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Bandai Namco Games
Bandai Namco Games
14/07/2015
Hablar de un nuevo juego de Godzilla es hablar automáticamente de emoción para los entusiastas de la criatura. Por un lado, los fans del kaijū más importante de la historia y quien diera pie a la existencia de un género de cine casi centenario (kaijū eiga) no podrían estar más contentos; más aún después del regreso de la serie el año pasado con un filme de Legendary Pictures, del cual también se hace referencia en este juego.
Debo comenzar hablando de quien desarrolló este título, se trata un grupo liderado por Shunsuke Fujita. No es cualquier equipo, ya que todos los involucrados han revelado en diversas oportunidades que son fans acérrimos de la propiedad intelectual. Con ello, desarrollan con la filosofía de sentirse complacidos a sí mismos como fans para así entregar la experiencia más honesta posible.
Por otro lado, también está el objetivo de respetar y cuidar las diferentes películas en las que se inspira este juego. Durante meses, el estudio estuvo en constante comunicación con Toho, Legendary Pictures y Warner Bros. para que los modelos y movimientos de los kaijū le fueran fieles a sus contrapartes cinematográficas.
Todo lo anterior es garantía de que nos enfrentamos a un festival de fan service, donde aparte de incluirse varios modos de juego y un gran elenco de kaijū desbloqueables, también se añaden otros regalillos como una enciclopedia con información exhaustiva sobre cada criatura, y un modo diorama en el cual podemos crear nuestros propios escenarios como de cartón con objetos y figuras que vayamos obteniendo en nuestra aventura.
Básicamente, durante nuestra experiencia con el modo principal -God of Destruction Mode-, nuestro deber como Godzilla será consumir tanta G-Energy como sea posible. A lo largo de 25 escenarios nuestro objetivo será destruir tres generadores nucleares para absorber dicha energía y crecer ilimitadamente. Comenzamos la campaña midiendo 50 metros, y podemos crecer tanto como la G-Energy nos lo permita.
La campaña puede completarse en un par de horas si elegimos los niveles más fáciles. La narrativa nos pone en un escenario donde después de 60 años, el rey de la destrucción ha regresado a Japón por razones desconocidas. Durante cada nivel, otros kaijū como Mothra, Jet Jaguar, King Ghidorah, Gigan, Kiryu y más invadirán el territorio, y será nuestro deber derrotarlos para evitar que consuman la energía que por derecho nos pertenece.
Así se combina una jugabilidad de acción con una de combate, pero el problema viene con los controles. En este juego podemos olvidarnos de las convenciones actuales de movimiento, ya que todos los kaijū tienen un control de tanque. Así, lo único que podremos hacer con la palanca es avanzar y retroceder, mientras que con L1 y R1 le damos dirección a nuestra criatura hacia la izquierda o derecha respectivamente.
Entiendo que al ser monstruos de dimensiones titánicas, el movimiento se sienta lento y tosco, pero tal parece que el equipo desarrollador no encontró un balance entre buenos controles y credibilidad en la pantalla. Simplemente avanzar se convierte en una tarea tediosa, y darle dirección a nuestro monstruo hará que por cierto tiempo no sea capaz de reaccionar ante cualquier otro comando o estímulo dentro del juego. Con ello, existen ocasiones en las que otro kaijū nos machaca a golpes, mientras que nosotros no podemos reaccionar porque nos estamos peleando con darle dirección a nuestra criatura y calculando el momento adecuado para un contraataque.
Con ello, la dificultad del juego no reside en su totalidad en el nivel de reto que nos presentan sus repetidas mecánicas (básicamente destruir tres generadores en cada nivel, de los cuales todos son arenas cuadradas adornadas con edificios con texturas muy pobres), si no también en el producto mismo. La falta de respuesta en los controles y el anticuado diseño de combate provocan que el jugador se frustre más con su DualShock 4 y no con el monstruo contra el que está peleando.
Si superamos esta barrera, queda un componente de rejugabilidad que nos hará regresar a cada nivel para obtener un puntaje de 100% de destrucción, el mayor crecimiento posible y también para encontrar cuatro de los ángulos especiales de cámara dispersos por todo el mapa. Esto último es un componente agradable del juego, ya que de pasar por cierto punto, podemos presionar R3 para obtener una vista cinematográfica del escenario, recreando así escenas de cine que le dan un buen sabor a la experiencia.
Si exprimimos cada nivel al máximo como lo describí en el párrafo pasado, podremos desbloquear los últimos niveles secretos del juego donde un final alternativo nos aguarda. Además, cada kaijū que derrotemos lo pondrá a nuestra disposición en otros modos de juego.
Como añadido, existe un VS Mode en el que podemos combatir contra un o dos oponentes en las mismas arenas de la campaña principal. El componente en línea nos pondrá rápidamente a buscar una partida para poner a nuestro kaijū evolucionado a combatir a otros alrededor del mundo.
En teoría suena excelente, pero una vez puesto en marcha, el combate en línea resulta lento, tonto, aburrido y lleno de errores técnicos como caídas de framerate y terrible lag. Además, el balance entre kaijū es totalmente desproporcionado, ya que las criaturas voladoras o con mayor movilidad tendrán la ventaja al poder navegar por el mapa más libremente. Finalmente, los combates se reducen simplemente a repetir una y otra vez el mismo ataque, ya que debido a las carencias en el control y en los movimientos, diseñar una estrategia de pelea concreta es imposible.
Existen otros modos de juego extra, como King of the Kaiju que nos pondrán a pelear contra una secuencia de kaijū al más estilo de un Boss Rush, y otro llamado Evolution que básicamente es un modo infinito donde crecer hasta donde aguantemos será nuestro objetivo. Desafortunadamente, no son experiencias que le den mayor variedad al juego, ya que básicamente se repiten los mismos modelos de jugabilidad que he explicado a lo largo de esta reseña.
Hablar del aspecto visual es quizás de lo que más duele, puesto que al ser un juego AAA uno esperaría gráficos espectaculares y avanzadas texturas para los modelos de los kaijū. Lamentablemente, nos enfrentamos a un desarrollo que comenzó en PlayStation 3 hace más de un año y que aún después de cambiarse a la nueva generación de consolas, se queda con texturas muy pobres, edificios acartonados y ausencia de espectaculares efectos de luz y sonido.
No puedo negar que me divertí muchísimo con Godzilla. Ver a mis monstruos favoritos y controlarlos para defender o invadir ciudades me provocó una agradable sensación como fanático de la franquicia. Además, el fan service que otorga el equipo de entusiastas que desarrolló el juego no hicieron más que emocionarme cada vez más; ver a Godzilla haciendo su danza de victoria como en Invasion of Astro Monster o volando como en Godzilla vs. Hedorah es un deleite para los más entusiastas.
No obstante, no se pueden ignorar las carencias y los errores garrafales en los que cae el juego. Para ser un título comparable en precio a otros desarrollos AAA, Godzilla deja mucho qué desear en cuestión de contenido y desempeño técnico, quedándose como una experiencia mediocre que poco tiene que ofrecer a quien no esté familiarizado con la propiedad intelectual de Toho.