
En agosto de 1995, los salones arcade japoneses recibieron un soplo de aire fresco. Street Fighter Alpha, también conocido como Street Fighter Zero en Japón, irrumpía como una precuela inesperada de Street Fighter II, pero con una identidad tan marcada que parecía reinventar la saga desde sus cimientos. Hoy, tres décadas después, su legado sigue latiendo en cada combo encadenado, cada pixel art vibrante y cada enfrentamiento que nos hizo sudar frente a la máquina.
Capcom venía de años de exprimir Street Fighter II con múltiples reediciones. La fórmula era exitosa, pero comenzaba a mostrar signos de desgaste. Entonces llegó Alpha, con una estética anime que rejuvenecía a los luchadores, rediseñaba escenarios y apostaba por una narrativa más cohesionada. Era un puente entre el pasado y el futuro, entre el clásico y lo experimental, apostando por el estilo.
Lo primero que atrapaba era su apartado gráfico. El pixel art alcanzaba un nuevo nivel de detalle y fluidez. Las animaciones eran suaves, expresivas, casi cinematográficas. Ryu, Chun-Li, y compañía no solo se veían más jóvenes, se movían con una elegancia que contrastaba con la rigidez de entregas anteriores. El diseño de personajes, influenciado por el anime de los 90, conectaba con una nueva generación de jugadores que buscaban carisma.
Pero Alpha no se conformó con verse bien. Introdujo mecánicas que redefinieron el ritmo de combate. Por primera vez, podías defenderte en el aire, lo que añadía una capa táctica al juego aéreo. Los Chain Combos, heredados de Darkstalkers, permitían encadenar ataques normales en secuencias fluidas y devastadoras, mientras que los Alpha Counters ofrecían una forma de contraatacar tras bloquear, si tenías suficiente energía.
La barra de súper, tomada de Super Street Fighter II Turbo, se expandía a tres niveles. Esto no solo multiplicaba las posibilidades estratégicas, sino que convertía cada enfrentamiento en una danza de riesgo y recompensa, haciendo que los jugadores decidieran si querían conservar la capacidad máxima de niveles o utilizar cada uno de forma rápida pero constante.
Narrativamente, Alpha se situaba entre el primer Street Fighter y Street Fighter II, permitiendo explorar el pasado de personajes icónicos y presentar nuevos rostros como Charlie, Rose y Dan. Era una oportunidad para profundizar en los vínculos, rivalidades y motivaciones que hasta entonces únicamente se intuían. Aunque la historia no era el foco principal, su presencia ayudaba a construir un universo más rico y coherente.
Treinta años después, Street Fighter Alpha sigue siendo una referencia. No solo por sus innovaciones técnicas, sino por su capacidad de capturar una época. Fue el primer paso hacia una narrativa más ambiciosa, una estética definida y una jugabilidad refinada. Su influencia se siente en títulos posteriores como Street Fighter III y Street Fighter IV, que tomaron sus ideas y las llevaron aún más lejos.
