El escándalo en el que se ha visto involucrado Activision Blizzard a partir de prácticas discriminatorias y abusivas no sólo ha generado un espiral legal sin precedentes y un impacto reputacional negativo que ha afectado a las acciones bursátiles de la firma californiana, sino que ha obligado a reconfigurar el organigrama para priorizar la transparencia y rendición de cuentas.
La dimisión de J. Allen Brack, quien hasta hace algunos días era presidente de Blizzard, abre un horizonte de pacificación y reconstrucción que estará encabezado por un liderazgo compartido entre Jennifer Oneal y Mike Ybarra, vicepresidenta ejecutiva de desarrollo y manager general de plataformas y tecnologías, respectivamente.
Oneal tiene una carrera incluyente en la industria de los videojuegos, desempeñándose por más de una década en el estudio Vicarious Visions, además de compaginar tales funciones con actividades a favor del empoderamiento de las mujeres en organizaciones no lucrativas.
Por su parte, el señor Ybarra, quien también funge como vicepresidente ejecutivo, tiene una amplia experiencia en su paso por Microsoft, donde laboró por casi veinte años. Mike acompañó a Phil Spencer en diversos momentos clave de Xbox y le tocó ser testigo de las iniciativas instauradas para fomentar la inclusión.
Mike Ybarra enfrenta un gran reto profesional para aplicar los conocimientos que obtuvo con la asociación Women in Gaming, la cual ha coadyuvado estrechamente con Xbox Game Studios para promover la igualdad de condiciones laborales y sobre todo por prevenir cualquier intento de abuso en los equipos de trabajo.
Un liderazgo compartido como el que llevarán a cabo Jennifer Oneal y Mike Ybarra tiene grandes ventajas para impulsar políticas organizacionales innovadoras pero también implicará grandes desafíos, como es el hecho de recomponer el rumbo de la empresa en medio de una severa crisis, donde el funcionamiento de la misma no puede detenerse.
Además de la reingeniería a nivel interno, la dupla al mando del timón de Blizzard, tendrá que contener la abandonada de patrocinadores de los torneos de Overwatch y Call of Duty, tal y como lo ha hecho T-Mobile, sin descartar que otras empresas asociadas a estas competiciones se encuentren inquietas por salvaguardar su reputación, así como la demanda promovida por los inversionistas.
Activision Blizzard vive una situación delicada que ha sido un punto de inflexión para que colegas de otras compañías en la industria comiencen a alzar la voz y se evidencien malas prácticas que ponen en duda la correcta aplicación de las políticas de transparencia y rendición de cuentas que deberían de ser obligatorias en cualquier organización durante la época actual.
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