Desde el principio sabíamos que todo estaba perdido para el planeta Reach, la lucha que hicimos, perdida desde el inicio, era llevada por el espíritu humano que todos llevamos dentro, el cual nos decía que no les íbamos a entregar el planeta tan facilmente y que si nuestra sangre sería el precio que teníamos que pagar para comunicar el mensaje, así sería.
El clima y los atardeceres de Reach son inconfundibles, aún en el núcleo de la guerra, aquellos paisajes siempre fueron un constante recordatorio de que era por lo que estábamos luchando.
Seis espartanos, cientos de soldados, decenas de Warthogs y algunos Falcons nos dirigíamos hacia una flota de covenants, Banshees, Wraiths y Ghosts, los cuales enfrentaríamos en algunos segundos.
Sin embargo nuestra intención no era enfrentarnos a muerte con ellos, nuestra misión era clara; destruir un escudo electromagnético que protegía una gran base Covenant.
Todo paso muy rápido, recuerdo que cruzamos la horda de Covenants y que destruyeron un puente, al volver a abrir mis ojos estaba tirado en el suelo, mientras que a lo lejos escuchaba los gritos de Catherine-B320 la única mujer Spartan del equipo Noble.
El puente estaba completamente destruido, un Warthog trato de saltar de la misma manera que lo hicimos nosotros, pero no tuvieron tanta suerte, Kat y yo nos refugiamos detrás de nuestro Warthog que estaba volteado a unos metros de distancia.
Varios Banshees venían hacia nosotros, destruyendo por completo nuestra defensa, corrimos en busqueda de un nuevo refugio, los falcons de la UNSC caía uno tras otro, los Sangheili mejor conocidos por nosotros como “Elites” fueron los primeros en bajar de una dropship covenant a unos 200 metros de distancia.
Dos Unggoy (Grunts) cada uno montado en su propia torreta, fueron quien nos dió la bienvenida a Kat y a mi, ella emanaba coraje hacia los Covenant, cada uno de sus disparos iba empapado del odio, un sentimiento de reclamo para su brazo perdido, en una misión anterior junto a Carter; líder del equipo Noble.
Un M319 Individual grenade launcher fue el arma de su elección, las torretas no tuvieron oportunidad contra ella, mientras yo disparaba a los unggoy restantes en con mi M392 Designated marksman rifle (Battle Rifle), lo difícil sería matar a sus líderes, pero despues de una dura batalla, los Sangheli yacían en el arido suelo de aquella región de nuestro planeta.
Más tarde se unió Jorge-052, su historia era distinta, Jorge había nacido en Reach y su esfuerzo por recuperar lo que alguna vez fue suyo era evidente.
El no estaba sólo, lo acompañaba un Warthog con una torreta de misiles, los cuales serían bastante útiles para destruir todos los anti-aereos covenant que tuvieramos a nuestro paso, Ghosts y Revenants cayeron ante el poder de este vehículo, los covenant que iban a pie, no tuvieron oportunidad tampoco.
Uno a uno fueron cayendo los anti-aéreos, sin embargo el gusto no nos duró mucho, ya que un Wraith escondido derribo nuestro Warthog, fue Jorge quien se trepó a él y con una granada pudo destruir a nuestro cobarde oponente.
Seguíamos a pie, primero derrotabamos a los Sangheili y los Unggoy se iban corriendo a falta de su líder, fue una camioneta civil la que nos llevo hasta el final de la misión, mientras que la estatura de Jorge permitía llevar su arma como torreta.
Al llegar a la torre donde estaba el escudo, nos fue difícil subir hasta los controles, ya que como todo vehículo covenant, estaba lleno de ellos, pero mantenían un punto débil como sus Scarabs y demás estructuras grandes.
La misión era tan sólo el principio de una imparable serie de catástrofes que sucederían en Reach, lo importante era no rendirnos y tener muy claro, que no saldríamos vivos de ahí.
En Atomix ya terminamos el juego y aunque no podemos hablar mucho de el por el momento, prometemos una detallada reseña… muy pronto.