Para los videojuegos no hay una edad ni un género, pese a que el principal público de este medio se encuentre en la juventud. Hoy en día, es muy común ver a personas disfrutando de juegos en dispositivos móviles en cualquier lugar: el transporte público, centros comerciales, espacios públicos, el hogar, etc. En países como Japón es más fácil encontrar a personas de todas las edades con su 3DS, o PS Vita en la calle, pero en regiones como la nuestra, donde cada vez dominan más los teléfonos y tablets, resulta un poco más complicado ver que alguien disfrute de este tipo de experiencias en dispositivos creados para jugar.
Les compartiré una historia muy personal de cómo un juego ha creado un vínculo muy especial con mi madre, quien ha encontrado en Animal Crossing una experiencia única e incomparable. Este caso puede ser similar al de muchos de ustedes, o quizá podrán verlo como algo poco común. Haciendo referencia a nuestro slogan, “Never grow up”, todos tenemos dentro la inocencia de un niño que sueña y que en los juegos puede ver materializadas esas ilusiones.
Mi madre es como cualquier mujer mexicana: trabaja duro en casa, está al pendiente de la familia, cocina sabroso y proporciona su cariño a los que la rodean. Dentro de sus días llenos de ocupaciones, siempre hay un momento para la distracción, y curiosamente ha optado por emplearlo jugando Animal Crossing: New Leaf.
El juego siempre ha sido una constante en la familia: antes de tener acceso al entretenimiento electrónico, siempre disfrutamos de juegos de mesa en los que mamá siempre nos ganaba, por una destreza natural que siempre la hacía tener una ventaja.
Mi mamá comenzó a jugar desde que nosotros éramos pequeños y tuvimos nuestra primera consola. Ella confiesa que en ocasiones disfrutaba de clásicos como Tetris, Mappy, Popeye y Galaga de NES mientras nosotros estábamos en la escuela. El tiempo pasó y fuera de un Sega Génesis, no tuvimos acceso a las consolas hasta que llegó a nuestras manos un Gameboy Advance, y ahí no había quien superara los récords de mi madre en Dr. Mario, pues día con día se superaba y ponía metas más altas. Creo que el género de puzzle siempre fue algo que disfrutó, porque decía que su destreza para los juegos de plataforma o acción no le permitía disfrutar de dichas experiencias.
En el Nintendo DS se convirtió en la mejor entrenadora de cachorros con Nintendogs, juego en el que no descansó hasta desbloquear todas y cada una de las razas disponibles, así como toda la colección de objetos disponibles en este título.
En fin, a mi mamá siempre le gustó mucho el juego y lo disfruta bastante. Ése es un gusto que afortunadamente compartimos y crea un vínculo muy especial entre nosotros.
Los tiempos fueron cambiando, y gracias a la necesidad de comunicarse y consultar sus redes sociales, mi mamá tuvo acceso a una tablet. Como era de esperarse, los videojuegos fueron un fuerte atractivo para ella.
Al gustarle el género puzzle, encontró muy buenas opciones como Bejeweled o Chuzzle, y también se volvió fan de Plants vs. Zombies, jugándolo hasta obtener todos los logros. Hubo un juego que en especial llamó su atención, y fue La Aldea de los Pitufos, título free-to-play en el que tu misión es el llevar el progreso a tu pequeño pueblo de Pitufos y desarrollar tu pequeña comunidad. Pese a que lo disfrutó bastante, y en ocasiones llegó a comprar paquetes dentro del juego con su sistema de microtransacciones, no le pareció muy buena idea que “por cualquier cosa te quisieran cobrar”, pero le gustaba mucho el juego como para dejarlo por completo. Lo mismo pasó con otros títulos, como el popular Candy Crush, juego que terminó abandonando precisamente por su sistema de microtransacciones, que prácticamente no te permite avanzar en algunos puntos.
Mi mamá quería tener algo como La Aldea de los Pitufos, pero con una experiencia más profunda y sin ese sistema que te cobra para ganar. Era necesario buscar en otro lado, y es ahí donde entro yo en la historia, abriendo un poco la puerta para que mi mamá encontrara lo que siempre había soñado, lo que desde niña había construido en su imaginación: un pueblito en el que tuviera una vida de fantasía, en el que pudiera distraerse y disfrutarlo al máximo.
