¿Reseña? Bioshock Infinite

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Perdón por la tardanza de este texto. Generalmente los juegos nos llegan algunos días (en ocasiones semanas) antes del lanzamiento, pero en esta ocasión me tocó estrenarlo al mismo que tiempo que ustedes. Si les soy sincero, tuvo un impacto favorable, ya que esperé pacientemente y me tomé el tiempo de jugarlo a mi ritmo. Por alguna extraña razón el timing con el que llega Bioshock Infinite a mi vida no pudo ser mejor. Gracias retrasos.

A medida que pasan los años, el medio en el que se han convertido los videojuegos es uno que en ocasiones puede ser abrumador, en mi caso, me ha tocado la (que yo considero) fortuna de nacer en el momento justo donde la industria del pasado se ha convertido en una leyenda romántica que nos habla de un medio menos calculado. Pero también hay otro basado en focus groups y decisiones que siguen las duras y estrictas reglas de los números y han encontrado nuestras comunes fibras sensibles que logran tocarlas de manera constante y abundante.

Teniendo esto sobre la mesa, ¿qué podemos decir de los FPS? Este pletórico género que ha sido explotado hasta al hartazgo pero al mismo tiempo nos ha situado en lugares como quizás ningún otro género ha logrado.

¿Qué podemos decir en una época donde a escasos meses hemos visto varios de los mejores ejemplos que el género tiene que ofrecer como Crysis 3? O ¿Qué me dicen de Halo 4?, ¿Far Cry 3?, ¿Borderlands 2? y ¿Skyrim? El éxito del género ha sido tal, que su amistad con otros géneros y sub-géneros ha sido un terreno extremadamente fértil para complacer lo que nosotros, el target actual, le pide a la industria en el año 2013.

A favor de los tiempos en los que vivimos, aún queda espacio para la creatividad. Constantemente entusiastas de los videojuegos nos abordan con fabulosas experiencias en todos los sabores y colores -algunas más sencillas, algunas más complejas- pero cada una (de las buenas) con personalidad propia y suficiente como para aportarnos algo no sólo como jugadores sino como personas que habitan. Es ese extraño mundo que está del otro lado de tu ventana más cercana.

Ken Levine y su equipo, de la manera más humana, han tenido tropiezos en una industria donde los consumidores torpemente en ocasiones consideramos a todos por parejo una maquina que trabaja día y noche para entretenernos. Irrational Games no son robots, tampoco son una persona, son un conjunto de personas que se juntaron para desarrollar lo mejor que podían con todo el amor, todo el odio, todo el cansancio y también toda la fé y la felicidad que les ha dado el mismo mundo en el que todos los seres humanos vivimos.

Por supuesto el resultado es un mutante y los videojuegos han mutado de tal manera que en 2013 sería imposible describirlos como la manera en que fueron bautizados hacen ya más de 30 años.

Bioshock Infinite es el resultado no sólo de este medio, es resultado de miles de obras creativas, de miles de paisajes, sentimientos y todas esas cosas que nos inspiran y afectan como seres humanos.

En su núcleo, Bioshock Infinite es un First Person Shooter (muy divertido pero a la vez estresante) como muchos otros; con armas y “magias” (que son llamados “vigors” dentro del juego), hay una gran variedad de arsenal para cumplir con cualquier gusto que el género haya desarrollado en todos estos años. Los vigors añaden variedad a las balas, cada uno con el mismo fin de destruir (literalmente) hasta los huesos a tus enemigos, pero permitiéndote lograrlo de maneras variadas y creativas. Hay rieles colocados estratégicamente por estos escenarios vestidos elegantemente de ciudad en las nubes que añaden verticalidad y un mundo de posibilidades nunca antes visto a un género explotado por más de dos décadas.

En pocas palabras, a la hora de los madrazos, Bioshock Infinite cumple como videojuego en su función de entretenerte, estresarte y divertirte.

Ok, qué padre, ya les dije que Bioshock Infinite es divertido. La neta sí lo es y mucho.

Por otro lado, Bioshock nos cuenta una historia y si les soy sincero es una de las mejores que me han contado en mi vida.

No les voy a contar nada debido a que se me haría una falta de respeto hacia ustedes, así que no quiero negarles disfrutarla de la misma manera que yo lo hice. Seguramente ya conocen a Elizabeth y ya saben que su guardian es el Songbird, pero dejando las etiquetas a un lado hay todo un mundo de sentimientos que Bioshock Infinite te provocará: morbo, curiosidad, duda, cariño, odio y asombro entre muchos otros.

Todo el tiempo escarbé hasta el último rincón de Columbia desesperado por armar el rompecabezas de una historia tan poderosa, tan fresca, tan imponente, tan sincera y, sobre todo, tan interesante. Sin embargo, lo que en mi opinión es lo que separa al juego DE TODOS LOS DEMÁS, es sin lugar a dudas el mundo al que nos llevaron.

Comprar Bioshock Infinite no es comprar un juego, es comprar un boleto a una ciudad en las nubes y a un mundo imposible. Es el equilibrio perfecto entre lo familiar y lo fantástico que nuestras inquietas mentes han desarrollado en sueños e inspirados de manera paralela en lo natural y en lo creado por nosotros, los humanos.

Pósters, parques, puentes, marquesinas, escaleras, estatuas, portones, puertas, pisos, playas, fabricas, ventanas, juguetes y otros millones de objetos fueron creados para que esta ciudad viviera y ver todo en conjunto es inspirador, es un verdadero logro de nuestro medio que en sus infinitas y únicas posibilidades nos permite explorarlo a nuestro placer.

Bioshock Infinite nos lleva por todo aquello que somos; inclusive a los puntos más incómodos y oscuros que tenemos en nuestra historia, a todo aquello en lo que nos hemos equivocado y a lo que nos hemos aferrado en la eterna búsqueda de quienes somos y los motivos que tenemos o creamos.

Este boleto que podemos pagar con nuestro dinero, nos llevará a uno de los destinos virtuales más ricos a los que he tenido la fortuna de visitar. La impresionante arquitectura, el capricho del hombre llevado a un punto donde cualquiera de nosotros se sentiría culpable de pecado junto a las canciones que cantaron, los museos que curaron, las atracciones que crearon, los conflictos que destruyeron. Todo esto es Columbia, un lugar al que visité y viví de tal manera que mi mente y mis sueños no separarán de otros a los que me ha tocado visitar físicamente.

De esta misma manera, puedo decir que tengo un cariño real por Elizabeth y que aunque sé muy bien que todo corre bajo programación y un guión, ella ha sido probablemente el personaje con el que más he simpatizado a lo largo de toda mi vida.

Para finalizar con este texto, sólo puedo invitarlos a que compren ese boleto y se vayan a esa ciudad durante algunos días, pero advierto que cuando regresen probablemente no sean los mismos.

Calificación 10.

Nota secundaria: Todas las fotografías de este artículo las tomé durante el eterno asombro que viví en mi estancia en la ciudad. No pude evitar ser un turista virtual y les hago una cordial invitación a todos ustedes a que capturemos y congelemos esos momentos que con más de mil palabras describen el placer que nos provoca visitar y casi tocar todo aquello que según nos dicen, no existe.

El buen Daniel Mastretta tendrá una segunda reseña de Bioshock Infinite en unos días.

Subí más fotos de las que aparecen en el artículo, les dejo una galería para quien guste.

Staff Atomix
Equipo de editores de Atomix.vg