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Square Enix
Square Enix
04/09/2018
A veces cuesta creer que aún existan franquicias longevas que se apeguen fielmente a sus raíces. Y es que en una industria como la de los videojuegos que está en constante cambio y que suele ser cruel con quienes no aprietan el paso o se ajustan a las tendencias que dominan el mercado, sorprende que todavía existan exponentes que no hayan sucumbido a la -ciertamente injusta – creencia de que “el que no evoluciona, muere.” Porque no es como si el cambio fuera algo negativo pero, en ocasiones y más que ayudar, las transformaciones suelen ser más un acabóse que una solución.
Dragon Quest es precisamente una de esas franquicias, una por demás particular. Surgida en Japón en 1986, ésta sentó muchas de las bases de lo que serían los juegos de rol en el futuro y se convirtió en uno de los principales referentes del género; vaya, vino a ser un parteaguas en la industria. Sorprendentemente y a lo largo de sus más de 30 años de existencia, la serie no ha sufrido cambios muy notorios, o al menos que no hayan derivado de una evolución natural de su fórmula o que se salgan del esquema propio de cualquier JRPG. Y si a eso le sumamos que, al menos en Occidente, no goza de amplia popularidad, nos damos cuenta de que se trata de una IP que, pese a lo que muchos podrían considerar como adversidades, se ha logrado mantener firme y resistiendo siempre a traicionar su arraigada esencia.
Perdurar por más de tres décadas se dice fácil pero no cualquiera lo logra, mucho menos teniendo un perfil como éste y siendo parte de una industria tan agresiva como la de los videojuegos. Por ello y con motivo de su 30° aniversario, Square Enix nos trae una nueva entrega de la franquicia con la que no solo busca conmemorar tan especial ocasión, sino incluso su inquebrantable legado, uno que DraQue puede darse el lujo de presumir y a mucha honra. Dicho juego es Dragon Quest XI: Echoes of an Elusive Age, un título que más que ser un JRPG, es una mágica aventura que apunta para pasar a la posteridad.
Si hay alguna manera de definir a Dragon Quest XI eso sería como un “JRPG de la vieja escuela”. Y no, no lo digo en el sentido de que se vea retro o que cuente con gráficos en 16 bits (tal y como lo hizo el hermoso Octopath Traveler), sino por su esquema de gameplay que se asemeja demasiado al de sus primeras entregas que, reiteramos, sentaron las bases para el género mismo. Pero vayamos por partes.
El juego consiste de un título de rol por turnos en el que controlamos a un equipo (party) de cuatro integrantes, cada uno especializado en diversos roles específicos y el manejo de determinadas armas o estilos de combate que sacan provecho de sus habilidades. Al momento de los enfrentamientos somos nosotros quienes decidimos o asignamos las acciones que deberán tomar cada uno de integrantes y que van desde atacar a los enemigos o perjudicarlos con diferentes tipos de estados (dormir, envenenar, paralizar, etc.), hasta dar soporte y sanar a sus compañeros.
Si haz jugado un RPG por turnos entonces el esquema de controles te resultará extremadamente familiar. Sin embargo hay elementos, tanto propios y característicos de la serie como algunas novedades, que lo hacen sentirse más variado y dinámico respecto a otros juegos de antaño u otros exponentes similares.
El primer elemento distintivo que destaca es el Pep State, una variante de la Tension vista en juegos como Dragon Quest VIII. Cuando nuestros personajes son atacados constantemente o pasa cierto tiempo, llegará un momento en el que entrarán a un estado temporal – caracterizado por un aura azul – en el que aumentarán sus poderes y tendrán acceso a los Pep Powers, que son ataques especiales muy vistosos en equipo y con fuerza devastadora, poderes abrumadores y con el potencial necesario para darnos la ventaja o darle una voltereta a la situación. Si bien esto suena como algo que rompe el gameplay, es importante destacar que dicho estado no es único de los miembros de nuestro equipo puesto que hasta los enemigos tendrán acceso a esa “ayudadita”; si no tienes mucho cuidado, entonces puede que te veas en enormes aprietos.
