El viejo Kant declaró una vez: “el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí”. El contexto, por supuesto, es todo: él hablaba de las dos cosas que más lo asombraban y despertaban su admiración. Hoy podemos cometer la anacronía irresponsable de imaginar a un hombre que nacerá en el futuro y repetirá, sin saberlo, esas mismas líneas:
“La materia fría y negra que conforma el espacio ha sido cortada por las alas de mi vehículo mientras viajo más rápido que la luz. Derramé la sangre de otro en la fuente de una gigantesca estación espacial con forma de orquídea. Visité mi propia tumba en un gélido planeta con tres lunas. Hierve en mi cráneo mi cerebro (la estructura más compleja del universo) y es un símil orgánico de la despiadada geografía del universo. Persigo mi destino como Cerbero asecha a los muertos que intentan escapar del Hades. Frente a mí hay, no un sencillo paraje de caminos que se bifurcan, sino un entramado de ríos que se unen y se separan caprichosamente —al final, todos desembocan en la nada del mar. Ese laberinto de tiempo y espacio hiere mis vigilias con la incertidumbre que sólo puede provocar el vacío que hay entre las estrellas. ¿Qué oscura ley natural nos condenó a buscar otros soles? Somos insectos que, rodeados de oscuridad total, anhelan una luz desconocida. En la búsqueda algo he aprendido: o el universo se convulsiona para siempre en ciclos o irremediablemente se dirige a su tibia muerte de entropía. Con temerosa resignación pienso en nuestros dos destinos: la desaparición absoluta o el doloroso tedio de la eternidad. En medio de este caos, dos cosas me han maravillado y me brindan sosiego: la bóveda celeste que he recorrido y el intrincado caudal de causas y efectos que mis actos han desencadenado”.
Ésta es la reseña de Mass Effect 3.
No voy a mentir: hubo un momento mientras jugaba Mass Effect 3 que desee sólo huir con Miranda a una pequeña luna y dejar a Shepard pasar ahí el resto de sus días. Pocas veces había tenido la fortuna de jugar un título que me afectara tanto. Seré sincero: no creo en fantasmas, monstruos, ovnis, demonios o cualquier otro ser inventado para asustar. No hay, hasta la fecha, una sola película de terror que me haya quitado el sueño. Lo anterior no es, sin embargo, una descarada exhibición de valentía. Todo lo contrario: voy a decirles por qué el nuevo título de BioWare me aterrorizó más que toda esa parafernalia de amigos imaginarios malhumorados.
Comentaba en Twitter el otro día que hay un género poco explorado en el mundo del suspenso: el terror existencial. El ejemplo perfecto es la película Inteligencia Artificial. ¿Recuerdan el final [sáltense al siguiente párrafo si no la han visto y mejor corran a verla]? El niño queda atrapado en un vehículo bajo un mar congelado hasta que, milenios después, es rescatado por extraterrestres. La humanidad ya tiene mucho tiempo de haber desaparecido (la causa es irrelevante, para el universo y la trama de la película). El director pudo detenerse y terminar el relato con el niño atrapado ahí, para siempre. Pero la genialidad fue justamente romper el clásico “para siempre” a pedazos y extender la duración de la narración hasta un punto absurdo. Recuerdo que estaba viendo la película con mis papás en su cama. Era de noche. Al levantarme de la cama sentí un mareo extraño. Ya acostado sentí en mi estómago una sensación intolerable de vacío. “Estoy muy asustado”, pensé. Por primera vez en mi vida, tuve pesadillas provocadas directamente por una película. Cuando miro al cielo en la noche (en el pueblo de mis abuelos todavía es posible ver las estrellas) vuelvo a experimentar esa sensación de la nada en mi estómago. Eso, amigos, es verdadero terror.
