Por: Braulio
Son finales de los años 90, cuando muchos de nosotros tuvimos por primera vez en nuestras manos un Game Boy con el juego de Pokémon, versión roja (o azul). La serie animada ya nos había dado el acercamiento suficiente para entender el concepto: un niño (más o menos de nuestra edad) salía de casa para convertirse en un maestro pokémon, esto es, capturar y entrenar a todas las especies conocidas de los monstruos de bolsillo. Sabíamos, antes de presionar start, que Pikachu era un ratón eléctrico, y a toda costa debíamos tenerlo en nuestro equipo para una aventura. La portada del juego era Charizard, no de manera azarosa: la serie nos había advertido que entrenar un Charizard era difícil y para probar tu habilidad había que elegir a Charmander (el 90% de la gente que conozco hizo esta elección, por eso generalizo, aunque Squirtle era la opción si preferías poder y lealtad desde el inicio. El 1% que eligió a Bulbasaur, bueno, es que hay gente que sólo quiere ver el mundo arder… con látigo cepa). Imaginen lo poderosa que fue la imagen para nosotros, aún niños, de un niño abandonando su pueblo, Pallet Town, y enfrentarse por sí mismo a ratas (rattatas) y aves (pidgeys) salvajes. La naturalidad con que los otros entrenadores te hablaban dentro del juego, y te retaban, y trataban de humillarte hablada de un mundo feroz, pero también hablaba de respeto, porque ninguno te preguntaba dónde estaba tu mamá.
Los que jugamos videojuegos, los que nos denominamos gamers, no jugamos por hacer líneas de un mismo color ni por apretar un mismo botón hasta el infinito. No lo hacemos para desarrollar precisión con las manos, aunque es una ventaja que se obtiene después de todo. Para nosotros, un videojuego es excelente si podemos meternos en su historia. Si podemos sentirnos, por un momento, héroes o campeones. Y la primera generación de pokémon tenía todo para hacernos sentir grandes, porque ir derrotando por todos los caminos de Kanto a cuanto gañán y señorita quisiera pelear no es tan fácil como parece. En ese entonces bastaba un poco de conocimiento sobre la efectividad de los tipos; agua vence a fuego, lógica básica. Y por eso, el primer juego de pokémon no necesitó una trama, aunque así lo demanden sus detractores. Para esa primera generación bastaba Charizard, bastaba el nieto del profesor Oak, bastaba el mínimo necesario para introducirnos a un mundo fantástico.
Johto, contrario a lo que se piensa, fue sólo una expansión de esta aventura. Considerada por muchos la mejor generación de todas, Gold & Silver significó para el desarrollo del videojuego algo como: “¿Te gustó? Esto es lo que puede pasar cuando le echamos ganas”. Un revolucionario diseño de los espacios, la posibilidad de criar a tus propios pokémon: color relevante para la aventura. Muchos capturaron su primer shiny antes de los 13 años. Pokémon G&S utilizó adecuadamente las posibilidades de la consola y no sólo eso, además incluyó detalles que en algún momento se perdieron, aunque dibujaban mejor el mundo que estábamos explorando. Que después de Johto podamos ir a Kanto tampoco es una casualidad, 16 gimnasios daban la idea de continuidad que necesitaba la primera aventura. No sólo aumentó el número de Pokémon, además teníamos la posibilidad de ir a capturarlos a su hábitat natural. También, en Crystal por primera vez los pokémon abandonaron su estado rígido para moverse, aunque sea de manera artrítica. No he hablado de gameplay porque hasta este momento todo se reducía a Golem vs Ampharos, hasta este momento, pelear sólo era un trámite, era una excusa para estar dentro de este universo con chikoritas en su interior..
¿Cuál es el siguiente paso lógico? Pensemos por un momento, como desarrollador. Tenemos un gran concepto, que vende por sí solo, incluso tenemos un sistema RPG que por algún motivo no le aburre a estos niños. Tenemos una consola mucho más poderosa que el GB color, así que rediseñar espacios ya no puede ser una novedad. ¿Qué le falta a nuestro juego?
Muchos odian a la tercera generación por dos razones: la primera es “qué le hicieron a mi Kanto y a mi Johto que ya no puedo ir a conocer más pueblitos” porque aceptémoslo: pasar de 8 a 16 gimnasios y luego otra vez a 8 es una decepción. La segunda razón es por lo que a mi parecer fue una mejora: ¿naturalezas? ¿Habilidades? Los EVs son del diablo. Hay discrepancia sobre el diseño de los pokémon, pero feos o bonitos, la tercera generación tiene mudkipz. En Emerald por primera vez también los pokémon abandonaron su estado rígido para moverse, aunque sea de manera artrítica. No hablaré, una vez más, del salto enorme de complejidad que obtuvo el sistema de batallas porque quiero centrarme en un aspecto que marcó esta generación: por primera vez un niño era capaz de salvar al mundo por medio de sus pokémon. Niños héroes en los videojuegos hay por montones, pero en esta saga era la primera vez que los adultos dejaban todo en manos de tu starter y tu habilidad para controlarlo. Y es que Groudon y Kyogre no son poca cosa, imagínate que Quetzalcóatl tiene que venir a calmarlos cada vez que se alebrestan. La versión Emerald incluso tiene una animación de 50 segundos, ¡una animación! ¿Estamos jugando Pokémon? ¿Somos los mismos que nos sentimos bien cuando derrotamos a Giovanni, quien sufrió un arrepentimiento deus ex machina por todos sus crímenes? ¿¡Qué comparación tiene eso con observar al mismo Rayquaza bajar del cielo a imponer su propio Air Lock!?
