He perdido la cuenta de las veces que he asistido a convenciones, tanto de anime, coleccionismo y videojuegos, donde he visto gente haciendo cosplay. Hace unos años, a estas personas no se les tenía la aceptación con la que ahora gozan, también producto de una globalización y expansión de los artículos en los que se inspiran, como series de televisión, cómics, películas y mucho más. También en estos años, México se lo ha tomado en serio a tal punto, que se ha convertido en un serio rival para naciones como China, Corea del Sur y Japón en lo que respecta a cosplay; a personificar a tu personaje favorito y crear una secuencia sobre el escenario. Ya era hora de hablar seriamente de cosplay.
Los orígenes del cosplay son variados de acuerdo con la región del mundo en la que te encuentres; principalmente en Japón y debido al enorme potencial comercial de esta actividad, se les atribuye a las convenciones de anime y manga a inicios de los años 70 como el nacimiento del cosplay, sin afán de convertirse en algo profesional. El término “cosplay” se le atribuye a Nobuyuki Takahashi, quien a mediados de esa década comenzó a notar un auge entre las personas que se disfrazaban de sus personajes favoritos, como es el caso de los héroes Ultraman y Astro Boy; en japonés, la palabra “kasou” era la primera en usarse para referirse a este tipo de actividades, evolucionando a “kasou show” o “hero play” debido a las interpretaciones que realizaban las mismas personas con los trajes puestos.
Takahashi-san y su grupo de amigos, pronto se dieron cuenta de lo anticuada que era la palabra “kasou” para todo lo que estaban viviendo; ya en esa década, Japón daba los primeros pasos en un proyecto cultural que se vería consolidado en los años 90, llamado Soft Japan, donde el entretenimiento como el anime, manga y tecnología serían un factor cultural que generaría influencia en todo el mundo, un modelo de imitación irresistible en términos comerciales. Para 1983, Nobuyuki-san emplearía la palabra “cosplay” y, de ahí en adelante, bautizaría a una revolución para los que son seguidores de uno o varios personajes ficticios.
Inglaterra Martínez creció en un entorno donde hablar de cosplay no era cosa común; tan solo imaginarse en el traje de uno de sus personajes favoritos sonaba distante, pero no imposible. Ella es una de las pioneras en la formalización del cosplay en México al punto en que, en su etapa universitaria, realizó una tesis sobre este fenómeno cultural y la forma en que lo vivía en nuestro país. Su perspectiva ha cambiado con los años, pero la esencia permanece: la emoción, el empeño por realizar un traje de buenos acabados, materiales y accesorios. Aquí nos comparte un poco de su experiencia.
Inicié en 1994 cuando el término cosplay ni siquiera se escuchaba; éramos simplemente “disfrazados”: sólo tres niños y una niña, es decir, yo. Todo fue debido a mi fascinación por Chun-Li. Un día saliendo de la escuela, mis compañeros me llevaron a jugar Street Fighter II cuando todavía era novedad; tuve mucha suerte y les gané a un par de ellos. Como me entusiasmé mucho con el personaje ¡les dije que quería ser como ella! Ellos, enojados, me dijeron que no lo lograría jamás; ahí fue donde empezó esta historia. Sin saber nada de corte y confección, me propuse hacer el traje modificando un leotardo y me lo puse por gusto un par de veces; una de ellas en la convención Roca Poca donde me dijeron que me había equivocado de día porque el concurso de disfraces era al siguiente día. Quedé entre los ganadores y a partir de ese momento comencé mi pasión por el cosplay.
Sí, ya que, así como hay gente que aprecia mi trabajo de una manera sana, también están algunos haters que me han elegido en ocasiones para desahogar sus propias frustraciones e incluso aquellos que han llegado al punto de obsesionarse conmigo por mi faceta de cosplayer.
Sí, aunque he portado algún atuendo sensual con el objetivo de representar al personaje como tal, no han faltado los que no conocen al personaje ni se interesan en éste, sino en el hecho de que la caracterización les llama la atención de una forma morbosa y me lo han dejado saber de modos bastante desagradables.
Creo que es el hecho de poder convertirte por un momento en un personaje al cual admiras o cuyas características te inspiran, además del glamour que trae consigo el posar para las cámaras y ser reconocido.
En mi época sólo había titulación examen profesional y me recomendaron que hiciera mi tesis sobre un tema que me apasionara. Recuerdo que en una edición de La Mole Comic Con, nos tomaron una foto a un amigo y a mí (vestida de Morrigan de Darkstalkers) y cuando la publicaron, fue para ilustrar el artículo de Germán Vázquez, El Cosplay: Pasando de ser diversión a profesión, Atomix, mayo del 2000. Mi idea surgió de ahí; la presenté en la Facultad de Derecho y, hartos de las tesis repetitivas, me solicitaron que el tema fuese novedoso y tuviese aplicación práctica. No había una sola tesis al respecto, no sólo en México, pues tengo entendido que también en varios países, y yo misma era el ejemplo de su aplicación al trabajar como cosplayer. Todo se conjugó y me titulé gracias al cosplay.
Pienso que efectivamente ha mejorado mucho en la última década: ha ido evolucionando hasta convertirse en un pasatiempo muy popular y sencillo de hacer. En mis inicios, era casi imposible conseguir pelucas de colores y materiales; hoy creo que para hacer cosplay en México sólo hacen falta ganas de hacerlo porque todo está al alcance de la mano (y a un clic de distancia).
Debo ser muy organizada y muchas veces sacrifico horas de sueño para completar mis proyectos de cosplay. Actualmente mi trabajo como abogada absorbe casi todo mi tiempo, pero cuando surge una propuesta que me motiva, me administro de forma tal que pueda con mis actividades diarias y las relacionadas con mi pasión por el cosplay.
Solía tener una página web donde describía cada traje y el público en general me preguntaba detalles específicos sobre la elaboración; incluso he dado conferencias al respecto, realicé tutoriales para algunas publicaciones impresas y videos explicativos de YouTube. Actualmente respondo algunas preguntas a través de mi fan page en Facebook y tengo pensado seguir haciendo tutoriales en la misma, así como mi canal.
Le diría que, si bien es cierto que no es un trabajo común, también requiere de disciplina y dedicación reales si se tiene la meta de hacerlo de forma profesional. Puede ser discutible su duración o quizá la relación costo/beneficio en comparación a trabajos más tradicionales (como el de un oficinista, por ejemplo) pero no quiere decir que no sea real. Yo misma he sido contratada como cosplayer por grandes compañías de videojuegos (Nintendo y Capcom) y para participar en convenciones como T.N.T. y La Mole, además de desempeñarme de manera formal como lo haría en cualquier otro trabajo. Recientemente en la T.N.T. de principios de febrero del 2018 estuve con una marca reconocida en una demostración sobre cómo hacer un cosplay – de Chun-Li por cierto.
México ha crecido en cuanto al cosplay de forma vertiginosa e innegable; me da mucho gusto saber que como país hemos estado entre los orgullosos ganadores del WCS, demostrando que los mexicanos tenemos talento y verdadero aprecio por el cosplay con calidad internacional.
