Es una lástima que los miembros del staff no podamos participar en la dinámica de anécdotas navideñas, porque de ser así me estaría hinchando de premios. Es impresionante la cantidad de recuerdos relacionados con los videojuegos que nos dejan las celebraciones decembrinas. ¿Quién no recuerda jugar con los primos, o acudir a la casa de algún vecino que estrenaba consola? ¿Qué tal recibir dinero y completar para algún juego deseado? ¿Abrir extasiados los regalos sabiendo que habría una nueva consola dentro de alguna caja?
De chico, uno de mis más grandes traumas fue el GameCube: durante un par de años sólo tuvimos un PlayStation que ya mostraba los signos del tiempo. Contaba los días para visitar a unos tíos que, extrañamente, poseían un GameCube, y lo peor del caso es que no lo jugaban, lo tenían sólo por moda. Al no saber de videojuegos, mis familiares únicamente contaban con un juego, Sonic Adventure 2, y por supuesto, no tenían Memory Card, razón por la cuál mi hermano y yo invertíamos el día entero acabándolo; uno de nuestros mayores triunfos era terminarlo con Super Sonic, evento que se repitió un par de veces, sin dejar de ser emocionante. Se imaginarán los corajes cuando por accidente apagaban la consola en cuanto nos descuidábamos, o se llegaba a desconectar un cable, todo el día perdido.
Fue por este deseo tan ferviente que durante meses le recordábamos a nuestros papás cuánto deseábamos un GameCube; les hablábamos de la importancia de la Memory Card, de Mario Sunshine y del épico Smash Bros. Melee. Durante meses hablábamos de ello en cuanto podíamos, a la hora de la comida, en el carro; mi hermano y yo hablábamos entre nosotros lo suficientemente alto para que nos escucharan, hasta que estuviéramos seguros de que nuestros papás agarraran la onda y se pusieran las pilas para las fiestas decembrinas y nos dieran la “sorpresa”.
Al final sí hubo sorpresa: el 6 de enero, como todos los años, corrí hasta el árbol y despedacé todas las envolutras cual adicto en recuperación. Ahí estaban, Mario Sunshine, Smash Bros. Melee, una Memory Card… de repente ya no había mas cajas. Sólo eso. Nos habían traído todo menos el GameCube.
Así como lo leen. Tanto fue el shock que hasta la fecha me sudan las manos cada vez que me acuerdo. Tuvimos que conformarnos con mirar las cajas y leer y releer los manuales durante meses, literalmente. El plan era que los tíos nos iban a ceder su GameCube, pero por una u otra razón no se coordinaron y no recibimos la consola hasta el verano. Sin duda un trauma que jamás olvidaré. Aún me pregunto, ¿habrá sido a propósito?