La serie Mass Effect siempre ha atentado contra esa brutal realidad existencial que todos debemos enfrentar algún día: el Universo, queramos o no, sigue su curso imparable hacia la destrucción. No importa si esa destrucción es la tibia entropía (cuando la energía del Big Bang se estabilice y todo el universo se quede inmóvil para toda la eternidad) o es cuando la realidad se contraiga de nuevo en un mismo punto (provocando otro Big Bang, en cuyo caso sería imposible descifrar cuántos universos han existido antes de nosotros y cuántos existirán después). Lejos de la pintoresca estructura de Star Wars (con su “érase una vez en una galaxia muy lejana”), Mass Effect 3 nos enfrenta brutalmente con la cruda realidad. Existan o no los Reapers, todos los seres biológicos están condenados a la extinción por causas naturales o artificiales. ¿De qué sirve un juego o una obra de ficción si te aliena por completo de la realidad? Las grandes obras cuestionan tu forma de percibir el mundo. Aquí una recomendación: jueguen no para pasar el rato o perder el tiempo, sino como una recompensa a su intelecto, como una forma de enriquecer su cosmovisión. Mass Effect 3 es ese placer perfecto que pueden disfrutar de golpe (yo me aventé las 17.6 horas que tardé en acabar la historia principal en dos días) o en intervalos cortos (misiones de 30 o 40 minutos) al día. De entrada les digo que hay muchísimo por hacer y, a diferencia de otros títulos, aquí hasta la misión secundaria más insignificante cumple una función para el final del juego. La estructura entera del título está pensada como una preparación, un prefacio de la batalla final contra los Reapers. Olviden esas aburridas misiones de mensajero o de ayudar a alguien en medio de una guerra intergaláctica: todo, absolutamente todo lo que hagan en Mass Effect 3 tiene un propósito muy específico (y repercusiones devastadoras).
Voy a dividir esta reseña en dos según la idea kantiana que expresé en la introducción: el cielo estrellado y la ley moral, pues creo que son los dos pilares principales que sostienen a la franquicia.
El cielo estrellado sobre mí
Los veteranos de la serie no se decepcionarán con la variedad, exuberancia y riqueza de los mundos que BioWare ha plasmado en Mass Effect 3. No quiero hacer adelantos innecesarios, pero sólo diré que hay desde ciudades de concreto, hasta tiraderos nucleares, hacinamientos de personas, cuevas oscuras magníficamente bien logradas, estaciones espaciales y demás. Ya lo había mencionado con anterioridad, pero tengo que repetirlo: en BioWare utilizan el Unreal Engine a un nivel que rivaliza a Epic Games, los mismísimos dueños de ese motor. Los efectos de luz, de humo, los reflejos, los paisajes y, en general, la dirección de arte es magnífica. Estos señores han construido un mundo increíble y que es un goce recorrer.
Ese universo está ordenado de una forma muy particular. Como ya saben si jugaron las entregas anteriores, en la Normandy pueden recorrer los sistemas de planetas y las nebulosas dentro de la Vía Láctea. El objetivo del primer título era hacerlos sentir esa sensación de descubrimiento y asombro. Pocos juegos han logrado simular tan eficazmente la idea de explorar el Universo. En ME2 los desarrolladores hicieron algunos ajustes gracias a la retroalimentación de los fans: ya no era posible viajar a pie en los planetas y las misiones a bordo de la M35 Mako desaparecieron en favor de un combate más refinado. También pudimos explorar los planetas, en cambio, con un escáner y robots exploradores sin tener que abandonar la seguridad de nuestra nave. Mass Effect 3 conserva ese sentimiento de exploración de forma más escueta: al explorar una galaxia pueden presionar un gatillo para buscar en una zona. Si la nave encuentra algo, pueden enviar un robot. Abusen mucho de esta habilidad y llamarán la atención de los Reapers, quienes los perseguirán hasta que salgan del sistema. Algo similar ocurrió con los minijuegos para abrir puertas o desbloquear un cofre importante: simplemente desaparecieron. Lo curioso es que no me di cuenta hasta bien entrado el juego; sin duda fue una decisión acertada.
