El 22 de marzo de 2005, llegó a PlayStation una de sus franquicias más emblemáticas de los últimos tiempos: God of War. Bajo la dirección de David Jaffe, quien estuvo detrás de agresivos videojuegos para las consolas de la marca como Twisted Metal, God of War se convertiría en punto de referencia al hablar de juegos hack’n’slash.
Corriendo en el motor Kinetica de Santa Monica Studios previamente creado para el juego de carreras futurista del mismo nombre, el título de PS2 es reconocido por el mismo Jaffe como una rara oportunidad para un desarrollador, pues confesó que Sony le dio libertad creativa prácticamente ilimitada y un muy buen presupuesto desde que arrancó el desarrollo en 2002, lo que lo llevó a crear un juego que hiciera sentir al jugador verdaderamente brutal mientras conocía una historia interesante llena de elementos maduros como violencia, venganza y hasta sexo.
God of War se inspiró en la mitología griega tomándose muchísimas libertades que favorecieran por completo a las intenciones del sentimiento que quería transmitirse con el juego, en palabras de su director, trató de ser una mezcla de los elementos que vio en películas como el clásico de los ochentas, Clash of Titans, combinado con agresivos y violentos elementos que podían encontrarse en una revista de Heavy Metal.
Con una presentación muy cinemática, God of War logró una combinación casi perfecta entre sus mecánicas de hack’n’slash con combos bien calculados y divertidos, una cámara con tomas fijas muy cómodas y adecuados Quick Time Events que lejos de sentirse forzados servían para contagiar ese sentimiento agresivo y brutal que querían transmitir sus desarrolladores.
En su primer aventura, acompañamos a Kratos en una travesía que lo llevó de sirviente del Olimpo a convertirse en dios de la guerra, teniendo para ello que enfrentar a poderosos rivales incluyendo el mismísimo Ares, a quien mediante la muerte derrocaría de su trono.
¡Recordemos al Fantasma de Esparta con este increíble clásico! ¡Vamos a jugarlo!