De acuerdo al maestro del horror, John Carpenter, existen dos tipos de historias de horror: las internas y las externas. Esto es que en las de horror externo, el mal viene de fuera, de lo desconocido y las cosas que no comprendemos. En las de horror interno, todo se trata de la naturaleza humana. Las historias como tales no han cambiado mucho en siglos, y es improbable que vayan a cambiar. Precisamente, las historias de horror pertenecen al grupo más inmemorial que existe, porque han logrado expresar con gran fuerza un elemento tan poderoso como el miedo, que es inagotable en sus formas.
Uno de los acontecimiento más importantes de este año en los videojuegos fue el lanzamiento de The last of us, del estudio norteamericano Naughty Dog. Este juego ha estado en boca de todos, y a pesar de tener tan sólo unas semanas en las manos de público ha generado bastante revuelo. Hay muchas razones para la popularidad y gran aceptación de este título, sin embargo, entre la extensa lista de virtudes y aciertos que tiene, hay una característica muy especial que lo hace interesante: el horror de lo conocido.
En 2013 nadie se sorprende por la publicación de libros o películas con clasificación para adultos, pero debido a la idea de que los videojuegos son un pasatiempo infantil, llega a causar incomodidad un título marcado con M de Mature (que sería equiparable al R de las películas). El problema de las temáticas adultas no es necesariamente la violencia gráfica ni el contenido sexual, sino la trascendencia moral, aquella que deja marcas de consciencia para toda la vida. Hay cierto debate sobre el género de terror en las películas, ya que mientras ese tópico puede ser una importante plataforma para la crítica moral o cultural, tanto blockbusters como películas de bajo presupuesto explotan la sangre y vísceras con un morboso ánimo de sorprender.
Quizá una de las razones por la que The last of us ha causado sensación es la postura tan humana que toma al respecto de temas bastante controversiales. El juego, para quienes no conozcan su historia, trata de un tema muy popular actualmente, el llamado “apocalipsis/holocausto zombie”. Las variables de este tópico son tantas que traspasan los géneros y escenas; las historias de zombies salieron del mercado de nicho y se han instalado en la cultura pop, en el circuito mainstream. Entre que sea por moda o rentabilidad económica, seguiremos viendo zombies por todos lados, desde recreaciones de novelas de Jane Austen hasta el gran blockbuster del verano (que no nos sorprenda ver el especial donde Dora la Exploradora afila su machete para atravesar hordas de muertos vivientes). The last of us se ubica en los Estados Unidos contemporáneos en medio del brote de un hongo que muta a las personas en una especie de monstruos, pero igualmente podría situarse en la Segunda Guerra Mundial o las Cruzadas.
El género de este juego se disputa entre acción-aventura y survival horror pero, a final de cuentas, esto no tiene la menor importancia, ya que la clasificación de los videojuegos no funciona por su temática sino en el gameplay. Aclarando eso, podemos enfatizar que la temática y ambientación de The last of us es la de horror puro, aquél de lo desconocido en el espejo. Carpenter explica que la efectividad de esta temática como medio de expresión se debe a que básicamente todos tememos a las mismas cosas, pues se tratan de respuestas instintivas que son difíciles de evadir.
Las historias de horror externo son, en cierta medida, esperanzadoras ya que implican que es posible conservar la pureza y verdad dentro de un área protegida. Su conflicto se crea cuando el mal irrumpe dentro de la burbuja, y corrompe aquello que sí funcionaba. La parte desoladora de esta visión es el vacío existencial de quienes se enfrentan a lo desconocido: si se trata, por ejemplo, de un fenómeno sobrenatural, implica que estamos solos ante lo monstruoso de la realidad espiritual; si se trata de alienígenas, entonces los humanos no son más que una mancha en el mapa intergaláctico.
El problema del horror interno es que el mal no sólo se encuentra a la vuelta de la esquina, en las escuelas, en los bancos y los parques, sino en nuestra casa y en uno mismo. Lo desolador de esto es que la Historia prueba que los humanos comunes y corrientes fueron capaces de idear la Inquisición y perpetrar el Holocausto. The Last of us muestra, precisamente, ese umbral que atraviesa la consciencia humana en situaciones extremas (más no imposibles). Su historia se funda en temas como el bien de la mayoría, la supervivencia del más fuerte, el canibalismo, el amor filial y la deshumanización colectiva. En su línea del tiempo transcurren 20 años desde la epidemia hasta los eventos principales del juego. Durante ese tiempo, los gobiernos se derrumban y el orden social se ve profundamente cambiado. En 2033, los bandidos asesinan y violan igual que en las cruzadas.
Los dos protagonistas de esta historia son un hombre que lo ha perdido todo y una niña que nunca ha tenido algo. Ellos emprenden un largo viaje que no se puede describir mejor que como “de iniciación”. A lo largo del trayecto, la compenetración de los dos personajes permite explorar el horror al que se enfrentan desde la perspectiva tanto familiar, como utilitaria. Esto automáticamente traería a la mente la premisa de que “el amor vence todas las cosas”… nada más difícil de entender. Una de las más comunes evasiones morales de la temática zombie es la violencia por sobrevivir, ya que “el enemigo” son creaturas que no califican como humanos. De ahí que tantas películas opten por tonos paródicos para las escenas de violencia. El punto más delicado en The last of us es que, a diferencia de juegos similares, no tiene variedad de monstruos, el verdadero horror está en los humanos mismos. En los seres completamente racionales que deciden comer a sus hermanos y abusar de sus hijas.
Durante los 20 años desde el brote, el protagonista ha aprendido a matar para sobrevivir, diríamos, por razones legítimas, y por el otro lado está el contraste de la niña inocente. ¿Cómo puede ser una niña de 14 años inocente al haber crecido sin padres en un mundo caótico? Ahí está otro conflicto, la inocencia como un regalo inesperado y su pérdida. A pesar de mostrar un carácter combativo y cínico, la niña de la historia parece no entender qué sucede en el mundo, por lo que requeriría de cierta protección. Ella ha sido abandonada en más de una ocasión, así es como aprende poco a poco las reglas de los hombres. Conforme avanzan en su viaje, enfrentan lo ajeno que puede ser un zombie, con su falta de entendimiento o apego emocional, lo cual no debería representar algún dilema moral; durante el trayecto evitamos confrontar lo evidente, tomar una vida humana puede ser más sencillo que la defensa, puede ser tan simple como dar los buenos días. A lo largo del juego hay escenas muy desoladoras, donde los personajes son enfrentados con las consecuencias de sus actos sin poder dar una justificación definitiva. La llamada “culpa del sobreviviente” aqueja a los dos protagonistas de forma incesante, generando dilemas aun más profundos.
En esta historia no hay justificación para arrasar con vidas humanas de forma divertida. Vemos en primera persona cómo las manos se manchan de sangre (esto no con énfasis gráfico, sino moral). The last of us es una fuertísima experiencia emocional que se vuelve más pesada capítulo a capítulo, una dolorosa tesis sobre el horror que acecha desde adentro.