Sí, mi mamá como muchos jugadores casuales, pasó por los juegos de móviles, pero al final se dio cuenta de que lo que ofrecen definitivamente no son lo mejor para alguien que espera encontrar una experiencia profunda y gratificante de entretenimiento.
Un día de junio me encontraba leyendo noticias sobre videojuegos en la computadora. Era precisamente la semana en que Animal Crossing: New Leaf salió al mercado. Entre otras cosas, encontré algunos videos de gameplay y tráilers. Como no jugué los títulos anteriores de la franquicia, estaba muy interesado en adquirir esta nueva versión para mi Nintendo 3DS. Mi mamá se acercó al ver los simpáticos animales, los cuales llamaron inmediatamente su atención.
Al ver un poco los videos, me preguntó de qué se trataba, a lo que respondí simplemente que era similar a su aldea de los pitufos, sólo que acá no te estaban vendiendo las cosas para poder progresar. Le comenté que era un juego que sólo podría tener en un Nintendo 3DS, e inmediatamente noté su interés. En ese momento, sabía en lo que nos estábamos metiendo, ni que mi mamá en realidad se convertiría en una fan empedernida de Los Animales, como se le conoce de cariño.
Tanta fue su emoción, que ni siquiera yo comencé con el juego, sino que directamente le pasé mi 3DS, y conseguimos un cartucho de New Leaf. El hecho de que el título estuviera en español fue un gran alivio para ella, y así comenzó su historia como alcaldesa de su nuevo pueblo.
Pasaron varias semanas, y yo todavía no probaba el juego, pues aunque conseguí otro 3DS no lo había podido encontrar en ninguna tienda. Queríamos compartir esta experiencia juntos, por lo que lo mejor era que cada quien jugara en su propio pueblo. Ella comenzó a contarme sus anécdotas de forma tan realista que, incluso, cuando nos poníamos a platicar del juego en casa, se nos quedaban viendo raro los demás miembros de la familia y no faltaban las preguntas: ¿De qué hablan? ¿Cuál pueblo? ¿Cuáles vecinos?
Animal Crossing: New Leaf fue el primer juego en que mi mamá controlaba a un personaje en un entorno de tres dimensiones, por lo que al principio no quise creer que pudiera acostumbrarse al gameplay. Llegué a pensar que después de varios días en que se desesperara por no poder controlar de forma adecuada al personaje, abandonaría todo. Las primeras veces le costaba mucho pescar o cazar insectos. Cuando la veía caminar con su personaje, me provocaban risas inocentes el ver cómo sus movimientos eran rígidos e imprecisos, y cómo al caminar chocaba con las cosas. Después de varios días, me di cuenta de que su interés fue más fuerte que sus limitantes, y con el tiempo se convertiría en una experta en todas las actividades que este título ofrece.
Mi mamá siempre ha sido muy detallista y creativa. Inmediatamente reconoció el nivel de detalle que incluye el título y no dejaba de sorprenderse por la maravilla que podría crearse en un videojuego. No podía creer cómo alguien pudo haber programado algo donde pudieras interactuar con personajes “tan vivos” y dinámicos, así como tener un mundo en el que siempre hay algo nuevo que hacer y tantas cosas por descubrir en una pequeña consola portátil. Me platicó que, para ella, Animal Crossing es como un sueño hecho realidad, pues le gustó construir cosas e imaginar su pequeño pueblito de ensueño, con su casa a su gusto y personalizándolo todo a su manera.
Mamá conoció Los Animales y prácticamente abandonó otras formas de entretenimiento, así como todos los demás juegos. Para ella su pequeño pueblo virtual se volvió verdaderamente en una segunda vida, a la que le gusta escapar y relajarse. No hay día que no se meta a “trabajar” a su pueblo para convertirlo en un paraíso que ella disfruta mucho. En pocas palabras, volvió a ser niña.
(continuará…)