Ahora bien, una vez que entren en la órbita de un planeta podrán leer una descripción del mismo y, si hay algo que hacer ahí, también podrán descender. Cada planeta es un escenario contenido y bien delimitado. No podrán vagar por donde quieran, pero eso no evita que el universo de Mass Effect 3 se sienta enorme e inabarcable. Necesitarán varias decenas de horas para agotar el contenido que BioWare ha arrojado ahí. Tanto las misiones secundarias como principales han sido cuidadosamente planeadas y ejecutadas (imaginen que son como un delicioso rollo de sushi que comen poco a poco). La variedad de los objetivos que deberán cumplir ha sido aumentada, no exageradamente, sino cualitativamente: a veces tendrán que defender una posición, otras simplemente limpiar un área de enemigos o cosas fuera de lo común que no quiero adelantarles. En general, estarán combatiendo con los enemigos y dialogando con las demás razas en busca de aliados, lo cual es bueno, pues tanto el combate como el sistema de decisiones han sido mejorados.
Imagino la queja: “Mass Effect 3 se juega como cualquier otro juego de disparos en tercera persona basado en la cobertura”. Y, ¿saben qué?, es verdad. Sin embargo, eso sólo es cierto para la clase soldado. Alguien que juegue como infiltrado, vanguardia o adepto rápidamente podrá desmentir esa desmedida afirmación. Cada clase se rige por una dinámica muy distinta. Yo, por ejemplo, decidí ser vanguardia y explotar mi golpe cuerpo a cuerpo junto con la habilidad de embestida (recuerden que el título viene totalmente subtitulado al español y además todos los textos también están en nuestro idioma). Al asignar los puntos en sus habilidades podrán elegir entre variantes dentro de ellas. A mi embestida le añadí la capacidad de regenerar mis escudos al realizar un impacto exitoso. ¿El resultado? Pocas veces a lo largo del juego tuve necesidad de cubrirme, pues simplemente me lanzaba hacia un enemigo, lo golpeaba (utilicé armaduras y mejoras para mis armas que aumentaban el daño cuerpo a cuerpo cuando utilizas el golpe fuerte), recibía unos impactos, buscaba otro enemigo y me lanzaba hacia él para recuperar el daño recibido. Lo anterior mientras disparaba con mi escopeta a corto alcance. Este sistema de mucho riesgo a cambio de mucha recompensa me costó la vida varias veces, pero lo disfruté mucho. No puedo esperar a empezar la saga otra vez, pero esta vez como infiltrado, pues en ME1 y ME2 jugué como uno. El sistema de cobertura podría ser mejorado en un punto o dos, pero el breve tiempo que jugué como soldado comprobé que se trata de simple habilidad aprender a desplazarse sin errores en el campo de batalla. Hay una línea muy delgada que separa los errores cometidos por el usuario de los errores inherentes del sistema de combate; creo que un buen jugador no tendrá problemas para dominar el título. Cada clase de Mass Effect 3 es suficientemente profunda como para poder ser extraída del título y conformar su propio juego completo basado en torno a ese sistema de combate en particular.
El sistema de modificación de armas (por si lo extrañaban del primer Mass Effect) ha sido ajustado para volverlo más accesible: cada arma podrá recibir una cantidad de modificaciones limitada. Ahora también tendrán un “peso” que afectará directamente su capacidad de volver a utilizar poderes. Si son un soldado que utiliza habilidades pasivas no tendrán problemas en ir armados hasta los dientes; sin embargo, un vanguardia o un adepto deberán tener sumo cuidado en cargar lo menos posible para poder utilizar sus poderes bióticos tanto como puedan. En mi caso, sólo cargué una escopeta ligera durante todo el juego y fue más que suficiente, pues era mucho más importante para mi estrategia poder embestir casi inmediatamente (tip: los brutes son pan comido con este método; ya lo entenderán cuando jueguen el título). En general, siento que todos los sistemas que componen al juego (el de subir de nivel, las habilidades, el sistema de armas, de combate, de exploración) han sido refinados y simplificados elegantemente sin restar capacidad de elección al jugador. Esto quiere decir que podrán jugar como quieran y hacer del combate la experiencia que más les plazca. Entre mis ya casi 80 horas con la franquicia, el combate mejor logrado sin duda pertenece a Mass Effect 3. El diseño de niveles también ha sido pensado para ajustarse a cada clase y no ofrecer ventajas o penalizaciones exageradas.