Obvio todo lo anterior se complementa con un algunos apartados tradicionales como lo son la personalización y equipamiento de cada personaje, o el de creación de nuevas armas, accesorios, armaduras, ítems o equipo que aumente nuestros stats y que se forjan a través de un minijuego especial al interior de los campamentos donde descansamos y recuperamos energía
Diferencias respecto a los propios juegos previos de la serie también las hay en DQXI, y eso es algo que los fans veteranos encontrarán como algo enriquecedor (o perjudicial, dependiendo la perspectiva de quien lo mire). Una de las primeras que saltan a la vista es la manera en la que operan los combates; mientras que en títulos previos elegíamos las acciones de cada uno de los personajes en uno solo de nuestros turnos, ahora cada integrante de la party tiene su propio turno. Junto a esto destaca la ausencia y cambio de clases ya que, por default, cada miembro está atado a ciertas habilidades que son propias de su personalidad (como el ladrón, la sanadora, el mago, el jester, la artista marcial, etc.).
Otro aspecto que va muy de la mano con la última idea es el del progreso de los personajes. Anteriormente las habilidades, técnicas y hechizos que podíamos aprender con los Skill Points (SP) que obteníamos tras subir de nivel estaban ordenados a manera de lista ascendiente y con orden predefinido. Ahora, todas ellas han sido colocadas contiguamente dentro de un árbol de habilidades que, al no ser tan lineal, permite mayor libertad al momento de seleccionar las destrezas que deseamos aprender y el rumbo hacia el que queremos especializar a nuestros personajes.
A la par de lo anterior también se implementó una nueva opción que permite que sea la propia inteligencia del juego la que controle al resto de los miembros del equipo (salvo el protagonista) tras adoptar una cierta estrategia. En sí, esta última puede resultar un arma de doble filo pues aunque nos resta un poco de la carga que tenemos respecto a las acciones que hace el grupo en conjunto, si no se monitoria debidamente puede derivar en un mal desempeño de nuestros compañeros en el que el despilfarro de ítems, puntos de magia (MP) o hasta desperdicio de oportunidades claras se vuelvan motivos de perdición.
En conjunto todos estos factores conforman a un gameplay que, de manera paralela, se postra como uno accesible y en el que se tiene mayor libertad y control respecto al modo en el que desenvolvemos y administramos a nuestro grupo de héroes. Desgraciadamente no se salva de tener algunas fallas que, pese a no ser catastróficas o garrafales, si merman el esquema de controles.
Irónicamente, una de las primeras que encontramos se deriva de una de sus llamadas novedades: el Free Form Fighting. Básicamente éste consiste de un modo en el que se nos deja mover libremente tanto a la cámara como a los personajes dentro del espacio en el que se libera cada batalla. A primera vista luce como algo con el potencial para transformar los combates y hacer de ellos algo más dinámico y hasta estratégico, pero infortunadamente se queda como un mero modo estético que no influye en lo más mínimo en los combates y que, incluso, los hace lucir menos y hasta más extraños de lo que deberían.
Estoy consciente de que de haberlo dotado con mayores elementos, este esquema de gameplay habría roto por completo con la fórmula “tradicional” que estructura a DQXI, pero aún así me desilusionó ver que dicho modo fue desaprovechado enormemente al dejarlo como un mero modo de cámara libre. Créeme, preferirás quedarte con la perspectiva clásica “fija” que le va mejor al juego.
Otro punto incomodo que, curiosamente, está presente en DQXI y se sigue manteniendo de sus predecesores es el de la forma en la que se organizan los apartados de habilidades y hechizos. Personalmente encuentro desesperante ver que el juego no te permita acomodar libremente cada una de tus destrezas de la manera que más te convenga o, inclusive, que no se deshaga de las versiones más débiles de las técnicas una vez que aprendes sus variantes más poderosas. A veces resulta imposible no equivocarse al seleccionar una acción de entre todo el listado de habilidades que tienes a tu disposición, mucho más cuando hay algunas que, a la postre, dejas de usar y se quedan olvidadas en favor de otras..
Para estas alturas seguramente te preguntarás, ¿y qué tan difícil está? Siendo honesto y tras ver como se erige el gameplay, el juego podría resultarle algo sencillo a los fanáticos del género, aunque eso no significa que no haya reto alguno o que no podamos subirle un poco la dificultad.
La Draconian Quest es otra novedad y consiste de un apartado que, previo al inicio de la aventura, nos permite colocar ciertas restricciones que aumentan la dificultad: desde hacer que todos los enemigos sean más fuertes o que se nos prohíba comprar items o equipar armaduras, hasta reducir la experiencia de todas las batallas sencillas son sólo algunas de esas cosas que podrán elevar el reto del título.
Fuera de esto, la dificultad del juego es balanceada; en un inicio puede parecer que es muy sencillo pero, ya avanzada la historia, te irás topando con jefes o retos que pondrán a prueba tus habilidades. Lo mismo se puede decir de las misiones secundarios que, al principio, nos llevan a hacer tareas sencillas pero que, posteriormente, se transforman en encomiendas que nos dejarán pensando y analizando seriamente varias pistas o sufriendo en batallando para conseguir cumplir sus objetivos.
