Por Aiko Hosoya (@aikohosoya)
Recuerdo la navidad de 1999 como una de las mejores que he tenido. Mi mamá hizo un esfuerzo enorme por llevarnos a visitar familia en Estados Unidos y poder pasar ahí las fiestas. Por más que intento recordar la historia, aún no logro descifrar cómo ella y mi hermano se las arreglaron para comprarme todos esos juguetes de Pokémon sin que me diera cuenta.
Aún conservo muchos de esos juguetes en la casa de mi mamá, muchos se perdieron con el paso de los años y las mudanzas, algunos me pesa haberlos perdido más que otros, como por ejemplo mi Pokédex que incluía a los primeros 151 -y mejores- Pokémon. También tengo unas canicas, que hasta la fecha no sé bien si eran para jugar algo en particular o sólo para coleccionar, unos stickers que jamás usé porque “se iban a acabar” y mi favorito de todos los tiempos: mi carro de Pikachu a control remoto.
Pasaron los años y yo no había olvidado Pokémon, pero tampoco me había vuelto a interesar tanto en él más allá de seguir comprando los juegos o alguna que otra cosa que se atravesaba en mi camino, pero definitivamente la fiebre Pokémon había, en su mayoría, desaparecido, sobre todo porque en México se me hacía difícil encontrar cosas que no estuvieran dirigidas en su mayoría para niños.
Comencé a viajar a Japón en el 2010 y me di cuenta que el fenómeno era mucho más grande de lo que yo podía imaginar, más que un entretenimiento, Pokémon se había vuelto una parte importante de la cultura, aquí es el lugar dónde podías comprar un llavero de Charmander en el aeropuerto y llevártelo como recuerdo o ir al súper y encontrar “algo” de Pikachu. Creo que este es un buen momento para hacer un paréntesis para hablar un poco acerca de porque los japoneses tienen tanto cariño hacia distintos personajes, dígase personajes de ficción.
Aprendí que en Japón existe algo llamado Yaoyorozu no kami que literalmente se traduce como “Ocho millones de Dioses”, sin embargo en Japón el número 8 representa “algo muy grande” por lo tanto, la traducción más correcta para le término sería “Dioses infinitos”, esto parte de la teoría religiosa de que todo objeto tiene “alma” o “sentimientos” y por lo tanto debe de ser tratado con respeto y cuidado. Por lo tanto cuando se crean este tipo de personajes ficticios, se extiende este acto de respeto, admiración y adoración.
No es correcto llevarlo tan lejos, ya que no quiere decir que desarrollen una especie de fanatismo religioso con las caricaturas (bueno, a veces sí) sino que en general, se sienten identificados con el personaje y le muestran respeto y cariño. Quizá este ambiente de respeto hacia todo, sea lo que me volvió a dar el valor de volver a incluir a Pokémon en mi vida diaria con cosas pequeñas, como un bolígrafo o mi tarjeta de puntos de la librería, ya que aquí nunca sabré si me juzgan o no. Hasta dónde yo sé, no es mal visto.
Aquí en Japón no importa la edad que tengas, siempre hay algo para ti y, como siempre en esta vida, tú sabrás hasta dónde quieres llegar, ya que nadie te va a impedir salir a la calle en tu traje de charmander que, vale la pena subrayar, lo consigues fácilmente en casi todo Tokio, pero ¿qué cosas me ha tocado ver de este lado del Océano Pacífico? De todo. Este año, por ejemplo, llegué justo cuándo la promoción para Pokémon the Movie XY: Diancie and the Cocoon of Destruction estaba en todo su esplendor, por lo cual se estaban realizando varios eventos. Tan sólo este mes pudimos disfrutar del Café Pikachu con un menú bastante interesante y delicioso, exhibiciones de la película, un montón de botargas de Pikachu invadiendo Yokohama, como la Pokeweek con Atomix, y eventos especiales dentro del Centro Pokémon por la salida del Pokémon Art Academy… ¡Te imprimían tu dibujo!
Evidentemente eso no es todo, bien sabemos por ejemplo, que esta franquicia se ha caracterizado por ser de las más populares, llevándola a contar con su propio avión, resultado de una alianza con All Nippon Airways, que ha dado como resultado diferentes diseños de aviones desde 1998 y una increíble respuesta de los usuarios. Así como ésta, que para mí es una de las ideas más locas, Pokémon ha contado con una larga lista de colaboraciones, poniendo entre mis favoritas, las consolas de videojuegos. ¿Recuerdan ese N64 Azul con un Pikachu enorme? Aún sigo deseando tenerlo, así como también el Pokémon Pikachu que le envidio a Aureliano Carvajal ¬¬.
Hablando de los “Centros Pokémon”, estos se encuentran a lo largo del país, teniendo como base el de Tokio y no quiero hacer exageraciones, pero el Centro Pokémon no es como visitar Disney, es simplemente una tienda más, grande, por supuesto, pero no obtendrás ninguna experiencia diferente a compras o eventos especiales, sin embargo no deja de ser una increíble experiencia. A mí me gusta ir en particular para comprar galletas (leíste bien, ga lle tas), pero mis visitas exprés también sirven para darme cuenta de cómo Pokémon ha crecido tanto y tiene tanto tiempo que los padres y los hijos tienen ya ese mismo gusto en común.
La primera vez que fui a un Centro Pokémon fui extremadamente feliz ya que era algo que tenía muchas ganas de hacer y no se me había cumplido, así que como niña de 5 años comencé a emocionarme muchísimo cuando al bajarme del metro en la estación de Hamamatsucho, los letreros de “Centro Pokémon hacia allá” comenzaron a aparecer y me llevaron a una pequeña reunión de personas haciendo Street Pass afuera de la tienda. Al entrar te rodean toda clase de productos, desde peluches, figurines, loncheras, cartas de juego, llaveros, artículos de cocina, ropa, accesorios para tus gadgets… Pero, ¿saben que es lo que más me gusta de Pokémon en Japón? que no necesariamente tienes que ir al Centro Pokémon para adquirir algún producto de esta serie. ¡Lo encuentras en muchos lugares! y al mismo tiempo, no te sofoca verlo a diario ya que terminas acostumbrándote.
Supongo que es lo genial de estar en el país dónde muchas de las cosas que nos gustan, son creadas y sobre todo, dónde a estas cosas siempre se les trata de dar un valor extra, ya sea por mercadotecnia o querer seguir “sacando jugo” de la franquicia, la verdad es que es de esas cosas que simplemente amo de Japón, su excentricidad y derroche de creatividad, el apego cultural a las cosas, cosas tan infantiles como un Pikachu.
Pokémon es como todas las demás franquicias infinitamente explotables que existen a nuestro alrededor, se trata de reinventar con el paso del tiempo, trata de darle frescura a la historia, crea nuevos personajes, pero sobre todo: quiere vender y eso no es una excepción, es el negocio principal. Aquí, en el País del Pokémon se vive a diario y no creo que pronto se vaya a terminar. ¿Quémás nos espera por parte de la franquicia? ¿Memorias? ¿Mercancía? Yo sólo espero no dejar de crecer y seguir conociendo amigos gracias a este increíble viaje.
¿Qué dicen ustedes? ¿Algún juguete que aún tengan? ¿Alguno que siempre quisieron?
Aiko Hosoya (Guadalajara, 1989) Entrepreneur dedicada al comercio internacional y el desarrollo de nuevas empresas America Latina y Japón. Co-fundadora de la revista Anime.MX