El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma […] En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.
Jorge Luis Borges, “Las ruinas circulares”
Noche tras noche, como si fuera un mago empecinado en fabricar un hombre en sueños, me sumerjo en Tlön. Soy un hacedor, un arquitecto onírico que configura el caos generado por ecuaciones precisas y calculadas. Soy el dios de un dios imposible que habita un universo de soledad. Cuando me retiro a dormir, siempre me acosa el mismo pensamiento: El universo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.
He fabricado ruinas circulares, atroces ciudades llenas de callejones sin salida y calzadas que van a ningún lugar, árboles cuya circunferencia oculta una laguna subterránea, colosos inmóviles sobre la superficie estática del mar, grutas que recorren continentes enteros, túneles de cristal en el delgado aire, acantilados imposibles de arena, islas flotantes, barcos, atalayas, ríos y promontorios. He recorrido la profundidad de la tierra. Me he dejado envolver por la nada. El mundo que he soñado arduamente está configurado a mi semejanza.
Sólo carezco de una certeza. ¿De qué informe y temeroso dios seré la imagen? ¿Qué oscuro demiurgo me sueña con fervor cada noche mientras horado la montaña y me demoro en las galerías de roca?
Nota: Hablaré del modo de un jugador, pues la reseña de la comunidad abarcará toda la experiencia que implica estar en un servidor con más personas.
Empezaré esta reseña de la misma forma que mi texto de Atomix Mag:
Si sólo pudiera jugar un título hasta el fin de mis días, escogería Minecraft.
Y es que Minecraft es inabarcable. Es una cubeta inagotable de Legos. Nos convierte a todos en hacedores, en arquitectos de un sueño que jamás terminaremos de construir, en instrumentos del kraft, en locos que intentan (sin saberlo) moldear desesperadamente el universo a su imagen (y al hacerlo sólo se hunden en sí mismos). El modo de un jugador es la experiencia más bella y desoladora que he tenido. Construir para nadie en la madrugada mientras espontáneamente suena “Subwoofer Lullaby” en medio de una superficie de juego infinita produce un sentimiento irreproducible por cualquier otra forma de arte.
Si leíste con detenimiento, seguramente te estarás preguntando qué es kraft. Ese poderoso vocablo no tiene traducción al español. Herder supuso que nuestros pensamientos y acciones exhiben una fuerza fundamental y esencial que nos conecta a todos. Leibniz también habló de eso que los alemanes llaman kraft y los franceses force: una potencia imperecedera que habita en todos los seres y que se expresa a través de sus actos.
Al inglés ese verbo llegó deslavado en forma de craft; sin embargo, es posible adivinar su poder secreto. Warcraft, StarCraft y Minecraft no son juegos de palabras inocentes. Si vemos el mundo a través de nuestra carne y nuestros ojos, exclama el romanticismo alemán, explorarlo es lo mismo que espiar nuestros límites. La meta es hundirnos en nuestro propio abismo: describirnos es lo mismo que descifrar el universo. Un pintor romántico que esboza un mar embravecido está haciendo un autorretrato. En Minecraft jugamos a configurar el mundo que nos rodea. Sin saberlo, kraft se expresará en cada bloque destruido y a través de nuestras complejas o toscas construcciones. Explorar las distancias infinitas de Minecraft es perdernos en la introspección.
Crear algo es el acto más noble y elevado que puede efectuar la razón. Ese impulso por tomar una caja de Legos y armar un castillo, escribir poesía, dibujar o hacer un juego es sagrado. Kraft es cómo una fuerza misteriosa se expresa a través de todos nuestros actos. No sólo es construir: es imbuirnos en el mundo. Si accedemos al universo a través de nuestros sentidos, no conocemos otra cosa salvo a nosotros.
La primera vez que abran los ojos dentro del mundo de Minecraft encontrarán una inmensidad inexplorada. Durante su primera noche sentirán el primitivo miedo a la oscuridad. A medida que empiecen a descubrir las leyes del mundo sentirán la confianza necesaria para explorar. Pocos son los valientes que se aventuran a caminar en una dirección desconocida sin preparación. Lo más probable es que su primera construcción sea una tosca casa. Pasé varias semanas antes de descubrir cómo hacer una puerta. ¿Qué hacía antes? Simplemente rompía la pared para poder salir de mi casa. Cuando supe cómo hacer vidrio mi primer pensamiento fue intentar una construcción bajo el agua. Meses después, descubrí los circuitos y luego vinieron los pistones. Luego hubo un dragón, altas sombras de rojos violetas, ocasos y atardeceres cuadrados.
Minecraft puede fascinarte o resultarte aborrecible. No es un juego que se preocupe por atraparte con trucos cognoscitivos o una curva suave de aprendizaje. Es un título para los jugadores de la vieja escuela, los que saben que el valor de un videojuego va mucho más allá de sus “gráficas” o su “gameplay”. Lo más importante de un juego es la experiencia que nos provoca. Para lograrlo, los desarrolladores pueden utilizar los recursos que quieran. Ya nos quedará a nosotros juzgar si son efectivos o no.
La lección más grande que aprendí de Minecraft es saber transcurrir y no pensar que el objetivo de disfrutar un juego es acabarlo. Quien juega sólo para terminar un título lo hace por los motivos equivocados.
Minecraft es como estar varado en nuestro propio inconsciente, enfrentados con nuestra soledad. El sistema de juego es apenas una fricción menor que nos permite experimentar el elaborado mundo del juego. Los ciclos de día y de noche forman una elegante dinámica que ha inspirado a desarrolladores tan importantes como a Epic Games. Las herramientas que nos concede el título para moldear su mundo son precisas y convenientes. La apariencia visual es encantadora y la música esporádica tiene la facultad de sorprender al jugador en el momento justo para provocar una reacción. No quiero entretenerme en cómo es el juego, pues me parece que jugarlo es la única forma de percibirlo completamente. Mi único objetivo con esta reseña es despertar su interés e intentar transmitir, al menos torpemente, mi experiencia con el título y lo que pensé al disfrutarlo. A veces, sin embargo, lo correcto es cerrar la boca y dejar que los desarrolladores hablen…
Calla… A veces el jugador leía líneas de código en la pantalla. Las decodificaba en palabras, estas palabras en significado, el significado en sentimientos, emociones, teorías, ideas. Y el jugador comenzaba a respirar más rápido y profundo y entonces supo que estaba vivo. Estaba vivo. Esas miles de muertes no eran reales. El jugador estaba vivo.
Y a veces el jugador creía que el universo le había hablado a través de la luz del sol que venia hacia él a través de las inquietas hojas de los árboles de verano.
Y el universo dijo tú eres el universo probándose a sí mismo, hablando consigo mismo, leyendo su propio código.
Tú eres el jugador.
Despierta.
Subwoofer Lullaby by Contrillion
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Anexo: Aquí hay una completa ficha técnica del juego, para los que no lo conozcan. También pueden visitar su wiki en inglés.
Aquí pueden comprar la música del juego.
Aquí pueden comprar el juego.