The Witcher no posee tal vez el éxito mediático de La Casa de Papel. Ni el viral de El Juego del Calamar. Pero es la apuesta de Netflix en un género que, después del éxito de Game of Thrones, se ha buscado explorar. Esto le brinda un estatus único: el de una serie que ofrece una temática de nicho, como la fantasía dura, para un mercado amplio. No por nada fue, durante estos últimos dos años, el producto más promocionado por el servicio.
A diferencia de otras adaptaciones literarias y de fantasía a la pantalla chica o grande, que van desde El Señor de los Anillos y Harry Potter hasta Crepúsculo, The Witcher tiene una peculiaridad. La mayor parte de los fans que conocen la franquicia no han leído la serie de libros, sino que han llegado de una tercera versión mediática que son los videojuegos. Esto complica todo porque tienes un material fuente que no sólo es distinto al que dicho público conoce, sino que su autor (Andrzej Sapkowski) ha recalcado que ni siquiera tiene relación real con lo que plasma en sus relatos.
Tuvimos una primera temporada exitosa, pero que es compleja de calificar. A nivel técnico y en pantalla, tenemos un producto visualmente atractivo. Henry Cavill, si bien construyó su identidad de personaje con base en los juegos, crea un retrato interesante de Geralt de Rivia. Se plasma El Continente como un sitio decadente, pero lleno de secretos. Y, a su medida, respetan ciertas características de la obra original aunque se entiende lo complicado que es adaptar un libro y medio en unos cuantos episodios.
Hace unos días, después de dos años, se estrenó la segunda temporada. Lo que viene no es una reseña. No tiene como intención plasmar una opinión cualitativa ni cuantitativa de lo que es la serie. Su objetivo es diferente: establecer por qué se ha convertido en un elemento que no sólo ha señalado las diferencias entre el fandom, sino que lo ha dividido más. Especialmente debido a la manera en que se ha adaptado la obra a la pantalla, con diversas deficiencia.
Se evitarán los spoilers tanto como sea posible, porque la intención no es que dejes de verla. Sino que, al márgen de lo señalado aquí, puedas mirar los ocho episodios y brindar tu propia opinión. Ya sea si vienes de los juegos, si tuviste contacto con los libros o si disfrutaste de la serie sin pasar por ninguno de los otros medios que conforman la franquicia.
Hay un detalle que se ha aplaudido y es que la serie resalta de manera importante el personaje de Ciri. No es spoiler, dado que su parte de la trama ha sido ampliamente promovido por Netflix durante los últimos meses. Si bien hay escenas que sobran, o momentos en los que sus relaciones con otros personajes no fueron construidas de la manera más adecuada, es claro que la adaptación busca poner en su rol los reflectores. Razón no les falta.
Los libros dejan bien en claro la importancia que tiene, el rol que debe cumplir. Pero se difumina este papel a lo largo de siete libros en medio de las aventuras del Lobo Blanco. Tan es así que incluso los juegos llegan a pasar por alto, en la mayor parte de su trama, el gran potencial que tiene como personaje. No se trata sólo de una potencial guerrera o de una hija adoptiva para la pareja protagónica. Mirar el entorno desde su punto de vista revela muchas luces respecto a lo que puede dar y, por supuesto, esto podría considerarse un acierto.
Triss es otro personaje que ha sido, digamos, ascendido. Los fans le ganaron cariño gracias a los juegos, mientras que en los libros era un mero personaje secundario. Ahora cuenta con más peso en una adaptación que no sólo le ha dado más diálogo, sino que ha recuperado sus momentos más memorables en la saga para ponerlos en el escaparate. Es, quizá, la primera muestra del peso salvaje que tienen los gamers como público objetivo de esta serie.
