Bienvenidos a esta nueva sección en la que reseñaremos juegos Indie. Estos videojuegos se hacen principalmente por amor al medio y no tanto con el fin de lucrar, además de que son financiados por los mismos desarrolladores. Este marco económico, creativo y laboral permite que generalmente estos juegos destaquen por su arte, game design, música o aspectos técnicos de programación. Todos los títulos que reseñaremos serán gratuitos, ya sea que se jueguen en el navegador o se instalen en su computadora.
Pasen por favor a la primera reseña: Canabalt – Elegencia Adictiva.
El 31 de agosto de 2009, en la página de experimentalgameplay.com, se publicó Canabalt, una de las mayores singularidades de esta bella industria de los videojuegos. Concebido y desarrollado por Adam Saltsman en tan solamente cinco días, este juego es uno de los productos Indie más finos que se han realizado en años recientes. El creador del título ha admitido que el deporte conocido como Parkour fue inspiración clave para el tema del juego. Aunque esta disciplina ya había sido llevada a los videojuegos con Mirrors’Edge (EA, 2008), en Canabalt se utiliza de una manera verdaderamente fresca e innovadora. Por otra parte, esta obra de arte cimentó las bases de un nuevo subgénero, conocido como Auto Runner, dentro de los juegos de plataformas.
¿Alguna vez han tenido ese sueño en el que recorren azoteas a velocidad vertiginosa? Si no, no hay problema, ya que al jugar Canabalt vivirán este trepidante viaje estando despiertos, porque, si algo destila esta obra, es una experiencia sensorial única.
La acción de Canabalt se desarrolla en una ciudad que está siendo destruida, y la misión es lograr el escape de un ciudadano desconocido, a quien tu controlas, y que desde el principio empezará a correr y no se detendrá (mecánica básica de cualquier Auto Runner). Constantemente deberás brincar y evadir una variedad de obstáculos para mantenerte con vida.
Para controlar tus saltos (única acción del juego), necesitas de un solo botón, siendo esto uno de los mayores logros del título. Adam Saltsman quiso hacer un juego que el usuario pudiera disfrutar inmediatamente, sin sentirse intimidado por controles complicados y sin tener que recorrer una larga curva de aprendizaje. Tenemos una sola acción y un sólo botón, que permiten a cualquier jugador acceder fácilmente a esta experiencia. Pero, curiosamente, esto no significa que Canabalt sea un juego fácil, sino todo lo contrario.
La dificultad del juego radica en que la velocidad a la que corres se irá incrementando constantemente, llegando un momento en el que controlar los saltos para librar las distancias se vuelve imposible, ocasionando tu muerte inevitablemente. ¿Qué debes hacer para evitar esto? Chocar contra cajas que se generan aleatoriamente, para que de esta manera se disminuya tu velocidad. ¿Sencillo? No, porque si reduces demasiado tu velocidad, puede que no alcances a recorrer la distancia del salto. Esta mecánica de juego es la que hace que Canabalt tenga una estrategia profunda, que te obliga a estar tomando micro decisiones constantemente, lo que genera una increíble descarga de adrenalina en el usuario. Y eso no es todo.
En Canabalt, los escenarios se crean aleatoriamente, y por ello nunca jugaras el mismo recorrido dos veces. No importa qué tanto juegues, nunca acabarás de dominar por completo a este indomable animal, porque, para ser maestro en cualquier videojuego, uno de los elementos principales es el aprendizaje. Pero, al enfrentar escenarios y obstáculos que nunca son los mismos, no hay manera de memorizar el juego, y por ende, es inalcanzable la perfección en él.
No sólo el gameplay hace que Canabalt sea uno de los mejores juegos Indie jamás hechos, sino que tiene otros dos elementos de alto valor: su arte y el audio. El aspecto visual del juego está sumamente cuidado y planeado para que el usuario viva una experiencia única. Abundan los tonos grises y oscuros, enfatizando la sensación de desesperación y caos. Hay varias capas en los fondos, creando un dinamismo continuo en la pantalla. Los sprites tienen una estética retro que proporciona claridad gráfica a todo lo que sucede. Y por si fuera poco, hay varios elementos visuales pequeños que le dan fuerza a la narrativa de la acción que estamos jugando, como por ejemplo, cuando te acercas a palomas quietas en una azotea y ellas salen volando.
En cuanto al audio, hay que dividirlo en dos: los efectos de sonido y la música. Canabalt tiene un fantástico diseño de audio en el que cada evento que ocurre en pantalla está acompañado por un sonido preciso. Ya sea que escuches el trote continuo del personaje sobre materiales diferentes, los cristalazos cuando atraviesas una ventana o ruidos incidentales de fondo, todos los sonidos se mezclan perfectamente, contribuyendo a una inmersión absoluta, sobre todo si estas utilizando audífonos.
Y la música, también fundamental, está compuesta por el sensacional y cada vez más reconocido Danny Baranowsky (Super Meat Boy). La única pieza musical del juego nunca se detiene, ni siquiera cuando te mueres, porque está diseñada para mantener este ritmo constante en la emoción del usuario, para que siga jugando una y otra vez.
Más que un videojuego
Es curioso que al inicio del juego diga “Tap your daring escape”. ¿Escape? ¿Acaso en el juego puedes escapar? ¡No! Canabalt no tiene final ni salida. Sin importar lo bien que lo juegues, siempre morirás. No hay manera de escapar del game over, y eso es precisamente una analogía de nosotros mismos, como usuarios del videojuego.
Sin importar las decisiones que tomemos, cuando decidamos saltar o no saltar, lo único que podemos esperar todos… es la muerte. Precisamente, el protagonista del juego, vestido con un traje (representando la cotidianidad), corre a través de un mundo gris, cada vez más rápido, como si dependiera de la velocidad para poder rebasar el límite de la pantalla y llegar… a un lugar diferente, que no sea gris. Sin embargo, siempre se embarrará a 254 km/h contra un edificio, caerá del piso 2,565 a la banqueta de la calle o se hará #$%&/( cuando le caiga un motor de 57 toneladas en la cabeza. El fin… es la muerte.
Canabalt es un videojuego muy divertido (y adictivo), además de ser una obra de arte, que puede llegar a recordarnos nuestra propia mortalidad, en el momento en que dejamos de jugar.
Y todo esto, plasmado con una elegancia y finura muy pocas veces vistas en la historia de esta industria.
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