La ley moral dentro de mí
Olviden tener que jugar 100% como renegado o héroe para acceder a ciertos diálogos de alto nivel. Ahora, tanto las decisiones de paragon o renegade que tomen se sumarán para permitirlos alcanzar una reputación general y de ésa reputación dependerá si pueden mentar madres o ser bondadosos a niveles épicos. Sin duda una decisión acertada y que pondrá contentos a muchos. Además, habrá ciertas decisiones que simplemente les otorgarán reputación general. En términos generales, ya no hay “castigos” por elegir ser moralmente rojo o azul.
Ahora quiero hablarles seriamente sobre algo: las decisiones que tendrán que tomar. No se preocupen, no adelantaré nada salvo que la cantidad de conflictos morales que el juego creará en ustedes es inmensa. Muchas veces dejé el juego esperando más de diez minutos en lo que tomaba mi decisión. ¿A qué se debe lo anterior? A que a lo largo de tres juegos —si es que importaron sus archivos— han tomado decisiones que en principio parecerían no tener repercusiones. Prepárense: se sorprenderán muchísimo de cómo una decisión que tomaron en Mass Effect tiene consecuencias devastadoras o magníficas en Mass Effect 3. Nadie en la industria es capaz de desarrollar una trama tan compleja a lo largo de una trilogía sin dejar cabos sueltos como BioWare. En verdad hay que felicitar mucho a todo el equipo de Mac Walters y Neil Pollner, pues han desarrollado uno de los guiones más complejos e intrincados de la generación actual.
No faltará el listillo (aunque más bien será ignorante) que declare que “Mass Effect 3 no es un RPG, pues carece de un sistema de personalización más complejo” o el que diga “ya es mucha acción para que sea un RPG” o, peor aún, “sólo el primer título de la serie era un RPG, éste ya es un ARPG”. Señores: RPG significa “Role Playing Game” o “juego en el que asumes un rol”. Ni sus complicadas tablas de atributos (los juegos de deportes también las tienen), ni el sistema de combate definen el género. La realidad es que la aspiración del género es deshacerse de los tiros de dados y de la intervención humana como requisitos para generar una historia que se adapte a las decisiones de los jugadores (como si fuera dirigida por un master de juego de rol humano). Bajo este parámetro, Mass Effect 3 es más RPG que muchos otros títulos (y sin que esto sea algo positivo o negativo). Un RPG no tiene por qué ser lineal o de mundo abierto, tener estadísticas complejas o un sistema de mejoras exuberante. El único requisito es, según la definición, que el jugador pueda asumir un rol e interpretarlo. Mass Effect 3 cumple con creces en este rubro.
Si tienen miedo de adentrarse en este universo sin haber jugado primero los otros dos títulos, debo decir que tal vez quieran conseguir al menos Mass Effect 2 y jugarlo a profundidad antes de adentrarse en la última entrega de BioWare. Sin embargo, eso ya depende de cada quién. Los desarrolladores han hecho una muy buena labor haciendo accesible el título para un público más amplio. Los nuevos pueden seleccionar el tipo de experiencia que prefieran: pura acción, pura historia o la tradicional mezcla de ambas que los veteranos de la serie han disfrutado desde el primer título.
