Bastante tiempo ha transcurrido desde que algunos de nosotros pasábamos incontables horas frente al calor de un televisor CRT disfrutando de los saturados colores y agudas melodías que nuestras consolas de 8 bits ofrecían. Un porcentaje de los videojugadores actuales aún guardamos con alegría y nostalgia estos recuerdos; y ese porcentaje es lo suficientemente grande como para mantener a varios de los desarrolladores actuales creando títulos que resemblen esa época tan preciada con la finalidad de satisfacer las necesidades de este nicho.
Awesome Blade Software nos ofrece para PC y Linux este juego que ejecuta muy bien las mecánicas del género de plataformas clásico, así como la dificultad y duración que se podría esperar del mismo.
El juego inicia con un protagonista recién egresado de su carrera que se topa con la cruda realidad del desempleo y las responsabilidades de la vida adulta. Encapsulado en su depresión y después de recordar con añoro su infancia repleta de videojuegos, decide ir en busca de su antigua consola arrumbada en el sótano.
Al intentar probar un extraño cartucho en blanco que encuentra en la misma caja, es transportado a un universo en 8 bits (muy al estilo de los títulos del Master System) dentro del cual se desarrolla el juego.
8-bit Boy no intenta reinventar las mecánicas básicas de un juego de plataformas clásico, muy por el contrario, nos encontraremos con reglas ya conocidas; por ejemplo, que los enemigos pueden ser neutralizados al brincarles encima, que algunos bloques contienen monedas si los golpeamos por debajo, así como la incorporación de objetos que nos ayuden a alcanzar nuestro objetivo con mayor eficiencia a través de resistencia extra o de la capacidad para disparar proyectiles que impactan a los enemigos desde una distancia segura.
A través de sus cincuenta y seis niveles, su arquitectura nos incita a invertir una gran cantidad de horas encontrando todos los elementos ocultos para complementar nuestro recorrido. Gracias a la naturalidad del control es posible conseguirlo de manera intuitiva; aunque es recomendable jugar este título (como la mayoría de los juegos de este género) con un joystick. Al final del día, todo se trata de una divertida sesión de ensayo y error hasta que domines las mecánicas particulares de cada nivel y enemigo.
Al crear un archivo nuevo, notaremos que contamos con dos modos de juego: el Kiddy Mode, diseñado para videojugadores que desean disfrutar del trayecto y explorar tranquilamente los niveles, y el Retro Mode, donde tendremos que recolectar, en cada nivel, unas monedas estratégicamente escondidas para activar la opción de guardado al final del mismo, situación que nos hace apreciar aun más cada una de nuestras vidas.
Gracias a esta dualidad en su dificultad, el juego podría ser atractivo tanto para el público que desea revivir las experiencias de los juegos clásicos, como para los nuevos jugadores cuya curiosidad es seducida por lo poco familiar que les resulta este concepto.
Las melodías estilo chiptune que suenan de fondo y los gráficos tipo pixel art sirven como un predecible -pero efectivo- adhesivo para fijar todos los componentes de este juego. Posiblemente, el número de canciones pueda parecer relativamente limitado, sin embargo, este aspecto es justificable gracias a la naturaleza clásica del juego, donde las restricciones técnicas obligaban a los desarrolladores de aquella época a preservar la mayor cantidad de memoria posible.
Este título es lo que aspira ser: una emulación de un juego de plataformas situado en la década de los ochentas, un juego que ofrece gran cantidad de horas a través de su dificultad y elementos escondidos. Al mismo tiempo, funciona como un recordatorio para la industria de que, aunque el estilo gráfico y sonoro no exploten al máximo la tecnología actual, si el gameplay está bien diseñado, el producto será sin lugar a dudas divertido; y en esencia, ése es el objetivo de los juegos en general. El talón de Aquiles de este producto reside en su poca originalidad: no aporta algo nuevo a la mesa para complementar sus mecánicas clásicas, convirtiéndolo en un título más dentro del extenso repositorio de este género.