El amor es esa cosa absoluta que no se puede tocar ni ver, pero sí sentir –al menos eso creemos todos. Resulta un tanto cursi que sea el punto central en la vida de cualquiera, pero en teoría y práctica los impulsos amorosos son los que nos hacen reaccionar a cualquier tipo de situación, digamos que es un súperpoder que tenemos escondido y que tarde o temprano sale a la luz.
Pero no todo es miel y corazones, mucho menos en Japón, un país bastante rígido en cuestiones del amor, pues desde la antigüedad existe un protocolo y una metodología en cuestiones de afecto.
De este lado del planeta es relativamente fácil demostrar que alguien nos gusta, muy pocas personas se avergüenzan al acercarse a la persona que los hace sudar de nervios, a no ser que seas un adolescente o una persona extremadamente tímida.
Ahora, en la isla asiática el amor existe de una forma bastante oculta, ya que no es común ver a parejas acarameladas en las calles, e incluso su forma de saludar excluye actos físicos que podrían pensarse como más íntimos, me refiero a un abrazo o beso en la mejilla como acostumbramos nosotros sin ningún pudor.
Ya sea por el legado cultural o las buenas costumbres del país, a los japoneses les tocó ser más reservados en cuestiones sentimentales pero no por eso viven el amor de forma menos intensa, sólo lo hacen de forma distinta.
En el periodo Nara (646-794) el valor del hombre como cabeza de familia se disparó, mientras que el de la mujer iba siendo menor, ahí comenzaron los matrimonios arreglados que nulificaron sentimientos de amor entre las parejas; estos “convenios matrimoniales” son conocidos como omiai, en los que los padres decidían que era mejor para el ie (clan).
Es decir que en ese entonces los japoneses en edad de casarse no tenían la posibilidad de enamorarse libremente, era un frío destino que sus padres pactarían según la conveniencia del clan, un hecho que después se volvería un argumento base para grandes historias literarias, cinematográficas, de manga y de anime.
Con el paso de los años llegó la era Edo y Meji, y con ellas ideologías occidentales que harían ruido en las mentes niponas, en donde la igualdad de género involucraba también la decisión de escoger a quién amar (perdón si sueno como guionista de shoujo, lol).
Una revolución sugerente llegó a finales de los años 60, cuando la visionaria empresa tecnológica Nintendo lanzó el Love Tester, un juego que le decía a las parejas si realmente se amaban y qué tan intensamente lo hacían. Lo más interesante del Love Tester fue la publicidad, pues para esos años y en una sociedad tan estricta como la de Nihon, fue un tema polémico ver por televisión como una pareja hacia pública su cercanía, además de que los creadores sugerían que los participantes en el juego deberían besarse para obtener “mejores” resultados.
Sí claro, en este momento esa premisa publicitaria se nos hace de lo más básica y predecible, pero en su momento y con el contexto en el que vivía la sociedad japonesa, ese sencillo juego se volvió algo trasgresor ante los ojos de la población conservadora, así como también un punto de partida para aceptar que el amor no era un tabú horrible que se tenía que esconder.
La cultura no cambia de la noche a la mañana pero só evoluciona y busca válvulas de escape; obras maestras tomando el amor como partida fueron escritas por Kyoichi Katayama, Ihara Saikaku, Haruki Murakami, Natsume Souseki y Yukio Mishima, entre otros escritores influyentes que supieron hacer del amor grandes historias entrañables para un público mundial.
Por otra parte, surgieron historias de manga y anime llenas de emociones que involucran besos robados; los diálogos más preciosistas que hacen suspirar hasta al más apático (me incluyo); personajes perfectos para amar dentro de la historia y fuera de ella, y situaciones de parejas inspiradoras; de esta forma el imperio del amor japonés sale de la mente de los nipones en la forma más pura y vendible.
Porque detrás de todos los solemnes japoneses se esconde un gran deseo de expresar su necesidad y capacidad de amar, algunos se encargan de hacerlo a través de narraciones visuales fijas y animadas que dan un poco de esperanza a una de las sociedades más reservadas.
La creatividad es un punto fuerte para el amor, aunque en este caso sea el único medio que no escandaliza a los habitantes de Japón, así como otras tradiciones o prácticas más enfocadas al amor en la vida cotidiana.
Una de las costumbres “amorosas” más arraigadas de las personas en Japón es el día de San Valentín, probablemente porque desde el inicio de esta tradición en 1936, las mujeres japonesas (así es, los hombres no regalan chocolates hasta el White Day) vieron esta fecha como una oportunidad de acercarse a sus seres queridos sin ser señaladas o criticadas por no mostrarse serenas ante las cuestiones del corazón.
Como era de esperarse este día fue principalmente impulsado por la empresa de dulces Morozoff y, a comparación de otros países, existe una categorización para regalar chocolates; así que aunque a los japoneses se les acelere el corazón puede que no reciban chocolates de amor, es esta característica lo que hace de esta fecha algo emocionante.
Honmei choco (本命チョコ – chocolate verdadero): este tipo de chocolate es el más apreciado pues es el que se regala al novio o a quien te gusta, hacerlo implica que realmente te importa la persona y que podría ser el inicio de algo especial.
Giri choco (義理チョコ – chocolate de obligación): es el que le regalas a tus amigos, compañeros de la escuela o trabajo, es un tipo de cordialidad que tienes con las personas cercanas para que se sientan queridos en San Valentín, aunque también es el causante de muchos corazones rotos que esperan un poco de cocoa de amor verdadero (?).
Tomo choco (友チョコ – chocolate de amistad): éste se da en escuelas niveles menores en donde los niños y niñas intercambian regalos.
Sewa choco (世話チョコ – chocolate de agradecimiento): como el nombre lo dice, es un regalo que se le hace a quien te haya hecho algún favor o te haya apoyado en alguna situación.
Por lo anterior, el 14 de febrero se vuelve un día crucial para todos los enamorados, pensando si serán correspondidos o rechazados, mientras que un chocolate les dará la respuesta, probablemente desea durante todo el año.
Además de San Valentín existe el White Day (14 de marzo) en donde los japoneses regresan el regalo dado por las mujeres, esta tradición comenzó en 1965 y se ha venido distorsionando un poco pues en vez de bombones o chocolates, en la actualidad las chicas piden bolsos de marca o joyas, ¿amar cuesta no creen? (LOL)
Ya sea en Japón o en otro país, el amor es un sentimiento arrebatador que a veces nos azota y otras nos trata de forma increíble, vivimos rodeado de él y por eso el día del Amor y la Amistad existe, a pesar de muchos haters o incrédulos.
Así que festéjenlo cuando quieran, con quien quieran y de la forma que más les agrade porque como dice Haruki Murakami: “Cualquiera que se enamore está buscando las piezas perdidas de sí mismo”.
¡Feliz 14 de febrero!