Por: Ivonne Nayeli Hernández Huerta
Desde que era una niña siempre me he sentido atraída por lo paranormal y, aunque me gustan las películas de terror, siempre he preferido acercarme más a las tradiciones para experimentar esa primigenia sensación de miedo tan única, que aterrorizarme por ver a alguien con la cabeza girando.
Al haber nacido en México, crecí escuchando historias sobre “La llorona”, “La Planchada” y “Los nahuales” y, aunque me gusta el anime y todo lo referente a Japón desde que tengo uso de razón, no fue hasta secundaria cuando me pregunté qué tipos de historias escuchaban los niños japoneses.
Probablemente, la primera pista la obtuve cuando vi El aro, el remake americano de una de las películas más taquilleras del país del sol naciente: Ringu; que si bien occidentalizó la historia y la trama, también mostró el estereotipo del fantasma japonés, una niña con ropas blancas y cabello largo y que, no necesariamente debe salir de un pozo.
Gracias a esto comencé a adentrarme en su cine de terror, y poco a poco en su folclor. Conocí a Kuchisake-onna, a Hanako-san, a Yamamba, a las Rokurokobi, por mencionar algunos. Yo como ustedes –seguro lo notaron− me di cuenta que estos Youkai eran mujeres.
La palabra japonesa para fantasma es Youkai y, también puede traducirse como “monstruo”, “demonio”, “espíritu” o “aparición”; este calificativo se utiliza para todo aquel ser fantástico –incluye a los espectros− de la cultura japonesa y, a veces, europea. Como en todo, los hay buenos, traviesos y malos. Y se les atribuyen valores diferentes a los humanos, por lo cual suelen molestarlos.
La mayoría de los fantasmas femeninos regresan para vengarse a diestra y siniestra, pero si buscamos las causas, siempre involucran alguna ofensa. Como la ya mencionada Kuchisake-onna (literalmente mujer de la boca cortada), quien en vida fue la esposa de un samurái y le fue infiel, él le cortó las comisuras de la boca como castigo y ahora, su espíritu vaga con un cubre bocas y la pregunta ¿soy hermosa? Cualquier respuesta te llevará a la muerte con sus filosas tijeras.
En el caso de Hanako-san, es apenas una niña (adolescente en algunas versiones) que habita en el tercer o cuarto baño de las escuelas. ¿La razón? Las excusas sobran, sólo desea vengarse porque ella fue asesinada en uno hace muchos años.
Yamamba (o Yamauba) es una anciana que habita en las montañas. De aspecto demoniaco, devora a quellos que se han perdido entre los árboles y la oscuridad de la noche. Para atraerlos suele adoptar la imagen del ser amado o de una mujer “perfecta”
Por su parte Kuma-onna (la mujer oso) es una anciana que vaga en harapos decorados con orejas y dedos cortados y es porque exige que las mujeres entreguen cualquier artículo que realce la belleza (anillos, aretes, collares, pulseras) y en caso de recibir una negativa… prepárate para la amputación.
Las Rokurokobi no son un fantasma como tal pues de día suelen ser mujeres hermosas, casadas y con hijos (la mujer idealizada en todas sus formas); pero en las noches es otra historia. Pueden estirar el cuello a voluntad para fisgonear, asustar y drenar energía vital, como un vampiro. Hay algunas que conocen su condición, mientras que otras lo ignoran; generalmente su personalidad suele ser frívola y egoísta. Y adivinaron, las principales víctimas son el género masculino
Si bien hay Youkai masculinos, en su mayoría adquieren forma femenina. ¿A qué se debe esto? Para obtener la respuesta debemos regresar cientos de años en la cultura japonesa, incluso antes de que los samuráis vagaran por Nippon espada en mano.
El machismo ha existido en todas sociedades, para bien y para mal. En la sociedad japonesa, solía verse a la mujer como un objeto que debía complacer al hombre en todo y, servía únicamente para cuidar a los hijos y atender al marido. Y, como muchos se imaginaran, solían ser golpeadas y humilladas; vistas más como una parte de la casa, el sexo débil.
Hay un dicho popular en Japón, dice:
“Si las regañas, ponen mala cara. Si les pegas lloran, pero si las matas… regresan a tomar venganza”
El peor miedo que podía tener un hombre era que esas débiles criaturas, tan sumisas, tan calladas, no fueran lo que en realidad aparentaban. Temían a lo oculto detrás de esa sonrisa, de esas miradas. ¿Y si las mujeres no fueran lo que dicen ser? ¿Cómo poder huir de su venganza después de haberlas maltratado?
“Débil cuando está viva, pero fuerte cuando está muerta”, Akihiro Kitahima
Ese miedo se ha trasportado a sus películas, que tienen fama de ser terroríficas −aunque de este lado del planeta no suelen ser entendidas con facilidad− nos muestran a esas aterradoras mujeres plagadas de una sed de venganza tremenda que aqueja ya no sólo a los hombres, sin que advierte a las mujeres en lo que podrían convertirse. “Si sigues de chismosa te crecerá el cuello como un Rokurokobi”
El terror para los japoneses no es cosa de ficción. Incluso hoy, muy pocos se atreverían a negar rotundamente que los fantasmas no existen, pues al ser un pueblo donde el budismo y el sintoísmo son las religiones más populares no creen en un cielo y un infierno o, en un Dios principal; creen en la esencia de las cosas. Negar la existencia de lo sobrenatural, sería negar su religión y pensamiento.
Los fantasmas son una verdad diferente, una verdad probable.
Ivonne Nayeli Hernández Huerta (Distrito Federal, México) Colaboradora en Arigato Magazine bajo el seudónimo de Sunako Koike, es egresada de la carrera de Comunicación y Periodismo de la UNAM. Otaku de corazón, le encanta matar zombis, jugar videojuegos, ver anime, ver películas de terror, leer toda clase de novelas y escribir fan fiction.