Mientras los medios tradicionales dormían, México —a través del embajador Claude Heller— firmó en Japón el llamado Anti-Counterfeiting Trade Agreement (Acuerdo Comercial contra la Falsificación). Pero el Internet no duerme ni tiene días de asueto. En poco tiempo, los usuarios de redes sociales como Facebook y Twitter se alzaron en protestas de la mejor forma que saben hacerlo: distribuyendo contenido sobre qué tan nefasto es este acuerdo.
¿Debería importarles ACTA? Por supuesto que sí. Pondré un ejemplo para mostrar mejor el punto: Imaginen que en un Atomix Live tarareamos la canción de una película (lo hemos hecho muchísimas veces). Una semana después, publicamos el episodio, pero —oh, sorpresa— los dueños de los derechos de la película reclaman a YouTube, quienes son obligados a retirar el contenido y cerrar nuestro canal. Y ése sería el peor de los males: ACTA también afectará a los medicamentos y, en general, permitirá que los gobiernos puedan controlar Internet según criterios muy vagos. Sigue leyendo.
En Conécti.ca prepararon ocho puntos claves que deberías conocer sobre ACTA. México firmó este documento a la sombra de la sucesión presidencial y de la renovación del Senado. Tal vez sólo faltó que lo hicieran durante algún torneo de futbol para explicitar por completo la intención detrás de esta acción. No sólo no hubo una consulta pública de algún tipo para legitimar el acto, sino que el mismo Senado y la Cofetel expresaron rechazo al acuerdo por restringir las libertades del Internet en el mundo. Ahora, con el cambio de administración, desconocemos qué rumbo tomará este trágico hecho.
A una semana de que Europa rechazara ACTA por considerar que afectaba la libertad de los usuarios y la información libre, hoy nos tocó despertarnos con la terrible noticia. En México, Rodrigo Roque, director del IMPI, intentó matizar las implicaciones del tratado: firmaron ACTA porque en México hace falta un mecanismo que vele por los intereses de los artistas y empresas; sin embargo, no aseguró que ACTA fuera el instrumento idóneo. La firma se realizó para “mandar un mensaje firme de que necesitamos proteger la propiedad intelectual”. Me sorprende mucho que el Ejecutivo haya firmado un acuerdo sin tener certeza total de su efectividad. Lamentaríamos muchísimo un escenario futuro en el que los derechos y la privacidad de las personas sean ultrajados con tal de defender los intereses de los distribuidores de contenido. Sería un panorama de nula innovación, de guerra de patentes y de luchas legales por definir quiénes son los dueños de las ideas.
Pienso que el punto aquí es la falta de adaptación tremenda que padecen los productores de contenidos a las nuevas formas de distribución. La solución, a fin de cuentas, no es intentar burdamente obstruir la transmisión de archivos con leyes vagas y que son elaboradas por personas que no entienden cómo funciona el Internet, sino ofrecer buenos servicios a los usuarios. Yo, por ejemplo, estoy feliz de pagar al mes los $99 pesos que cuesta Netflix y hay muchos fans de servicios de música como Spotify, que representan el futuro de la distribución de música. Hace unos meses escribí al respecto sobre SOPA; sigue siendo relevante:
“SOPA y leyes similares que buscan controlar el contenido que se distribuye en Internet están hechas a medida de los productores de contenido, no de nosotros. La naturaleza abierta del Internet ha sido el motor de muchas innovaciones. Si muchas compañías importantes no pueden (o quieren) actualizar sus modelos de negocio para subsistir en esta era, nosotros no deberíamos pagar el precio de mantenerlas a costa de nuestra libertad de expresión y derecho a la privacidad. Hoy justamente, la Casa Blanca, encabezada por Barack Obama, afirmó que no apoyaría SOPA y varios líderes del Congreso de Estados Unidos han congelado la propuesta de ley hasta que se haga un consenso sobre ella. Es un paso a favor, pero no duden que este tipo de leyes sigan apareciendo. Hagamos un esfuerzo para detenerlas todas.”
Los dinosaurios del contenido seguirán intentando pasar leyes como SOPA y ACTA para controlar lo incontrolable: el Internet, el máximo bastión de la pluralidad, la neutralidad y la libre expresión. Nuestro Gobierno; sin embargo, dice estar abierto al diálogo y al debate. ¿Saben qué? Deberíamos hacer escuchar nuestra opinión. ¿Cómo? Con la herramienta que ha revolucionado nuestra manera de consumir contenido, de pensar y de comunicarnos: el Internet.