En fin, soy fan de la tercera generación. Sus detractores dicen que la trama es irrelevante porque es muy breve dentro del juego, pero es que literalmente la trama en el mundo pokémon estaba en pañales. Y en ese momento, fue suficiente para alimentar la saga.
¿Recuerdan el “Esto pasa cuando le echamos ganas”? Pues Diamond, Pearl y en especial Platinum revolucionaron Pokémon en todos sus aspectos anteriores. ¿Gameplay? Lógica en ataque especial y ataque físico, aunque fue difícil de comprender al principio, este cambió sirvió para hacer más realista el sistema de batallas. ¿Escenarios? Sinnoh es un hermoso lugar con muy distintas posibilidades de exploración. ¿Pokémon? Infernape, Lucario, parece que estamos de nuevo logrando cosas que valen la pena y que permanecen. ¿Trama? Bueno, nada es perfecto. Sin embargo tuvieron el gran acierto de continuar con el aspecto fatalista del fin del mundo, y los legendarios protagonistas hacen muy bien su papel en la obra. ¿Personajes? ¡Cynthia! Y qué decir del pokétch, señores, es como para mandarle cartas de agradecimiento a Game Freak. No ahondaré mucho en esta generación porque, aunque entrañable, sus mejoras son bastante coherentes, llenaron huecos que era necesario llenar antes de dar el siguiente paso.
La quinta generación no es perfecta. Un mundo sin pokétch no vale la pena. Las animaciones son muy lentas y te marean, aunque el trabajo gráfico está bien hecho. El método de crianza es insufrible (esto aplica para los que jugamos competitivo). Aún no entiendo muy bien la lógica geográfica de Teselia, nunca sabes muy bien a qué tipo de lugar vas a llegar. Sin embargo, la quinta generación es mi favorita en definitivo. Como dije antes, los que nos denominamos gamers, somos los que queremos vivir un videojuego. Y aunque Pokémon es un concepto millonario que vende por sí solo, la quinta generación inauguró los feelings con la batalla final entre N y nuestro personaje. No hay escena en la historia de pokémon superior a ese momento. Y aunque se trata de recursos elementales en las historias de videojuegos (la idea de elegido, los amigos que te apoyan) Reshiram vs Zekrom es la metáfora perfecta del mundo épico. No quiero decir muchos spoilers pues temo que algunos no hayan jugado B&W, pero entender a N como personaje es una actividad mental que supera el ámbito del entretenimiento simple.
No sé ni por dónde empezar. Las mejoras: el sistema de crianza es lo más amable y permite que jugadores casuales por primera vez puedan acceder a pokémon competitivos. Pokémon en 3d, señores, no en 3d real aunque la consola lo permita, no se emocionen, hablo de modelos 3d. Wow, increíble, como si no me lo esperara de una consola que lleva 3d en el nombre. Y ya.
La historia de XY puede definirse en una palabra (créditos a Erwin): “bonita”. Hay que hacer de cuenta que volvemos a tener 10 años y ahora vamos con un montón de niños a salvar el mundo. Serena incluso tiene una leve reminiscencia a Cynthia (o quizá lo imaginé sólo yo). Hay que ir “desentrañando” el misterio de la megaevolución, como si no supiéramos todos que es una artimaña de Game Freak para no aumentar el número de pokémon. El villano es el peor de todos, pero no hablo de malo de maldad, sino que tiene el peor móvil de la historia universal: hacer un mundo más guapo. ¿Xerneas e Yveltal? Meh, se ven bien pero no sirven en batalla. Incluso podríamos decir que son los más inútiles entre los legendarios protagonistas. Por cierto, para los que jugaron la versión X, cuéntenme cómo vieron el vacío argumental de que hay que tenerle miedo a un pokémon que da vida. ¿Un nuevo tipo? Otra artimaña de Game Freak, se están haciendo predecibles, amigos, para nada es como la inclusión del tipo dark, que sí vino a frenar vicios del gameplay de primera generación. ¿Un rey que ha vivido miles de años? ¿En serio? Ni un niño de 10 años se cree ésa así nomás porque sí.
XY falló como generación porque significa un retroceso en el mundo de las generaciones pokémon. Habíamos visto mejoras claras en todos los aspectos, incluso generaciones con mejoras flojas, pero no retrocesos. Y a la trama de XY le urge Z para ver si así logran componer todos los vacíos, como los tuvo la tercera en su momento, pero de Z ni sus luces. Los diseños de los pokémon tampoco son entrañables y los personajes mucho menos. Quizá la idea era incluir a más gente al juego haciéndolo más “amable” e infantil, pero para los que llevamos años en esto sólo fue una decepción. El 3d no basta para declarar buena una generación. Y eso lo demuestra el hecho de que Omega Ruby y Alpha Sapphire dejaron en el olvido un juego que ya nadie toca, más que para criar y entrenar si acaso. Hay guiños en ORAS que prometen un buen futuro en los juegos de pokémon, como la posibilidad de sobrevolar el mapa en un mega latios/latias, pero no podemos olvidar que se trata sólo de un remake. La sexta generación sí trajo cosas necesarias, pero Game Freak no le echó las menores ganas al pensar el juego, porque de algún modo intuyen que pokémon venderá por sí solo. Y aunque nada está dicho hasta que salga Z o la séptima generación, Pokémon Go es la única esperanza que tenemos los seguidores de esta gran saga.
Braulio Hernández Valseca (Nezahualcóyotl, 1987) estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha publicado en diversas revistas nacionales y ha sido antologado entre los ganadores del Festival Universitario de Día de muertos. Es criador de pokémon tipo fuego desde su primer Charmander. Nintendero consumado.