Como cada año, el 31 de octubre nos hace pensar en muertos, en leyendas, en horror. Después de un siglo XIX marcado por la genialidad de Allan Poe, y la bienvenida al XX que le dio Lovecraft, el horror superó al papel y conquistó las pantallas de cine para traernos un mundo de historias que han dejado ecos de gritos en las salas y torcidas pesadillas en nuestra cabeza. Por este motivo, hoy hacemos un breve recorrido por la historia más trascendente de este género, que irónicamente resulta hermoso para muchos de nosotros.
Antes de empezar a hablar de Hollywood, este recorrido tiene su inicio en Alemania. Después de la Primera Guerra Mundial, la corriente expresionista influyó en realizadores como F.W. Murnau y Robert Wiene. El primero, presentó a la luz del celuloide la primera adaptación de Drácula con Nosferatu, el vampiro calvo de las uñas enormes que casi un siglo después apareció en un episodio de Are You Afraid Of The Dark?. El segundo, creó la primera película de culto en la historia con Das Cabinet des Dr. Caligari, en la que una especie de brujo recorre las ferias locales con su sonámbulo. Otras joya de la época es Der Golem, en la que un rabino invoca a la vida una figura de piedra para defender a los judíos, los mismos que Alemania perseguiría dos décadas después en la Segunda Guerra.
Y precisamente antes de que estallara el conflicto entre los Aliados y el Eje, en Hollywood ya se posicionaba el género de la mano de Tod Browning. Contrario al Nosferatu de Murnau, el Drácula de Browning fue el que creó el estereotipo del vampiro elegante, relamido del cabello, y con la personalidad excéntrica que solo podía encarnar Bela Lugosi (muy superior al Frankenstein de Boris Karloff, con el que siempre es comparado). No obstante, la verdadera obra maestra de horror de Browning es Freaks, que como el título anuncia, presenta un grupo de personas con algún síndrome, amputados, y hasta una hermafrodita; todos ellos increíblemente tomados de la vida real.
Para la década de los cuarenta y cincuenta, el Film Noir y los grandes clásicos de Hollywood se apoderaron de la pantalla, pero ya en los sesenta, la atención del público miró otra vez con gran asombro hacia el horror. El enorme Alfred Hitchcock, que ya era toda una institución para ese entonces, alcanzó su clímax con el horror (cabe hacer la aclaración, que más allá de horror, el inglés fue un maestro del suspenso) de Psycho, donde la música de Bernard Herrmann con Janet Leigh en la regadera, es quizás la escena más icónica en la historia del género. También está The Birds, que quizás no trascendió tanto como su antecesora, pero que a muchos les cambió su forma de ver los pájaros.
Junto a Hitchcock, otro de los pesos pesados que también volteó al horror fue Roman Polanski, que antes de ser el director de Chinatown y The Pianist, se forjó en el horror con su Trilogía de Apartamentos. La primera fue Repulsion, la última The Tenant, pero la que sin duda trascendió más fue Rosemary’s Baby, una película satánica en donde la víctima es una mujer elegida para procrear al hijo de Lucifer.
Para Polanski, el horror trascendió la pantalla, pues un año después, el grupo de Charles Manson denominado como Helter Skelter, irrumpió en su hogar para asesinar a su esposa, Sharon Tate, que para ese 9 de agosto de 1969 ya tenía ocho meses y medio de embarazo.
Durante los sesenta, se erigieron dos figuras mitológicas en las películas de horror. El primero es Christopher Lee aka Saruman aka Count Dooku, quien desde los cincuenta inició una prolífica sociedad con Hammer Films, dando vida a Drácula en varias películas y además al monje loco, Rasputín. El otro es Vincent Price, a quien quizás recuerden como el anciano inventor en Edward Scissorhands. Después de protagonizar la versión original de The Fly, fue el actor predilecto de Roger Corman en una serie de películas de bajo presupuesto sobre los cuentos de Allan Poe.