Kinect funciona bien para ciertas acciones. Es demasiado lento para dar órdenes a tus compañeros de equipo, pero conveniente para esa habilidad que no utilizas tan seguido o para cambiar de armas sin romper el ritmo de la batalla (también para actuar un rato y decirle a Shepard qué responder en las conversaciones). Tomen en cuenta que para poder emplearlo deberán poner el idioma de su consola en inglés.
La música sin duda alguna es la mejor de las tres entregas. Desde la secuencia inicial que se quedará grabada en su cerebro, hasta el final y durante las épicas batallas, querrán comprar la banda sonora para repetir la experiencia auditiva en todo momento. “New Worlds” es ya una tonada que debe identificar todo amante de los videojuegos.
Mass Effect 3 es un título elegante: todo lo que haces, no sólo aquí, sino en la saga entera, repercute en su desarrollo y en la batalla final. Podríamos decir que todo el juego es una larga preparación para el desenlace.
Los enemigos que enfrentarán son muy variados y presentan retos distintos en el campo de batalla. Desde Cerberus, hasta las tropas de los Reapers, cada escuadrón enemigo debe ser aproximado con una estrategia adecuada. El campo de batalla que BioWare fabricó para nosotros es complejo y requerirá que elijan bien a sus compañeros de equipo, sus armas, sus poderes (hay posibilidad de reasignarlos, no se preocupen) y su estrategia general.
Mi Xbox 360 en verdad estuvo al límite todo el tiempo que jugué. Mi viejo y aguantador modelo arcade soportó la batalla, pero no sin algunos inconvenientes como uno que otro bug de congelamiento o una vez que me apareció la pantalla de misión fallida en la selección de escuadrón. Nada que una actualización de software no mejore ni que afecte la experiencia general. Les recomiendo instalar los dos discos para un desempeño óptimo.
I don’t need luck. I have ammo
BioWare ha desarrollado uno de sus mejores videojuegos y un fuertísimo candidato a juego del año. Su nuevo bebé mejora casi todos los aspectos de sus predecesores y culmina la trilogía de manera sublime (ya hablaré en algún futuro texto del final). Mass Effect 3 tuvo esa extraña cualidad que pocas obras creativas son capaces de producirme: me hizo pensar en mi realidad inmediata y voltear a ver el cielo estrellado, sobre mí, y a mi propio estado moral, dentro de mí. Es imposible calcular las consecuencias de nuestras acciones. Somos seres irresponsables: ignoramos si esa nota que dejamos pegada en el refrigerador esta mañana será, algún día, todo lo que quede de la humanidad. El terror más genuino viene no de fantasmas o quimeras, sino de la limitada impresión del infinito que desconocemos. Quien mire al cielo nocturno en busca de consuelo y sienta ese vacío ensordecedor, nauseabundo, por pensar en la vastedad del universo ha recibido un regalo invaluable: la consciencia brutal de nuestra insignificancia y la esperanza, casi demencial, de tener la capacidad de alterar el curso de la realidad. Gracias por todo eso, Shepard. Gracias por todas las horas de cielo estrellado, Mass Effect.
10
PD. Tengo muchas ganas de escribir una revisión de este título. Eso implica terminarlo al 100% y elaborar algo que abarque toda su trama (esto incluye el final, lo que más me impacto de ME3), así que esperen pronto un nuevo texto que asumirá que su lector ya ha terminado el título. No me gusta hablar de la trama en las reseñas, pues en lugar de adelantarles de qué tratará el título, prefiero hablarles de cosas que los ayudarán a tener una experiencia más agradable con el juego. El fin de una revisión es justamente discutir lo que desarrolla en el título. Es muy pronto para ver en los comentarios opiniones sobre la calificación que le di al juego. Creo que esa discusión queda mucho más en la revisión, por las razones antes estipuladas.
Esperen también pronto una actualización sobre el multijugador. Es muy difícil probarlo con justicia antes de la fecha oficial de salida.