Visualmente es una belleza. Queda claro que los niveles de presupuesto no están al nivel aún de lo que gastaba HBO para construir los episodios de Game of Thrones. Pero sí se ve un mejor trabajo a nivel de CGI, de coreografías al momento de combatir, así como de vestuario y maquillaje. Sí, parte de los dos años de espera se deben al parón que trajo la pandemia. Pero también a que, ante el éxito, se tuvieron las posibilidades de elaborar con mayor detalle estos apartados. El salto, naturalmente, es ampliamente notorio.
La adaptación, por otra parte, les ha dado oportunidad de explotar el amplio bestiario que tiene la serie. Seamos francos: si bien las intrigas palaciegas y enseñanzas crueles son importantes en esta historia, visualmente lo que más atrae de un relato sobre un cazador de monstruos es la misma cacería. Cuando además cada bestia necesita de sus propios elementos para ser asesinada, tenemos un amplio abanico para sacarle provecho en cuanto a recursos en pantalla y escenas de acción. Sumemos un correcto uso de CGI, efectos prácticos y giros de guión. Es, por supuesto, lo mejor de la serie.
Henry Cavill se ha preparado mejor para su personaje. En la primera temporada se llegaron a parodiar sus “recursos actorales” un tanto planos. Si bien interpreta a un personaje relativamente frío, queda muy claro esa evolución emocional que tiene en torno a diversos personajes. Freya Allan, si bien es mayor para la edad en la que la pone el papel, se vuelve entrañable con lo que logra su rol. Anna Shaffer aprovecha los momentos de brillo que la serie le da a Triss y que los libros no tiene, mientras Anya Chalotra deja en claro que Yen, debajo de todas las capas de mujer fatal, tiene incertidumbres y dudas muy terrenales. Las cuales, por supuesto, deja en claro de forma más que convincente.
La serie también deja bien en claro que su público principal son los jugadores. La historia puede no estar conectada con los juegos, pero los episodios presentan de vez en vez easter eggs y detalles que aluden a los títulos. No son peculiarmente relevantes para la trama, pero sí son un mero dulce para quienes jugamos especialmente el tercer título. Reconocibles a simple vista, además.
Hablamos de una división del fandom, especialmente en esta segunda temporada. ¿Pero qué lo divide? Básicamente la adaptación. En la primera temporada los guionistas habían tenido conflictos para conta tres historias y aludieron a saltos temporales complicados. En esta segunda, simplemente, lograron muchas de las virtudes anteriores utilizando el mismo recurso que CD Projekt Red: despegarse de lo contado en los libros.
Tienes algunos relatos pendientes de El Último Deseo y La Espada del Destino desde la primera temporada. Cuentas con un libro entero como La Sangre de los Elfos y buscas dar una introducción a El Tiempo del Odio. Básicamente cuatro libros que deben caber en ocho episodios. Una tarea compleja que resolvieron comprometiéndose más con el hecho de crear su propio universo que retratar uno. Justo como lo hizo en sus juegos el estudio polaco.
Basta con llegar al segundo episodio para notar que los escritores han decidido utilizar su propia narrativa para contar una historia por sí misma que para rellenar los huecos dejados por el relato original. Esto, incluso, sacrificando personajes que pese a no ser protagónicos si llegan a tener un peso posterior. El notar estos aspectos aliena a quien ya conoce la obra original. Primero genera algo de confusión en lo que descubre que la serie seguirá un camino en cuanto a trama ampliamente diferente al de los libros. Después, dependiendo de cómo se sienta con la historia resultante, se sentirá aliviado o decepcionado.
Es justo este detalle lo que divide las reacciones respecto a esta temporada. No sólo entre los fans de la franquicia y el público que sólo ha visto a la serie, sino entre el propio fandom. La narrativa resultante no es mala por sí misma, pero llega después de dos años con promesas en las que se ha asegurado que las aventuras vistas en los libros serían retratadas a lo grande. Simplemente es algo que no sucede. No es de extrañar que las mejores opiniones de esta parte en la trama vengan de quienes no han leído la obra original, mientras que genera diversos grados de rechazo entre aquellos que sí lo han hecho.