Corman, reconocido como el padre precursor de la Serie B (y de muchas figuras como Coppola, Scorsese y Nicholson), abrió paso a una nueva etapa del género, los slashers. Por definición, un slasher es un subgénero en el que se presenta a un psicópata que realiza asesinatos brutales en serie. Fue aquí donde entró en escena George A. Romero, que con Night Of The Living Dead, nos presentó una nueva cara del mal, dejando atrás los monstruos clásicos y Satanás. Así nacieron los Zombies, al menos en su concepto moderno, y por espacio de cuatro décadas, Romero nos ha entregado seis filmes de canibalismo y muertos vivientes, sin contar la inmensa influencia que hoy en día podemos ver en productos como The Walking Dead. Además, Night Of The Living Dead es la primera película en la que a unos adolescentes se les descompone el coche y se refugian en una cabaña en medio de la nada, ¿les suena familiar la escena?.
Y si de cabañas se trata, Satán bendiga los setenta. Esta es la década de The Texas Chainsaw Massacre, el slasher por excelencia inspirado en el asesino serial Ed Gein, que saqueaba tumbas, destazaba cuerpos, y conservaba las partes mutiladas como trofeos. Así surgió Leatherface, el psicópata de la sierra eléctrica y una máscara hecha de varias caras. La película fue calificada como brutal, e incluso como algo pornográfico en referencia al morbo. Una década después, Tobe Hooper volvió a espantar a América con Poltergeist. Pero antes de llegar a los ochenta, surgió otra película que terminó de cimentar el culto por los asesinos seriales, Halloween. El asesino, Michael Myers, es descrito en la película por el Dr. Loomis como “Pure evil. The blackest eyes, the Devil’s eyes”. John Carpenter no solo escribió y dirigió, también compuso la música del filme, que hoy en día es un sello en la saga y todo el cine de horror.
Si la primera mitad de los setenta fue por completo para la Serie B, la segunda fue para las grandes producciones. La que empezó todo no podía ser otra que The Exorcist, la mítica película que no dejó dormir a toda la generación de nuestros padres, y que cambió por completo la manera de hacer horror. El poder de esta película es brutal, y si aún le queda duda a alguien, volteen a ver la cara de quien sea que tengan a lado cuando la letanía empiece: “The power of Christ compels you!… The power of Christ compels you!!…”.
Parte de la magia que hay en The Exorcist, corrió a cargo de un compatriota, Gonzalo Gavira, que estuvo a cargo de los efectos de sonido (sólo hay que acordarse del sonido en el cuello de Linda Blair cuando giró esos 180 grados).
Avanzando en la década, dos gigantes de la ciencia ficción se sumaron al movimiento. El primero fue Spielberg, que con Jaws no solo inauguró el término de Blockbuster como lo conocemos hoy en día, sino que logró sembrar en el espectador horror con solo dos notas musicales, ustedes saben cuales son. El otro fue Ridley Scott, que en 1979 se consagró en la élite del sci-fi con Alien, una película en la que más allá de la criatura extraterrestre, la sensación de soledad y de vacío llegan a ser desesperantes, algo que se puede percibir desde el trailer original de la película, uno de los más increíbles jamás hecho por Hollywood. Tres años después, el mismo John Carpenter se sumó al horror alienígena con The Thing, una película que bien podría describirse como el Alien de la Serie B.
El responsable de crear un puente entre ambas décadas, no fue otro que el recién fallecido Wes Craven. En los setenta, tuvo su película de cabaña y sierra eléctrica en The Last House On The Left, otro slasher de culto, y en los ochenta, creó a su personaje más icónico en la figura de Freddy Krueger, el asesino del guante con cuchillos, el suéter a rayas, y que ataca en donde nadie más te puede defender, en los sueños.
