Los niños y los borrachos siempre le dan su poder a Gokú para hacer la Genkidama.
Por Mariana Orantes (@Maorant)
I
Kame-Hame-HAAAAAAAAAAAAA… gritaba mi compañero de pupitre en la primaria, después de que nos cambiaran de lugar por mala conducta y nos pusieran juntos. Le saqué la lengua, me aventó el suéter azul raído de la primaria Vini-Cubi –la primaria más pobre del sector y en la que viví años intensos al final de mi infancia–; yo le tiré su lápiz, el lanzó mi goma por la ventana y cada día había un nuevo drama: maestra, José Luis no me deja de lanzar kamejamejas.
A pesar de que no soportábamos estar juntos sin hacer una maldad, nos reíamos mucho: reí cuando mi goma se fue por la ventana, reí con las burlas del uno al otro, reí a carcajada suelta con el kame-hame-ha. Sólo a mí me lanzaba tan mortífero poder, otras niñas no veían la caricatura o no comprendían ¿Kamekame qué? Tal vez por eso, con el paso del tiempo, nos hicimos buenos amigos y hacíamos lo que hacían entonces los amigos: cantar el opening de Dragon ball como si fuera un himno, juntar estampillas en un álbum, platicar sobre el episodio del día anterior, hacer más kame-hame-has y –por supuesto– darle nuestro poder a Gokú para la Genkidama a la menor provocación.
II
El maestro Roshi está en la arena, disfrazado como Jackie Chun y dispuesto a pelear con Gokú en la 21° edición del Tenkaichi Budoukai o mejor conocido como Torneo mundial de las artes marciales. Usa una peluca grande y exagerada, azul claro o como me gusta llamarlo, azul doragon. Lejos han quedado las gafas oscuras y redondas que ocultan su pervertida mirada; lejos quedó la camisa hawaiana, las sandalias y los pantalones cortos de estilo relajado. Ahora viste uniforme negro con bordes blancos.
El maestro Roshi decidió entrar al torneo para probar una máxima de vida que enseñó a sus alumnos: siempre hay alguien mejor, y por lo tanto, el entrenamiento debe continuar. Ya venció a Yamcha y a Krilin, sólo tiene que vencer a Gokú. Después de utilizar la técnica ilusión de imagen, Gokú copia el truco y el maestro Roshi decide utilizar la grandiosa, incomparable y absolutamente genial técnica del puño borracho: “Estoy seguro de que no podrás imitar este truco porque nunca has estado ebrio”, le dice Jackie Chun a Gokú, después de varios golpes, y tiene razón; Goku es un niño, no sabe lo que es estar ebrio ni cómo son los movimientos erráticos de un borracho; no sabe que el tambaleo da un sensación de que cualquier cosa puede seguir a continuación: no se puede adivinar si el movimiento va hacia la izquierda o la derecha, lo cual hace difícil esquivar los golpes; no sabe que la festividad inconsciente, cuando uno está perdidamente ebrio, convierte al borracho en alguien vulnerable. No sabe lo que hace, dicen los amigos con indulgencia y así el contrincante subestima el verdadero poder del puño borracho.
“Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad” dice la sabiduría popular y aunque en realidad no sabemos si es una verdad universal, existe una extraña relación entre los dos. En otros lugares dicen “los niños son como pequeños borrachos” para notar que sus acciones erráticas pueden ser parecidas. Así, Goku, muy inteligente, para combatir el puño borracho decide utilizar el puño loco, una combinación de movimientos erráticos propios de un mono juguetón y que, por su condición de niño, puede manifestar con mayor facilidad, dándole una ventaja para confundir al adversario. Me recuerda un poco a la técnica que utiliza Ranma, el puño del gato, aunque él no tiene control sobre su estado.
III
Durante la película El mono borracho en el ojo del tigre o mejor conocida como El maestro borracho (1978), Jackie Chan, en el papel del legendario Wong Fei Hung joven, aprende la técnica de los 8 dioses borrachos. Para alguien como yo que gusta de beber como cosaco, ver la película fue una revelación: cada que me ponía ebria quería hacer kung fu y aplicar esta técnica mortal a la menor provocación.
Pero la técnica no es de Jackie Chan (o Wong Fei Hung, en la película) sino del maestro borracho, es decir, de aquella figura del folclore chino: el vagabundo excéntrico, campeón en técnicas de bastón, el Mendigo So, conocido también como So Hua-qi o So Chan, parte de los Diez tigres de Cantón.
Durante varias décadas de cine cantonés, se retomó la figura de Wong Fei Hung, pero como héroe solemne y figura emblemática del Kung fu, porque no ganaba las peleas sólo por ser fuerte, sino por su disciplina, su compasión y otras virtudes que lo hacían un personaje moralmente superior. Pero durante la década de 1970, los hermanos Hui (Michael, Sam y Ricky) y otros artistas lograron un cambio en la cultura cantonesa: el cine relajó sus formas y aceptó la comedia que alcanzó popularidad como género. 
Ese cambio permitió que el héroe cantonés fuera representado de forma diferente y Wong Fei Hung lució como un muchacho atolondrado con problemas para acatar órdenes. De los Diez tigres de Cantón, resaltó la figura del Mendigo So, porque utilizaba la técnica del borracho, eso en pantalla era muy gracioso y daba pie para numerosos gags. Para encarnar el papel del Mendigo So, el director y hasta entonces coreógrafo Yuen Woo Ping escogió a su padre, el alegre Yuen Siu-Tien. Por entonces, el fracasado Chan Kong Sang, se había cambiado el nombre a Chen Long para remplazar al ídolo Bruce Lee. Como no pudo lograr tal tarea, decidió con gran tino cambiar el giro de su actuación y realizó el papel de Wong Fei Hung joven con tonos cómicos. La película tuvo un gran éxito y sirvió como trampolín para la carrera del joven Chan Kong Sang, que después sería mundialmente conocido como Jackie Chan.
Yuen Siu-Tien filmó otras películas en el papel del maestro borracho y se convirtió en su imagen icónica, aunque murió poco tiempo después de un paro cardiaco. Su filmografía como maestro borracho incluye El gato borracho maestro de Kung fu, Artes borrachas, puños rotos y La danza de la pantera borracha, por mencionar algunas. Jackie Chan en la película El reino prohibido (2008) retoma la figura del maestro borracho creada por Yuen Siu-Tien y así el alumno rinde homenaje al maestro.
IV
La última vez que vi con emoción infantil un capítulo de Dragón ball había tomado una enorme y estúpida cantidad de vodka, entre otras cosas. Tirada en la sala del departamento, la televisión encendida en un canal que no recuerdo, tomé el control remoto y comencé a cambiar los canales con insistencia. De repente, vi el clásico dibujo y los colores que me emocionaron tanto en las tardes de canal 5. En el capítulo Gokú, como hace tantos años ya, necesitaba mi energía para crear la Genkidama y lo único que puedo decir para finalizar es que los niños y los borrachos siempre le dan su poder a Gokú para hacer la Genkidama.
Conoce al colaborador
Mariana Orantes (Ciudad de México, 1986) Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA generación 2011-2012. Ha publicado el libro de cuento infantil “Érase una vez en Los Beatos” (CONAFE 2012). Becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas generación 2014-2015. Tiene cuatro gatos como fuente de inspiración. Colabora en el proyecto Terrario
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