Durante los años 90, las series de dibujos animados tomaron un importante giro, enfocando sus tramas principalmente al mundo de la imaginación infantil, tocando toda clase de temas de una manera muy especial, presentando situaciones verdaderamente fantásticas, sobre todo por parte de Nickelodeon con caricaturas como Rugrats. A pesar de que la maravillosa Hey, Arnold, también usaba recursos no reales y hasta sobrenaturales, se enfocaba principalmente en resaltar lo divertido que puede ser la vida cotidiana de cualquier niño
La narrativa en la mayoría de los capítulos de Hey, Arnold, era simple y muy fácil de digerir, esto claro, sin perder calidad en ningún momento. Los objetivos de los autores siempre fueron claros: contar historias aptas para cualquier tipo de público que dejaran un importante mensaje, fueron una constante a lo largo de todo el tiempo en el que pudimos disfrutar de esta auténtica maravilla de las series animadas.
La atmósfera siempre fue uno de los puntos más fuertes de esta caricatura. A pesar de que en ningún momento se confirmó en qué ciudad se desarrollaban todos los acontecimientos en la vida de estos personajes, por la arquitectura y zonas que vemos, podemos deducir que se trataba de algún suburbio de Nueva York o la región de Nueva Inglaterra, como Boston.
Las calles llenas de pórticos, tiendas, sinagogas y parques, hacían brillar de manera muy importante toda la dirección artística de la serie. Sumado a lo anterior, vale la pena resaltar lo increíble que era la casa de huéspedes en la que vivía Arnold, pues además de contar con personajes increíblemente interesantes como Óscar, tenía el cuarto de ensueño para muchos de nosotros. Controlar el sillón y persianas con un control remoto, además de que el techo fuera de cristal, lo hacían más que fantástico.
La personalidad de Arnold era por demás interesante y contrastante. Por alguna razón, este preadolecente tenía una manía por siempre estarle resolviendo la vida a sus semejantes, muchas veces cumpliendo con su cometido, pero algunas arruinando la situación aún más. Se me viene a la mente mucho los capítulos en los que interactuaba con Eugene, sobre todo en el que decide comprarle un pez ángel, mismo que tiene un final muy triste, pero increíblemente divertido. También tenemos en el que en un intento por enmendar la bicicleta destruida de este desafortunado personaje, Arnold organiza todo un día de diversión para él, en el cual, por supuesto, todo sale mal.
Dentro de todos los capítulos que tuvimos la oportunidad de disfrutar en esta maravillosa serie, existen un par que recuerdo con especial cariño. El primero de ellos nos cuenta la historia de un hombre ermitaño amante de las palomas. El hombre paloma es uno de los episodios más melancólicos de toda la serie, siendo muy introspectivo y hasta filosófico en algunos momentos. En especial el final, aún provoca que se me forme un nudo en la garganta, pues a pesar de no ser triste, transmitía un sentimiento de perdida y a la vez trascendencia, muy importante.
También tenemos el maravilloso capítulo del Chico del Pórtico. De alguna manera, en Hey, Arnold, los escritores conseguían hacer de lado estereotipos marcados y muy famosos, para insertar los propios, mismos que funcionaban casi a la perfección. En este episodio, se nos hablaba de un joven claramente mayor que los protagonistas, que por traumas internos, simplemente no podía dejar su pórtico, hasta que la misma presión social y por supuesto, la ayuda de Arnold, hacen que por fin supere su miedo. Una verdades joya. ¡El chico del pórtico lo dejará! Mención honorífica al capítulo del tren fantasma.
La historia de los padres de Arnold es por demás trágica. En uno de los capítulos, se nos cuenta porqué es que vive con sus muy divertidos abuelos. Los papás del famoso cabeza de balón eran exploradores, y en una de sus expediciones por Sudamérica, simplemente desaparecieron, no pudiendo cumplir con su promesa de regresar con él.
Una de las épocas en la que la personalidad de muchos se define para siempre, ya sea por una situación u otra, es el momento en el que estamos por convertirnos en adolescentes, pues a pesar de no ser adultos aún, ya tenemos conciencia propia, la cual, se ve fuertemente impactada por todos los eventos que nos ocurren.
De este punto es del que prácticamente toda la serie se apoya, pues cuenta con personajes que justamente tienen que lidiar con este tipo de conflictos de la manera en la que mejor podían.
Muy probablemente, el caso más claro para ilustrar lo anterior era Helga G. Pataki. La autora del apodo “cabeza de balón”, es probablemente (psicológicamente hablando) el personaje más interesante de toda la serie, pues a lo largo de todo el tiempo que tuvimos la oportunidad de conocerla, nos presenta dos personalidades muy fuertes, increíblemente marcadas que nos hacen amarla a más de uno.
Como muchos recordarán, Helga tiene una obsesión amorosa por Arnold, la cual, llega a niveles verdaderamente preocupantes, pues incluso le tenía un altar para alabar su figura. Esos increíbles momentos en los que luego de insultarlo, soltaba algún verso en prosa para expresar su amor. Nos queda claro que este era el personaje favorito de los escritores, pues además de tener todos los conflictos antes mencionados, se hacían constantes referencias a su vida familiar, misma que también era bastante complicada.
Hey, Arnold terminó de manera definitiva en 2004 con un capítulo verdaderamente devastador que si no han visto, recomiendo ampliamente que lo hagan. Su escritor, Craig Bartlett, quien también nos entregó Rugrats, sólo volvió a trabajar en una caricatura llamada Dinosaur Train, misma que casi no tuvo exposición.
Resulta bastante complicado saber si en algún momento, nuestra amada caricatura podría regresar, sin embargo, podemos tener la esperanza de que en algún momento, los caricaturistas retomen la tendencia de hacernos ver que por más cotidianas que lleguen a ser nuestra vidas, las cosas se pueden ver de manera fantástica.
Espero que hayas disfrutado de esta remembranza tanto como yo disfruté de escribirla. Ojalá compartas tus comentarios y opiniones al respecto, me encantaría saber cuántos de ustedes tienen a Hey, Arnold como una de sus series animadas favoritas.