Los Editores – Todas las escenas de acción

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La noche de los 49ers vs. Seahawks se convirtió en la noche de Nidhogg, y mientras volvíamos pensando que era lunes y que habría que dormir menos por aquello del trabajo, todo el camino estuvimos recordando los mejores momentos, las mejores escenas de La Noche de Nidhogg.

Siempre me han gustado las escenas de peleas en las películas de acción y artes marciales, me gustan en particular las que muestran coreografías espectaculares y estéticamente sorprendentes, del tipo de House of flying daggers pero también aquellas que le dan pie la comedia como Rumble in the Bronx. No ahondaré en el tema de las películas sino en la capacidad que tiene un momento, una escena de acción, para interesarnos, para que, además de prestarle nuestra atención podamos incluso emocionarnos por lo que vemos.

Nidhogg es todas las escenas de acción, “Esto es Nidhogg”. ¿Pero cómo puede ser posible tal afirmación? Creo que algo de su magia sucede en sus personajes sin atributos: un hombre pixel (¿Sr. Pixel?), un contenedor vacío que puede recibir la personalidad y las características que cada jugador le ponga cuando juegue. Y en un juego con un balance tan claro (sin power-ups, sin tiers) sólo resta ver quién es mejor y quién saca la mayor sorpresa.

Nidhogg es todas las escenas de acción”, –¿lo dije o lo pensé?– porque en realidad no es un juego exclusivamente de peleas de lo que hablo, sino un juego de llegar al otro lado (aquí podemos hacer la relación con el partido de fútbol americano). Y los duelos pueden ser tan cardiacos como circunstanciales (o bien no podría haberlos). Todo combate en Nidhogg es el último y el definitivo –o ésa es la sensación que provoca enfrentarse al oponente, sabiendo que una acción basta para acabarlo todo. ¿Y el respawn? Es darle un rewind para que la siguiente pelea vuelva a ser última y definitiva.

La rapidez con la que entendimos los controles esa noche nos hizo sentir expertos y lo que sigue son las genialidades. Vueltas de carro, saltos por las paredes, patadas en el aire… la única distinción estará en las combinaciones que cada jugador utilice. Y a pesar de estar ante personajes sin rasgos distintivos la realidad es que así es más fácil dotarlos de una personalidad: la nuestra.

El pequeño público de la noche y los: “Bueno, mi revancha y ya”, “Ya me tengo que ir… ¡pero es tan divertido!”, “¿Cómo hizo eso?”. Y los “uuuh”, y los “ahhh” al ver algo apantallante. Ante los espectadores cada movimiento es una sorpresa: uno nunca sabe cuándo alguien tomará una racha y recorrerá de una carrera todo el escenario o si ambos morirán y habrá que hacer un tie-break para ver quién debe avanzar. Tal vez una patada sea la efectiva, tal vez una vuelta evite la muerte (antes) segura, tal vez tomar una espada tirada en el piso y aventarla cual cuchillo sea el pase hacia la victoria.

De pronto, como espectador no me era difícil sentirme en alguna película de acción en donde el héroe despacha a los compinches del villano al hilo y entra a la habitación definitiva para la batalla final. Con un sentimiento mucho menos dramático, ver a alguien errar una patada y caerse a un precipicio, esquivar una estocada mientras se está agachado (en el argot nidhoggero conocido como “salto de la foquita”) o, una de mis situaciones favoritas: avanzar a gatas en los pastizales del escenario Wild sin ser detectado y, cuando se da la oportunidad, dar la carrera es no sólo emocionante sino también divertido.

En realidad no estamos ante un juego que premie el matar al oponente pero… ah, qué feliz sensación la de humillar al amigo frente a los demás con algún movimiento inesperado, lo deje vivo o no. He ahí el gancho emocional: que cada situación, que cada escena, está presentada con la posibilidad de darnos una sorpresa, de ser única.

Creo que podría quedarme viendo y jugando Nidhogg con mis amigos mucho rato (horas, días, ¿meses?), pero podríamos llevarlo más allá…

¿Quién le dice sí a un torneo Nidhogg de Atomix?

Staff Atomix
Equipo de editores de Atomix.vg