La aproximación que tiene Dragon Quest XI es una muy acertada y cuenta con lo necesario tanto para satisfacer a los fans de la franquicia como para introducir al género a todos aquellos que jamás hayan tocado un JRPG. Por ello, me atrevo a decir que el juego se presta incluso como una opción ideal para principiantes dado lo accesible que es su curva de aprendizaje ya no sólo respecto a otros títulos de rol sino incluso con entregas previas de la saga que eran un tanto más agresivas con los usuarios.
Como todo JRPG, la exploración juega un papel fundamental en la aventura, y en Dragon Quest XI esto no es la excepción. Aquí viajaremos a través de Erdrea, un fabuloso, enorme y hermoso mundo que cuenta con diversos ecosistemas, varias locaciones por visitar, personajes por conocer, ruinas y calabozos por investigar, secretos por descubrir y enemigos por enfrentar. Aunque éste no es un mundo abierto como tal y sus regiones están dividas a la vieja usanza (es decir, en secciones), podemos irnos a explorar cada una de las extensas zonas a nuestras anchas, una vez que lleguemos a ella.
Un elemento que ha distinguido siempre a todo Dragon Quest es el de los mundos que suelen ser ricos en muchos sentidos y que, además, juegan un papel importante para la trama. En el caso de Erdrea, siento que la ambientación y diseño que le dieron fue el acertado dado que el mismo resulta variado en el sentido de sus locaciones y civilizaciones pero, a su vez, se percibe como un espacio enteramente conectado. Ya sea por elementos de su propia narrativa, personajes o sucesos, siempre encontrarás cosas en común que colocan al mundo como un todo y no como algo dividido.
Quizá la única falla que se percibe de Erdrea es su perceptible diferencia entre las ciudades y las locaciones exteriores. Mientras que los pueblos son los lugares en los que interactuarás con los NPC, obtendrás todas las misiones secundarias o encontrarás lo necesario para proseguir en tu aventura; las secciones naturales pueden ser vistas como los campos en los que acudirás a farmear recursos o grindear experiencia al enfrentar enemigos. Esto último aplica también para los calabozos que, a grandes y generales rasgos, pecan de ser algo lineales en la mayoría de los casos.
El mundo exterior y los calabozos se sienten algo vacíos; de no ser por los hermosos paisajes, interesantes diseños, algunas pocas actividades o por el hecho de que ves a los enemigos rondar libremente cual fauna de la región, la exploración sería triste y hasta monótona. Por fortuna, el mundo logra sacar genial provecho de sus elementos para así ofrecer algo que no se queda en un mero campo de grindeo. Está bien pero considero que pudieron sacarle mayor provecho
De igual manera el hecho de que se añadieran diversas opciones para explorar el mundo, ya sea a través de diversas criaturas montables o “vehículos” enriquecen más la exploración y traslado. No son muy diferentes entre sí pero son un agradable toque.
Pero a todo esto, ¿qué hay con la historia? Ciertamente la trama de DQXI sigue un esquema tradicional y predecible que ya se ha visto en muchos juegos de rol que hasta cae en lo cliché, pero eso no es algo necesariamente malo. No, en serio, no lo es.
Fiel a su tradición, el juego nos llevará a vivir una historia en la que controlamos a un joven protagonistas que ésta destinado a combatir a un señor oscuro que amenaza con destruir la paz. Obviamente para lograrlo deberá de ir a recorrer el mundo, juntar a un grupo de compañeros y recolectar cuantos poderes y conocimientos le sean de ayuda para enfrentar al villano y traer así la luz de vuelta.
Si bien la historia jamás se sale de esa idea general, la manera en la que se estructura y desenvuelve su trama y los pasajes que la conforman enriquecen su narrativa increíblemente y la dotan de enormes sorpresas. Sin ahondar en spoilers, te puedo adelantar que a lo largo de tu odisea vivirás momentos de alegría, tristeza y completa frustración; conocerás la historia de tus compañeros y los motivos que los orillaron a unirse a tu viaje; verás evolucionar y cambiar al mundo de Erdrea de maneras impredecibles; y aprenderás las causas que generaron el principal conflicto que nos atañe. Créeme, por más simplona que luzca, siempre habrá momentos fabulosos que te maravillarán y llevarán a vivir un mar de emociones.
