Después del episodio “polémico” de la semana pasada en el que la dudosa calidad de las animaciones cautivó la atención de todos, un nuevo capítulo de Dragon Ball Super ha sido transmitido esta semana. Aunque por fortuna parecería ser que en éste los dibujos no se convertirán en un foco atención y críticas, sí se presentó un aspecto que seguramente dará mucho de qué hablar. Sí, hablamos de Vegeta y su aparente nueva afición por hacer el ridículo frente a los demás.
En esta ocasión, dejamos atrás casi toda la acción que se presentó en el episodio anterior y, de nueva cuenta, retornamos a la comedia “involuntaria”. