A los videojugadores nos gusta mucho que nos consientan. Nos agrada que, a veces, algunas de las cosas que compramos reconozcan nuestro tiempo y nuestra paciencia. Últimamente, “la industria” no ha sido tan respetuosa y nos han soltado más títulos digeridos y pasados por cientos de estudios de mercadeo que piezas únicas e interesantes. Nos hemos vuelto unos consumidores pasivos de casi cualquier cosa solamente por venir en la presentación de un videojuego. Vemos títulos desarrollados por empresas grandísimas cuya única finalidad es vender mucho en lugar de evocar un sentimiento o expresar una idea. Es por eso que a mí muchas veces me gusta voltear a ver que están haciendo los estudios independientes y darme la oportunidad de conocer juegos de autor.
Tiene tiempo que conozco al estudio francés Arkedo, autores de Nervous Brickdown y Big Bang Mini para DS y las Arkedo Series para XBLA; se han distinguido por conservar toda su propiedad intelectual y ser únicos responsables del desarrollo de sus títulos. Al día de hoy, mantienen una nómina mínima en su oficina y dedican casi el 100% de su tiempo al desarrollo de juegos únicos. Sólo dejan el trabajo sucio a los distribuidores y nadie les dice cómo trabajar. Lo anterior es importante resaltarlo porque habla mucho de la forma de operar de un equipo interesante. Este estudio hace —en el buen sentido— lo que quiere: todos sus juegos se distinguen por varias particularidades que se han vuelto firma de estos franceses —en particular su cuidado del arte visual. Hoy vengo a platicar mi experiencia jugando Hell Yeah! Wrath of the Dead Rabbit, el nuevo título del estudio boutique liderado por Camille Guermonprez y Aurélien Régard.
Ash es el príncipe conejo esqueleto del infierno (¿se entiende?) y todos los habitantes del inframundo le temen y respetan por sus costumbres particularmente violentas de castigar a quienes se salen del reglamento. Sin embargo, un día un arriesgado paparazzi consigue tomar fotografías incriminantes de sus cuestionables costumbres de baño. Rápidamente, las fotografías del príncipe en paños menores son distribuidas viralmente convirtiéndolo en el hazmerreír de todos sus súbditos. Como el futuro gobernante del infierno no puede dejar que se salgan con la suya, decide poner cartas en el asunto como sólo un señor del averno sabe hacerlo. Entonces mutila sanguinariamente a todos con su mono rueda/taladro/jet pack de la muerte y armas de destrucción masiva.
Hell Yeah! es un juego mezcla de varios elementos. En general, podríamos etiquetarlo como metroidvania, pero sinceramente no creo que sea el caso. Sí, recorres niveles no lineales obteniendo ítems y utilizándolos para acceder a otras áreas, pero hasta ahí; el resto es un juego de acción casi lineal. En este título controlarás a Ash en los laberínticos pasillos del infierno mientras busca a todos los monstruos que le dieron like a sus fotos insinuantes en Internet (100 para ser exactos) y, durante este camino, cortarás, mutilarás y estallarás cientos de otros enemigos menos importantes. La fórmula es la siguiente: Entra a un nivel, mata a todos los enemigos y obtén nuevas herramientas, vence al jefe y repite. Esta mecánica puede parecer simple y aburrida, pero en realidad lo que tiene este título es volver esto muy divertido. A pesar de estar repitiendo niveles parecidos, cada uno tiene algún añadido que le da su propia personalidad. Debo reconocer que después de un rato se vuelve terapéutico utilizar la sierra para romper y destruir todo en mi camino. Este juego es pura destrucción y es en parte una de las razones por las que es interesante.
El juego del que hablamos en esta ocasión no es innovador; simplemente representa el intento de Arkedo por crear un título que pueda encasillarse en un género y utilizarlo como el lienzo para echar desmadre. ¿A qué me refiero con esto? A que, a pesar de que el juego tiene fórmulas muy conocidas, lo más atractivo no es en sí el desarrollo de la anécdota y de las batallas, sino más bien la explosión de arte que se desarrolla en sus pasillos. En cualquier lugar que observes habrá algún elemento dibujado o diseñado para apreciar. Me resulta divertido seguir jugando para poder ver este mundo colorido y distópico. Me gustan mucho los colores del juego: me provocan sensaciones y sentimientos variados como para inspirarme diferentes estados de pensamiento. Hell Yeah! se presenta como un título al mismo tiempo sangriento y curiosamente colorido. Desde las primeras imágenes de este encuentro podemos ver una saturación de colores vivos y caricaturas chuscas. Lo que más resalta de este juego es su estilo sobresaturado de información visual. Es uno de esos juegos donde todo el tiempo los ojos y los oídos están siendo bombardeados con información audiovisual.
Para los amantes del arte en caricatura, este juego no será una decepción. Tampoco lo será para aquellos que gusten de pasar el rato destruyendo y mutilando a diestra y siniestra. Es particularmente divertido encontrar a alguno de los 100 subjefes que representan los objetivos a vencer y también encontrar la manera de destruirlos, ya que no siempre será la misma. Además, una vez que la energía de estos compadres está en el límite, el juego entrará en un minijuego tipo Wario Ware donde tendrás que hacer alguna combinación de cosas en muy corto tiempo para darle el golpe final. Las animaciones de estas masacres cuentan con un humor particularmente ácido y se ven espectaculares. Es decir: estaremos viendo diferentes tipos de finishing moves durante todo el juego en los que el estudio se divierte mostrándonos epilépticas secuencias de colores y luces cargadas de sangre y vísceras. Al final, Hell Yeah! es un título de arte animado escondido detrás de un juego de acción.
Otro de los elementos que pueden ser llamativos para más de una persona es el humor que maneja el título. Es imposible ponerle un número calificativo y objetivo a un juego cuyos autores hacen un producto que no se toma mucho en serio, que no nació para vender, sino para expresar ideas y conceptos visuales. Decenas de veces nos encontraremos riéndonos silenciosamente de las situaciones chuscas y memorables que el conejo Ash pone en nuestra pantalla y nos maravillaremos con la variedad de diseños y objetos creados específicamente para entretenernos. Simplemente pasaremos dejando un rastro de sangre multicolores detrás de nuestro paso.
El juego no deja de tener varios elementos sin cuidar: los controles podrían responder más precisamente, las batallas con los jefes podrían ser más divertidas o retadoras y el juego debería de tener algunos respiros de acción y visuales para permitirnos, a los jugadores, sentarnos a observar el trabajo realizado y no sólo estar sobreestimulados. Este título, además, puede resultar empalagoso y torpe si se le observa con un ojo muy crítico.
En conclusión Hell Yeah! es ese juego que pones para sentir que tienes poder, para disfrutar el caos y para reírte un rato. Al final, lo que me llama más la atención es que sea un producto completo y terminado que tiene el sello de sus autores hasta el último rincón. Y no está maleado por restricciones ni de mercado ni de clasificación. Wrath of the Dead Rabbit es, en sí, la obra de un estudio que se divierte creando con la intención de divertirnos, ¿no es eso, al final, lo que buscamos en un juego?