Acabar la campaña principal del juego te tomará en promedio 60 horas, o menos si eres muy hábil para los JRPG. Sin embargo y aún con su aparente simpleza, su historia está tan bien estructurada que ofrece más cosas por ver incluso tras derrotar a su jefe final y que extenderán tu viaje por encima del centenar de horas. Si piensas que al ver los créditos se acabó este cuento, entonces te llevarás una grata sorpresa.
Gráficamente hablando, Dragon Quest XI es un título hermoso que saca provecho de la tecnología actual para enaltecer su distintivo apartado visual que lo ha caracterizado por muchos años. ¡Y vaya manera en la que lo hace!
El mundo de Erdrea es majestuoso y todo gracias al poderío de Unreal Engine 4 que permite que el mismo pueda aspirar a lucir con texturas “reales”. No obstante, el diseño caricaturesco de personajes y enemigos hechos por el inigualable Akira Toriyama y lo colorido que resulta su ambientación dotan al juego con un enorme carisma que te hace recordar en todo momento que lo que estás jugando es precisamente eso, un magnifico videojuego. Y además, todo luce aún más gracias a que el título tiene prácticas y vistosas interfaces y a que fue adaptado para sacar provecho de los monitores 4K.
Su magnífica presentación general se ve complementada por una excelsa banda sonora realizada por el veterano compositor de la serie Koichi Sugiyama quien regresó para trabajar tanto en arreglos de temas clásicos de la franquicia como para hacer nuevas melodías que se acoplan perfecto al espíritu de la legendaria serie. Si amas con fervor la música de DQ, entonces será todo un deleite auditivo jugar Dragon Quest XI.
Mención aparte merece – y con justa razón – el apartado de actuaciones de voz. Tal y como sucedió en su momento con Dragon Quest VIII allá por el 2005, Square Enix hizo el esfuerzo por dotar al juego con un repertorio de voces con acento inglés para la versión Occidental del juego. Según se tenía entendido, incluir a un elenco de actores se hizo con la intención de enfatizar aún más los diálogos que, de haber sido solamente traducidos del japonés, habrían perdido mucha intención. A decir verdad, el resultado ofrecido en este rubro no me podría haber dejado más feliz ya que, con todo y lo exagerado que suelen llegar a ser por momentos, les inyectan a los personajes una inmensa y única personalidad que los vuelven más entrañables de lo que de por sí ya son.
A todo esto, el juego también cuenta con textos, más no así voces, en español (castellano). Para poder disfrutar el juego con esta opción de idioma deberás de cambiar el lenguaje de tu consola (o PC) al español europeo o de España; de hacerlo con el latino los textos se quedarán en inglés.
Tristemente, su genial apartado también se ve manchado por algunas fallas que, aunque mínimas, no dejan de estar presentes. La más molesta de todas y con la que más te toparás una vez que empieces a desplazarte velozmente por el mapa son las pantallas de carga; algunas de ellas llegan a ser ligeramente más tardadas pero, si las combinas con las otras, te verás frenado abruptamente en más de una ocasión.
De la mano de lo anterior, hay partes del mapa en las que que, por algún inexplicable motivo, se presenta una ligera caída de framerate e, incluso, tardan en aparecer algunos de los assets como lo son árboles, texturas, personajes o hasta enemigos. Peor aún, me tope con muy contadas ocasiones en las que, repentinamente, se congeló la pantalla por unos pocos segundos mientras el título descargaba los elementos que hacían falta en el mundo. Pero en fin, no todo podía ser perfecto.
Dragon Quest XI: Echoes of an Elusive Age no encuentra el hilo negro de nada ni intenta revolucionar al género en lo absoluto; al contrario, busca rendirle tributo a todo su legado que ha forjado por más de tres décadas y que lo han llevado a convertirse en uno de los exponentes más importantes del género, así como una de las franquicias más queridas de Japón.
Decir que Dragon Quest XI es un JRPG más seria muy injusto. Aún y con sus clichés, fallos y lo predecible que llega a ser por momentos, éste es un viaje fantástico y maravilloso, con una historia mágica y memorable, que nos presenta a un elenco entrañable de personajes y que emana todo un mar de encanto, uno que difícilmente se logra replicar en otros juegos de la actualidad.
Si eres amante de los JRPG entonces no lo dudes, Dragon Quest XI es una aventura que debes de vivir y experimentar. Por otro lado, es también una propuesta idónea para que cualquier persona sin experiencia se adentre al género y conozca las bases de estos juegos. Se trata pues de una historia que en definitiva perdurará en tu memoria.