Cuando se dijo que Crytek sería uno de los primeros developers en experimentar con el nuevo hardware de Xbox, supimos que estaría en buenas manos. En efecto, Ryse: Son of Rome, es una gran muestra del potencial del Xbox One, pero es una pena que el juego sea tan defectuoso. Con este proyecto vimos que Microsoft Studios puso toda su confianza en el estudio alemán para hacer un juego que apelara al público que gusta de franquicias como God of War, y que disfruta de la violencia de Gears of War, que por el momento es uno de los grandes ausenten de esta nueva plataforma; ojalá que todo lo invertido en este juego no les cierre las puertas para proyectos futuros, y de esta magnitud, ya que –al menos– visualmente Ryse es lo que esperábamos de la nueva generación.
Para comenzar, hay que decir que éste es uno de los juegos más suntuosos de los últimos tiempos; no necesariamente porque haya costado mucho dinero (que sí lo costó), sino porque muestra un gran trabajo y detalle en aspectos que, al final del día, no son tan importantes; por ejemplo, la ambientación y los escenarios son una maravilla digna de contemplar. Con Ryse lograron construir uno de los mundos virtuales más impresionantes que podemos ver, sin embargo, éste no es un juego basado en la exploración o que dé pie a ello, por lo que el gran trabajo en este departamento se desperdicia tristemente.
La combinación de motion capture con el CryEngine 4 da resultados fantásticos; no hay duda de que éste es uno de los motores gráficos más avanzados, y que puede sacar un gran provecho del Xbox One, de una forma que deseamos ver en próximos lanzamientos. El detalle en la animación de los personajes es digno de admirarse, ya que no sólo nuestro protagonista tiene un amplio set de movimientos que lucen bastante naturales, sino un gran número de los personajes del juego se mueve de manera única y convincente.
Las escenas de combate son bastante ambiciosas, pues colocan en pantalla –literalmente– a hordas de personajes, todos llenos de detalles gráficos que marcan una notable diferencia con las consolas de anterior generación. Esto hace un gran placer para los que están viendo el juego, pero no impide que sea un martirio para los que están jugando.
Prácticamente lo que harás durante la campaña de todo el juego es pelar con los bárbaros, con los mismos bárbaros una y otra vez. Parece que quisieron acentuar el potencial gráfico con modelos tan detallados, que sólo les quedó repetirlos una y otra vez de lo complejos y tardados de modelar que eran. Sinceramente, no puedo pensar en una excusa creíble a por qué tienen tan poca variedad en los enemigos, pues esto agrega una terrible sensación de repetición.
Al principio, todo se ve impresionante y prometedor. Las mecánicas de combate son bastante simples, y uno las aprende con facilidad. Pero después de un rato, te das cuenta de que estás haciendo lo mismo una y otra vez, sólo que con distintos escenarios.
Una característica bastante importante del juego es su sistema de ejecución. Durante el combate con algún enemigo, verás un signo en él, con el que puedes activar una secuencia en la que la batalla parece detenerse y rematas –de forma automática e infalible– a tu enemigo. Esto suena muy bien, en el caso de que fuera a aplicarse con algunos jefes o enemigos especiales. Tristemente, alguien dentro del equipo de desarrollo creyó que era buena idea y que debían hacerlo posible con todos los enemigos del juego.
Las secuencias de animación para ejecutar pueden ser interesantes, pero después de un rato se vuelven hasta chocosas. Obviamente uno puede hacer caso omiso a la ejecución, pero si uno decide acabar con todos los enemigos de la forma normal –golpe a golpe hasta el final– todo se vuelve más lento, pues los enemigos tardan bastante en morir. Aunque en teoría ahorres tiempo, luego de unas diez ejecuciones sentirás que estás desperdiciando tu vida frente al televisor.
Sinceramente, durante todo este tiempo de espera tuve grandes expectativa sobre el juego, tanto por la experiencia de Crytek, como por la temática; sinceramente, me encanta ver las recreaciones del mundo romano, ya sea en películas o en narrativa, pues es fascinante y plagado de elementos que dan para contar una gran historia. Desgraciadamente, éste es otro de los puntos irrelevantes del juego, que nos cuenta la vida de Marius Titus, un general romano que podemos ver en su evolución y ascenso militar. Su anécdota tiene los elementos básicos para crear empatía y engancharnos con los personajes y la situación… o al menos en papel, ya que en su realización y la manera en que nos cuentan la historia, Ryse no logra capturarnos, al punto en que uno ya no se molesta por numerar los clichés.
Además de su modo de campaña, el juego cuenta con un modo cooperativo y un multijugador. El modo cooperativo ocurre en el coliseo, y nos permite luchar al lado de un amigo contra la inteligencia artificial, que a momentos nos da gran reto y a momentos nos hace desesperar con la pobreza de sus recursos. De cualquier manera, ésta es una buena adición para los que busquen mejorar sus habilidades en la batalla, y no perder tanto tiempo durante la campaña.
El multijugador en línea parece que estuviera incompleto, teniendo poco que ofrecer en comparación a otros títulos similares, que tienen sistemas más robustos y rápidos; definitivamente es algo de lo que se mantendrán alejados quienes prefieran las historias en campaña, y que también evitarán los expertos en los multijugadores en línea.
En cuanto a mejoras en tus habilidades y crecimiento de personaje, Ryse tampoco muestra gran cosa. Prácticamente acabas de la misma forma en que comienzas; no es que esto sea necesariamente malo, ¿cuántos juegos no hay en donde tus habilidades son las mismas al final? Sin embargo, en este título se siente absolutamente necesario el mejorar tus posibilidades personales y las de los soldados a tu cargo. Lo más similar que puedes obtener son algunas customizaciones para tu personaje en línea, así como mejoras en salud o potencia, que se compran con microtransacciones desde menos de un dólar… lo único que necesitaba este juego, la buena voluntad de los free-to-play.
El hardware del Xbox One es poderoso, y uno de sus atributos con mayor potencial es el Kinect, cuyos comandos de voz han sorprendido a propios y extraños. Ryse prometía hacer del reconocimiento de voz una característica indispensable de tu experiencia como general del ejército romano; ésta era una gran oportunidad para agregar un toque de combate táctico a la mezcla, ya que sus batallas con quick time events son, sinceramente, aburridas. Los momentos en que puedes dar órdenes a tus hombres son contados, y sufren de pocas posibilidades de estrategia, ya que parece que simplemente viéramos una coreografía desganada en actuación; ya que ni siquiera puedes decidir cuál será la formación de tus tropas, al menos sería divertido que se activaran secuencias emocionantes, lo cual no sucede.
Es una lástima que un proyecto de tanto potencial, con el apoyo de Microsoft Studios, y con un equipo de desarrolladores tan talentosos haya entregado un producto que se queda corto al compararlo con el potencial que tiene en sí mismo. Si lo consideramos como un tech demo, Ryse: Son of Rome es una magnífica demostración del Xbox One, pero si lo queremos tomar como un producto terminado, sale perdiendo y por mucho, relegándolo al mar de títulos que se juegan inversamente proporcional de lo bien que lucen.