El argumento, sin embargo, no termina de amarrar. En primera instancia, viene arrastrando un problema de situaciones no resueltas en la primera temporada. Detalles que se sacrificaron en la parte anterior para dar cliffhangers o momentos épicos que se ahorraron para dar espacio a otros terminan amontonándose en las nuevas historias que se quieren contar.
Incluso hay personajes y elementos de este universo donde el guion no profundiza porque da a entender que lo hará en la tercera temporada. No importa si hay capítulos que tengan por título el nombre de ellos. Esto deja un sentimiento de que, pese a sacrificar buena parte de la narrativa original, los guionistas están luchando por compactar en muy poco tiempo una amplia cantidad de contenido quedándose cortos en el proceso.
Game of Thrones resolvió este tema contando, hasta donde pudo, un libro por temporada. El Señor de los Anillos lo hizo en la trilogía original relatando uno por cinta y Harry Potter también, salvo en el último tomo. Pareciera que los productores y guionistas están conscientes de que hacer esto significaría un esfuerzo de largo aliento con ocho libros por adapta, con Netflix siendo capaz de cortar el proyecto en cualquier momento. De ahí la prisa de no sólo colocar tanto material como sea posible. También de conectarlo cuanto antes con una serie de libros que, en teoría, transcurren después del final definitivo y además podrían considerarse fan fiction.
Sí, se inventan muchas tramas y elementos para sortear la problemática anterior. Lo cual no sería problema si fuera para rellenar espacios que el autor original no contó o dejó inconclusos (como Nightmare of the Wolf). El tema aquí es que no sólo contradicen la obra original, sino que no son consecuentes con temas que este mismo universo está planteando. Lo que hace el separarse tanto de los libros es que hace más evidentes dichos fallos al no estar sustentados en la base literaria que sostiene a la franquicia.
A diferencia de otras franquicias, los fans se dividen entre quienes leyeron los libros y quienes no. Esto de entrada ya genera una división, pues el leer la obra original da un punto de vista muy diferente acerca de toda la franquicia. Sumemos, ahora, a quienes arribaron por la adaptación de Netflix. Algunos de ellos han jugado los títulos de CD Projekt Red, otros han comenzado a disfrutar de los relatos y un puñado más ha hecho ambas cosas.
La serie, como se ha mencionado, fue vendida como una adaptación durante más de un año. El producto, sin embargo, quedó muy lejos de serlo. La respuesta que ha generado el hecho en las diversas comunidades ha logrado que estas divisiones se marquen de manera más evidente. Hay quienes no están de acuerdo con la manera en que se adaptó la obra, mientras hay quienes la consideran una maravilla.
Muchas veces el trasfondo respecto a lo que han consumido de la franquicia queda ampliamente a la vista al momento de sustentar estas opiniones. Ojo, que no se está alentando el gatekeeping. Si no has leído las historias y la serie te pareció original, tu opinión no sólo es muy valiosa. Deja muy en claro para qué público fue construido el proyecto.
Cuando las diferencias en un fandom quedan marcadas por un producto o un hecho, es inevitable tener fricciones. Tanto de un público, lector, que no se siente tomado en cuenta por el producto final, como de uno que siente sus puntos de vista invalidados por no serlo. Las discusiones respecto a qué tan válido es esperar un retrato fiel de la obra literaria comienzan a subir de intensidad en lo que alguna vez fueron espacios más que respetuosos.
Queda muy claro que The Witcher está siendo un hit y va a continuar. También son evidentes tanto sus aciertos como sus errores, tanto en adaptación como en construcción de argumento. Sin embargo los fans, todos, tendremos de aquí al comienzo de la siguiente temporada en asimilar una gran verdad: esto ya no es una adaptación, un retrato de la obra de Sapkowski. Es un contenido con raíces en ella, pero con vida y dirección propia. Al considerar esto, quizá sea más fácil y menos divisivo el recibir los episodios que vienen en camino.