Ya que estaba bien definida la fórmula del slasher, los nuevos cineastas experimentaron con elementos de comedia en las películas de horror. Ahí tenemos la trilogía de Evil Dead de Sam Raimi, una joya del stop motion y los efectos plásticos. Y qué decir de los orígenes de Peter Jackson, quien se dio a conocer con películas grotescas desde el título (Bad Taste), y la que quizás sea la mejor película de zombies, Dead Alive. Siguiendo esta misma línea, está la saga de The Toxic Avenger, el estandarte de la productora Troma y el director Lloyd Kaufman, que décadas posteriores nos trajeron títulos como Poultrygeist: Night Of The Chicken Dead.
Al inicio de este artículo, se mencionó la trascendencia de Poe y Lovecraft en la literatura de terror; después de ellos, la batuta solo le pertenece a alguien: Stephen King. Haciendo un punto y aparte de su carrera literaria, el de Maine tiene una larga y prolífica relación con el cine. Luego de que Brian de Palma adaptara Carrie en 1976, King comenzó a escribir sus adaptaciones para la pantalla. En 1982, el autor debutó como guionista (y actor) en Creepshow, una antología de cinco historias dirigida por el mismísimo George A. Romero.
Pero el momento cumbre le llegó en The Shining, cuando la leyenda Stanley Kubrick escogió a Jack Nicholson para darle vida a una de las películas más grandes del género. Aunque lo primero que viene a nuestra mente cuando pensamos en la película es el elevador con sangre o el laberinto del jardín, esto fue idea original de Kubrick, quien apostó por dejar fuera elementos de gran peso psicológico en la novela para crear una experiencia más visual. El resultado fue una obra maestra, pero al igual que la crítica, King odió la película. Tal fue su descontento, que en los noventa él mismo escribió una adaptación para una mini serie.
Entre muchos otros clásicos de horror, Stephen King es la pluma detrás de Cujo, Pet Sematary, Children of the Corn, Misery, y por supuesto It, el payaso que en la novela es definido por el autor como La Apoteosis de Todos los Monstruos.
Hacia finales de los noventa, el cine de horror cayó en una fórmula repetitiva (que puede gustar o no) dirigida a adolescentes. Ahí tenemos I Know What You Did Last Summer, Final Destination, y Scream, que volvió a ratificar la capacidad de adaptación de Wes Craven. Hasta el día de hoy, esta tendencia continúa vendiendo en las salas de cine con productos como The Cabin In The Woods y la muy inflada It Follows.
No obstante, siempre hay quien levanta la mano por el género. Entre los nuevos luminarios se puede señalar a Eli Roth, que con Hostel y Green Inferno apuesta por elementos del slasher clásico. Por otro lado, Rob Zombie es todo un estilista. Fuera de su excelente precuela a la Halloween de John Carpenter, películas como House of 1000 Corpses y The Lords of Salem, demuestran una gran capacidad artística para crear ambientes de horror.
Para terminar este recorrido, es imperativo mencionar a nuestro orgullo, Guillermo del Toro. Después de hacerse paso en el departamento de maquillaje, el de Guadalajara se volvió un realizador de culto con películas como Cronos, Mimic y El Espinazo Del Diablo. Pero su obra maestra no puede ser otra que Pan’s Labyrinth, que si bien se presentó como un cuento de hadas, terminó siendo la película de fantasía con más gore de la historia; recuérdese la escena de la criatura con los ojos en las manos. Hoy en día, ya podemos ver en cartelera su último estreno, Crimson Peak, que si bien el mismo Del Toro ha insistido en que no es una película de horror (es un romance gótico), el trailer hace pensar que sí lo es.
Como se mencionó en la introducción, el objetivo de este artículo era hacer un breve recorrido por la historia más trascendente del género. Japón es otro universo, pues desde la época muda ya tenían su propio concepto del horror, que poco a poco se fue torciendo hasta encontrar a directores como Takashi Miike hoy en día. En Italia estuvo el cine giallo, que exportó a América talentos como Lucio Fulci o Dario Argento en los setenta. Y por supuesto México, que se cocina completamente aparte en el horror y casi en su totalidad por Serie B, pero esa es otra historia.