Las películas y los videojuegos al parecer no se llevan. No, al menos, cuando uno quiere sacar dinero a costillas del otro. Para nuestra desgracia, es lo que ocurre con más frecuencia, y es justo lo que vemos en la adaptación de Rest In Peace Department a las consolas. Con todo y que es, precisamente, un juego descargable.
Tampoco es el peor juego posible. Sin embargo, podría utilizarse en el debate de qué tan prudente es ponerle a un videojuego la etiqueta de una película, que al parecer tendrá éxito, sólo para hacer que venda. Es justo lo que ocurre aquí, y no es muy bonito.
Bienvenido al mundo de los muertos, vaquero. Póngase sus botas y prepare la pistola. Ésa no. La que usa para matar muertos. Así como lo oye, de eso se trata. ¿Cuánto apuesta a que remata más desgraciados que uno?
Veamos. Nick Walker, quien en la película es caracterizado por Ryan Reynolds, es un agente investigador de Boston que alguna vez fue muy bueno. Sin embargo, sufre la más triste —pero aún así, muy común— suerte en su oficio: lo matan para que no revele el botín recuperado en una incautación de narcóticos. Es demasiado bueno para que su carrera por la justicia quede así, por lo que recibe otra oportunidad. Lo que cambiará es que, en vez de perseguir malandrines, su tarea ahora es cazar almas renegadas y devolverlas al más allá.
Esto en manos del R.I.P.D., una agencia que recluta policías muertos para cumplir tan particular tarea que deja, en paz, el mundo de los mortales. Es ahí que Nick conoce a Roy, un marshall que combatió a los bandidos en el siglo XIX, todo un vaquero que en la pantalla es encarnado por Jeff Bridges. ¿Por qué gasto tu precioso tiempo contándote la introducción del juego? Porque es la mejor parte. Y, así, la animación que utilizan es sólo una secuencia de imágenes con un narrador. Así que ya nos venimos imaginando.
¿De qué se trata el juego? El concepto, de inicio, te puede traer algún dolor de cabeza: no hay historia. Sólo entras a un lobby en línea, tomas a uno de los protagonistas y, en conjunto con otro jugador en alguna parte del mundo, masacras seres sobrenaturales que, al caer, se desvanecen.
En efecto, eso es todo lo que harás. Antes de iniciar una partida, tienes en tus manos la posibilidad de escoger armas y, si tienes dinero suficiente, algún otro ítem. Dichos recursos los obtienes jugando como pago de la aniquilación que logres, y con ellos podrás hacerte de más arsenal. Para darle más reto, apostarás con tu colega a ver quién mata más monstruos, quien recibe menos daño, entre otros desafíos justo antes de lanzarte al escenario para la re-matanza. Ya allí, la dinámica es como la de un tirador en tercera persona promedio: disparas, cambias de arma, te cubres, vuelves a disparar y evitas que gente muerta con ametralladoras o hachas te mate otra vez. Suena genial en el papel y, de hecho, por momentos el modo de juego puede ganar tu simpatía. Lo que terminar arruinando la diversión es, de inicio, lo repetitivo del juego. Vas a matar y matar a enemigos que, a menos que dejes que se amontonen, no te darán mucho problema. Para colmo, todos se parecen entre sí y, entre oleada y oleada, pocos presentan mayor dificultad o variedad.
Otro detalle es el jugador adicional. Tu compañero puede revivirte y, se supone, ambos poseen la capacidad de coordinar sus ataques. Sin embargo, entre que no hay necesidad para hacerlo y el que ganas quien mate más, es un infierno en el que a veces terminarán por hacer de la misión un caos en el que nadie sabe quién le dispara a quién. Ni cooperativo ni competitivo, simplemente caótico.
¿Puedo matar a los monstruos yo solo? No, no puedes. Requieres de algún otro jugador para disfrutar la experiencia. Por ello, si buscas un compañero y no lo encuentras (puede ser desde un lag en tu conexión hasta el tener settings de juego diferentes), puede pasar un largo rato para que halles una partida.
Ojo, el juego premia tu avance. La muertes y las apuestas ganadas a tu compañero-rival terminan dándote con qué comprar más ítems. Pero, entonces, el otro jugador se desconecta. Por más que hayas matado enemigos durante varios minutos, lo que obtendrás ascenderá a cero. Cuando te ocurre algo así, quedas con el temor de que una desconexión tire por la borda una sesión de juego entera.
Gráficamente no es una joya, pero el efecto cómic está muy bien realizado para un título que te sale en aproximadamente 150 pesos mexicanos. Hay buenos efectos de disparos y de sangre, aunque la animación no sólo deja qué desear, pues tienen lugar muchos glitches que arruinan la experiencia visual.
Existen momentos muy graciosos, varios. Desde ver cómo te persigue un muerto obeso con una porra en la mano, hasta aniquilarlo con un plátano. Pero, fuera de eso, todo se reduce en qué tan emocionante se ponga un duelo indirecto entre dos jugadores. Si tienes a un compañero habilidoso, o a algún amigo a quien presumirle tu rapidez y destreza con la pistola, seguramente pasarás algún rato memorable jugando R.I.P.D.
¿Qué le falta? Muchas cosas. Desde más personajes disponibles al inicio (y no sólo dos protagonistas), hasta la posibilidad de que más retadores entren. Y, de paso, definir mejor los marcadores de quién va ganando y cuál es el objetivo a cumplir. Quizá mejor música y, aunque no es necesario, la posibilidad de enfrentarse mano a mano con otro ser humano.
R.I.P.D. tiene toda la pinta de estar diseñado para servir como una promoción para la cinta. Como siempre, habrá a quien le guste. A mí me agradó a ratos, pero justamente los ratos en que mi consciencia se desconectó para disparar. Si el gatillo fácil es tu fuerte, quizá éste juego sea para ti. Sólo tendrás que pasar por alto su caos y, esperemos, no se te complique ni, mucho menos, te moleste el esperar a que el sistema encuentre a otro jugador. ¿Alguna duda?