Quienes crecimos jugando Diablo recordamos con fervor las horas y horas de romper piñatas llenas de tesoros, recorrer los oscuros pasadizos aleatorios y mejorar nuestras habilidades y armadura. Había una sensación muy particular y adictiva en repetir esta dinámica una y otra vez hasta el amanecer. Puedo decir, sin arrepentimiento, que Diablo II es uno de los videojuegos que más he jugado en mi vida. Desafortunadamente, esa sensación no regresó con el esperado Diablo III: su contenido final y la mal implementada Auction House contribuyeron a la rápida caída de jugadores.
Dos años después, Blizzard nos entrega su primera expansión: Reaper of Souls, con la que intenta que recuperemos la fe en el Señor del Terror. Después de haber invertido varias horas en su beta y, ahora, en la versión final, me percato del amanecer mientras cazo monstruos.
La serie de Diablo ofrece un juego de acción RPG isométrico en el que debes recorrer distintos calabozos mientras asesinas monstruos, recoges los tesoros que cargan y haces más fuerte a tu personaje. Desde su primera edición, el mantra de Blizzard ha sido la sencillez para aproximarse a la franquicia: si puedes hacer click en un mouse, puedes jugar Diablo. En Reaper of Souls este dogma continúa sin grandes cambios medulares: las mecánicas y dinámicas de juego funcionan como es esperado.
Esta expansión nos permite jugar con una nueva clase: el Crusader. Este personaje es una buena adición defensiva a las clases existentes, que se sienten más orientadas hacia el daño: se diferencia del Barbarian con habilidades de rango, puede utilizar armas para dos manos con una y causar mucho dolor a sus enemigos con su gran escudo; es, en otras palabras, un homenaje al Paladín de Diablo II. Blizzard le creó sus propios eventos en los actos originales (I al IV) así que es una buena opción para empezar el juego desde cero. Por otra parte, dentro de la campaña, descubriremos el origen de la Orden de los Crusaders y la diferencia entre estos y los Paladines.
El Crusader es muy poderoso y versátil: puede pasar de absorber mucho daño a ser la fuente de dolor de varios monstruos que le saludan. Para ello, regresan otras habilidades, como la clásica Blessed Hammer, utilizada en la construcción del Hammerdin en Diablo II, pero de manera más compleja gracias al sistema de runas, ofreciendo así variaciones interesantes. Smite ahora se llama Shield Bash, Fist of Heaven conserva su nombre original y las inolvidables auras se convierten en laws.
La nueva campaña de esta expansión nos brinda un quinto acto que puede ser completado en aproximadamente cuatro horas. Su antagonista es Malthael, exarcángel de la Sabiduría, quien roba la Black Soulstone con la intención de terminar el Conflicto Eterno (la guerra entre el Cielo y el Infierno) destruyendo la humanidad. Tú interpretas a un guerrero, Nephalem, cuyo objetivo es recuperar la piedra y detener a Malthael.
El principal escenario en este nuevo acto es la ciudad de Westmarch, cuyos pasadizos cerrados y arquitectura gótica recuerdan mucho la atmósfera del primer Diablo. Sin spoilear nada, cabe mencionar que, como en cualquier otro Diablo, se deja la puerta abierta para que la historia continúe, ya sea en diez años en una nueva edición de la franquicia o en menos tiempo, con otra expansión.
Aunque la campaña es corta y tiene una historia un tanto cliché, el verdadero estandarte con el que esta expansión marcha es el nuevo Adventure Mode. Este modo es básicamente un sandbox en el que los jugadores son libres de explorar todos los actos sin tener que salir de la partida ni revivir la historia cada vez que comienzan una nueva. Además, este modo tiene bounties, misiones de las que obtendrás recompensas importantes si decides completarlas; la nueva razón por la que el roto contenido final de Diablo III ha sido reparado y por la que olvidarán dormir.
El llamado endgame introduce los Nephalem Rifts, calabozos generados aleatoriamente en los que debes destruir una cierta cantidad de monstruos para invocar a su jefe. El sistema genera los calabozos tomando pisos, paredes o monstruos distintos de todo el juego; esto refresca la experiencia: nunca sabes qué combinación enfrentarás. Vencer uno de estos calabozos te recompensará con excelentes ítems.
La personalización —o falta de ella— fue una de las quejas principales de Diablo III . Como respuesta, Blizzard ofrece ahora el nuevo Paragon System, el cual funciona básicamente como lo hacía el sistema de estadísticas en los juegos anteriores. Al llegar a nivel 70 (que es el nuevo límite), tu personaje comienza a ganar niveles Paragon, los cuales se traducen en stat points que puedes utilizar para mejorar varias características de tu personaje: core, attack, defense y utility.
La nueva clase de NPC’s que puede mejorar tu equipo es la Mystic. Su función principal es cambiar, en tus ítems, una propiedad por otra. Con esto, tenemos la posibilidad de personalizar como deseemos a nuestros personajes. Realizar estos cambios no es fácil pues se requieren una elevada suma de materiales que deberás recolectar a través del juego. Adicionalmente, ella puede utilizar la habilidad Transmogrify para alterar la estética de tu equipo por la que desees. La Mystic es la herramienta con la que podremos convertir, con mucho tiempo disponible, a un Witch Doctor en una especie de Demon Hunter si así lo deseamos.
Entre el Paragon System y la Mystic, Blizzard nos vuelve a abrir la puerta de la personalización extrema. Me remite a las épocas de hacer construcciones extrañas como los Necromancers tanques en Diablo II.
En cuanto a la estética, Reaper of Souls brilla por el excelente diseño de arte. El estilo de Diablo siempre ha sido muy detallado, oscuro y gótico. Esa sensación regresa en esta expansión después de algunas quejas por los fans reclamando escenarios iluminados y con arcoiris en Diablo III.
De la misma manera, esta expansión cuenta con un soundtrack increíble imbuido de una cualidad épica que remite a Lord of the Rings. Mientras que la gran mayoría del soundtrack de Diablo III está lleno de texturas y percusiones, la música de Reaper of Souls es más orquestal, melódica y llena de uno o dos leif motivs principales; se siente más congruente.
Aunque su campaña sea corta y con una historia un tanto estéril, Diablo III: Reaper of Souls es una excelente expansión que no sólo está enfocada en ofrecer contenido nuevo y solucionar varios detalles del juego original, sino que extiende el core gameplay con el esencial Adventure Mode. No puedo referirme a éste como una feature más, sino como el eje medular que transforma Diablo III en una experiencia que siempre debimos tener. Sin ella, ya no es posible pensar en Diablo.
El Señor ha regresado, abran su corazón y cierren la ventana. Olviden el amanecer.