Por José M. Saucedo
Final Fantasy es una franquicia muerta, y con esto no me refiero a que sus juegos hayan dejado de vender, sino a que presencia como tal ha dejado de importar. Durante la última década del Siglo XX y los primeros años del Siglo XXI, la serie de RPGs creada por SquareSoft era consideraba la más importante e influyente dentro de la industria de los juegos de video; no importaba si se lanzaba un título mejor logrado o más exitoso, la atención del mundo estaba puesta únicamente en la nueva entrega de esta franquicia, en su música, su historia, sus personajes y la reinvención de su propia mitología, publicando un éxito tras otro desde 1987 hasta el 2002. Entonces, ¿qué fue lo que acabó con esta serie? Hollywood, eso fue lo que pasó.
Con la intención de reinventar la forma en cómo se producía una película de manera similar a como lo habían hecho con los juegos de video, la compañía liderada por Hironobu Sakaguchi invirtió todos sus recursos en la creación de Final Fantasy: The Spirits Within, una cinta de animación “fotorealista” (para la época) que si bien impresionó a muchos por sus logros a nivel tecnológico, su historia y sus personajes no tuvieron la respuesta esperada por parte del público, la crítica y los fanáticos de la propia serie, provocando uno de los fracasos comerciales más grandes en la historia del cine y dejando a su compañía productora cerca de la bancarrota.
En este momento bien podríamos hablar de todo lo que está mal con Final Fantasy: The Spirits Within pero el tema no es lo que no hizo, sino lo que provocó. Cancelación de decenas de proyectos y la autorización de otros que en otro momento jamás se hubieran concretado, cambios a nivel directivo, despidos, reestructuraciones y al final, su venta / fusión con Enix, quienes fueran sus rivales durante más de una década.
Aunque la década que siguió a la salida de Final Fantasy: The Spirits Within vió una increíble cantidad de títulos experimentales, nuevas IP e intentos desesperados de la compañía por recuperar el lugar que tenía su franquicia estrella, la compañía ahora conocida como Square Enix no regresó al mundo del cine sino hasta el 2005 con Advent Children, la última pieza en un proyecto multimedia conocido como “Haciendo eco de la ”, que no era más que una forma de explotar al por mayor lo que para muchos era la entrega más exitosa de esta franquicia. Un polo completamente opuesto a su primera cinta, esta segunda animación por computadora era justamente lo que los fanáticos deseaban y su éxito se quedó única y exclusivamente con ellos. A diferencia de The Spirits Within, que poco o casi nada tenía que ver con Final Fantasy, Advent Children sólo podría ser valorada únicamente por quienes conocían esta franquicia y, específicamente, el mundo y personajes que participaron en su séptima entrega.
Han pasado más de 10 años desde que se lanzó esa animación y en ese tiempo la serie, ha publicado más de 30 títulos entre nuevas entregas, secuelas, recopilaciones y juegos móviles, teniendo en Final Fantasy XV el más extenso y por ende, más problemático de todos sus proyectos. Planeado originalmente como una pseudo-secuela de Final Fantasy XIII que iba a lanzarse en el 2010, el juego fue retrasado, cancelado, replanteado, reinventado, cortado y vuelto a pegar hasta que le fue dado el número que lo marcaría como la siguiente gran entrega de esta franquicia. Ahora, ¿qué podría entregarnos un título cuya serie dejó de ser inspiración y punto de comparación para toda una industria para terminar vendiendo pociones en cafecitos y metiendo a sus protagonistas como precarias modelos para Louis Vuitton?
Haciendo eco de la propia “Compilación de Final Fantasy VII”, que independientemente de que la consideren buena o mala, vaya que fue exitosa, el equipo detrás de Final Fantasy XV se decidió a crear un único evento multimedia con este título, el cual consistiría de diversas animaciones, prólogos jugables y una película que serviría de introducción a este nuevo mundo.
Kingsglaive: Final Fantasy XV nos coloca justo en medio de la guerra entre el imperio de Niflheim y el reino de Lucis, donde el poderío tecnológico de los primeros se enfrenta a la magia que un poderoso cristal concede a los segundos y que éstos utilizan a través del Rey su ejército élite, los llamados Kingsglaive. En esta cinta, un aparente acuerdo para traer la paz entre ambas regiones revelará las verdaderas intenciones por la cuales comenzó esta lucha y también, nos guiará en el camino para conocer algunos de los héroes y villanos que le darán forma a esta historia.
En una primera impresión, esta película tiene el gran logro de ser la primera animación en la historia de Final Fantasy que verdaderamente retrata el universo y la mitología que hemos visto en los juegos de video por más de 30 años. Finalmente tenemos héroes utilizando las armas que hemos visto en los juegos enfrentar a esos mismos monstruos que vencimos en alguna ocasión en una de las tantas entregas de la serie e incluso, los efectos visuales de algunos hechizos son iguales a los que hemos aprendido a reconocer de los propios juegos (como las cristalinas membranas de Protect o la simples llamas de un Firaga) y la lucha de los monstruos gigantes se ven, simple y sencillamente espectaculares. Aparte, la propia cinta no niega sus raíces y para los fanáticos retoma muchos elementos visuales y narrativos de otras grandes entregas de la serie, para reafirmar en todo momento que aunque la historia sea nueva, ésta pertenece a los universos de Final Fantasy.
Desafortunadamente la película tiene en sus más grandes logros todas sus debilidades, ya que al ser la primera parte de una historia que acabará en otras animaciones y juegos de video, el desarrollo de sus personajes es prácticamente nulo, haciendo que la historia se vuelva pesada en más de una ocasión y en un par de ocasiones provoque que un par de revelaciones importantes pasen sin pena ni gloria. Por otro lado, aunque la dirección de arte y diseño de producción es simplemente espectacular, la animación de la cinta es muy desigual, por lo que los modelos de los personajes parecen cambiar de aspecto de una escena a otra y en algunas ocasiones, lo que empezó como una animación fluida e impresionantemente detalla, en otras se ve simple y acartonada.
Como película, el trabajo del director Takeshi Nozue tiene sus bemoles y aunque busca quedarse en ese punto medio entre la cinta que desea ser un interpretación definitiva de Final Fantasy para su medio y al mismo tiempo ser accesible para quienes no conozcan nada de la serie, todo se queda en una buena intención. Como historia, Kingsglaive: Final Fantasy XV se toma su tiempo para desarrollarse y lo hace de una manera a momentos torpe y en otras más rebuscada de lo necesario pero al final cumple su propósito, dejándonos la duda de saber que será lo que pasa después.
Aunque no creo que Final Fantasy XV alcance a lograr el status de culto que tienen tantas otras entregas de esta serie, si algo puede decirles Kingsglaive es que Square Enix tiene la intención de revivir su franquicia, y con esto no me refiero a lograr hacer que venda, sino a que nuevamente vuelva a ser importante.