay elementos que resultan fundamentales para la fórmula de cualquier Assassins Creed, la presencia de errores técnicos son puntos, que aunque negativos, le dan ese sello distintivo a los juegos. Obviamente y para bien o para mal, Odyssey no se salva de ellos.
Nuevamente el título tiene bugs aleatorios que llegan a presentarse en cualquier momento como producto de la gran cantidad de elementos que el juego carga y reproduce en tiempo real. Como tal no puedo mencionar errores que sean específicos, pero si de algunos con los que me topé como lo fueron una repentina ralentización del gameplay que, de plano, me obligo a reiniciar mi partida desde el último punto de guardado; la desaparición misteriosa de extremidades de los enemigos (como cabezas, brazos o torsos); o hasta la repentina aparición de enemigos.
Reconozco que ninguna de las fallas antes mencionadas arruinaron mi experiencia en lo más mínimo y no dudo que las mismas vayan a ser corregidas con algún futuro parche, pero con todo y eso, creo que a Ubisoft le costará demasiado trabajo eliminar todos esos errores que, se nota, derivan más de la enorme cantidad de assets y archivos con los que trabaja el juego en tiempo real y no de fallas técnicas perse.
Otro error que llega a ser molesto es el de las pantallas de carga. Cada vez que realizamos un desplazamiento rápido dentro del mundo, reiniciamos partida (ya sea por perder o por decisión propia) o cuando accedemos a una cinemática pesada, el juego tarda en cargarse de manera considerable, incluso por más de un minuto. Afortunadamente éstas sólo aparecen cuando se hace un cambio abrupto como los mencionados, por lo que la exploración continua no se ve afectada. Pero eso sí, ten por seguro que llegarás a toparte con varios momentos como los que comentó y, cuando eso pase, te tocará sufrir con la espera de las cargas que cortarán de tajo tu ritmo de juego.
El rubro en el que Assassin’s Creed difícilmente falla (o en el que menos errores tiene) es el de su presentación, el cual y salvo por contadas excepciones (cof, cof… Assasin’s Creed Unity… cof cof) siempre sale a relucir. Desde el enorme mapa que luce impresionante en todo momento, sus detalladas cinemáticas, el cuidado estético de la arquitectura de sus edificios o hasta el increíble diseño de personajes, son algunos de los aspectos que te maravillarán y dejarán con la boca abierta.
Quizá algunas de las desventajas que le podríamos poner a esto sería el hecho de que, al ser un mundo tan vasto, hay ocasiones en las que las texturas y assets no cargan uniformemente o tardan en aparecer. Pero vamos, esto es algo comprensible si consideramos las dimensiones del juego
Las actuaciones de los personajes, al menos de los principales, son sublimes. Alexios y Kassandra son dos personajes memorables dentro de la serie y unos con los que te encariñas e identificas fácilmente. Me atrevo a decir que no me sentía tan interesado en un protagonista de la serie desde los hermanos Frye o el buen Ezio, y todo en buena medida porque las expresiones de los dos espartanos son claras y transmiten su sentir, incluso y si no lo expresan con palabras. Pero como digo, esto es algo que se aprecia en los papeles principales; fuera de ellos los personajes secundarios son buenos, pero hay algunos que se sienten exagerados, carentes de emoción, o que de plano no reflejan nada con sus rostros.
Musicalmente hablando, el juego sigue fielmente el estilo de la serie. La música que escuchamos es propia de la época de la guerra del Peloponeso y ambienta fabulosamente el antiguo mundo griego que exploramos. Ubisoft logró su cometido de hacernos sentir dentro de una época tan admirable como la que visitamos en el juego.
Como muchos, yo también me asusté tras saber que Ubisoft lanzaría un nuevo Assassin’s Creed en menos de un año y no dudé en menospreciar el trabajo que la desarrolladora haría con un juego que, pensaba, acabaría por decepcionarnos enormemente. Para mi gran sorpresa, la compañía francesa no sólo vino a callarme la boca con un tremendo golpe de autoridad sino que además lo hizo con un fantástico producto por el que, me atrevo a decir, muchos no esperaban nada.
Assassin’s Creed Odyssey es un juego increíble. Su inmenso mundo por explorar situado en una de las recreaciones más fieles de la Grecia antigua es uno de los más fascinantes, coloridos y vivos que hayamos visto en títulos recientes y, sobre todo, uno plagado por actividades por hacer y con una envolvente historia por descubrir. Aunado a esto los cambios y mejoras realizados a su gameplay, así como la adición de elementos propios de un RPG, hicieron que el juego nos diera una prueba de lo que debe ser la evolución natural de la franquicia. Tras aventurarme en esta travesía con Alexios/Kassandra, me queda claro que los siguientes Assassin’s Creed deben seguir esta misma línea.
Como se esperaría de un proyecto de tal envergadura, el juego no es perfecto y tiene varios defectos que llegan a manchar la experiencia, aunque no a tal grado como para arruinar por completo la experiencia. Desde glitches y errores producto de la propia dimensión del mundo o misiones que llegan a sentirse un tanto repetitivas, hasta tediosas pantallas de carga son solo algunos de esos aspectos que, al final, alejan al juego de la perfección.
Iré directo al grano: Assassin’s Creed Odyssey es un juego que simplemente debes de jugar. Sin importar si eres un fan de la serie, alguien que la abandonó tras ver la forma tan exagerada en la que Ubisoft abusó de ella o de plano un jugador que jamás le ha puesto un dedo encima a la franquicia, el título ofrece lo necesario para atraparte y llevarte a vivir una aventura de época. Se trata pues de una completa odisea, una de esas que rara vez nos topamos en un videojuego pero que, indudablemente, vale la pena experimentar.