Hace varios años, cuando tuve la oportunidad de disfrutar el excepcional Limbo, no pude evitar sentir tristeza al saber que no podría compartir en un futuro esa experiencia (cuyo impacto en el desarrollo de la inteligencia lógica y creativa es considerablemente positivo, tomando en cuenta la temática y ambientación oscura del mismo) con algún niño que pudiese aprovechar el contenido educativo de ésta, por ejemplo, con mis -ideados- hijos.
El primer sentimiento que apareció al jugar Max: The Curse of Brotherhood fue de alivio: supuse que había encontrado un homólogo de Limbo, pero ahora enfocado a un público infantil. Aunque estos juegos comparten el objetivo de resolver puzzles independientes en una interfaz estilo plataforma, las dinámicas incluidas en Max: The Curse of Brotherhood son un tanto distintas pues inclinan la balanza hacia la diversión, alejándolo de la dificultad esperada por un adulto.
Claramente, este título desarrollado por Press Play representa la evolución de de su primer proyecto: Max & The Magic Marker, el cual posee un concepto, e incluso un protagonista similar al del nuevo videojuego.
La premisa es muy sencilla y muchos hasta se podrían identificar. Al llegar a su casa cierto día, Max encuentra en su habitación a su malcriado hermano Félix destruyendo sus juguetes, por lo que decide utilizar un sitio Web que le promete deshacerse definitivamente de su molestia. De pronto, un portal se abre y aparece una criatura gigante que arrastra a Félix a otro mundo. Sin pensarlo, Max acude inmediatamente a su rescate.
Los fondos de los escenarios, así como las texturas utilizadas están desarrolladas con un alto grado de meticulosidad, lo cual vemos reflejado en la calidad artística de este mundo y, posteriormente, en la facilidad para sumergirnos en los ambientes de cada nivel. La única discrepancia gráfica son los ligeramente bizarros diseños de los enemigos, así como en los peligros en cada escenario pues no concuerdan con el público al que parece estar dirigido este proyecto. A pesar de que los escenarios pudieran parecer repetitivos, esto es prácticamente omitido por la reducida longitud de cada uno de ellos.
La física del juego tiene un papel muy importante en la solución de los puzzles, en los que podremos utilizar los objetos existentes en el escenario, a través de los movimientos básicos de Max: correr, brincar, empujar y arrastrarse; sin embargo, también podremos utilizar un marcador mágico cuyas habilidades irán aumentando conforme avanza el juego: desde crear ramas y lianas, hasta controlar un par de elementos (como el agua) para alcanzar nuestro objetivo. Esta clase de mecánicas hace muy divertido el proceso de solución de puzzles (en especial al utilizar el agua) y, en algunas ocasiones, permite varias soluciones a un mismo problema; aunque, esporádicamente, algunos elementos no reaccionan como se supondría, ocasionando ligeros bugs gráficos y funcionales.
El juego también ofrece ciertas escenas de acción tipo persecución. Para completarlas, tendremos que esquivar una cantidad de obstáculos en un tiempo determinado. Resulta muy interesante experimentar dos géneros distintos, puzzle y runner, utilizando las mismas dinámicas y movimientos. Cabe mencionar que las escenas tipo runner resultan, en ocasiones, más difíciles que las tipo puzzle debido a la desbalanceada precisión que requieren, otorgando a estas escenas de acción más importancia de la que necesitan.
Al final del día, tendremos frente a nosotros a un personaje suficientemente carismático, sumergido en un universo con excelente detalle gráfico y sonoro. Los niveles están llenos de puzzles que progresivamente se vuelven predecibles. Si bien la diversidad de habilidades del marcador mágico de Max hace que cada rompecabezas concluya con una solución divertida, para el público adulto la dificultad, longitud y detalles en la historia de este título dejarán algo que desear.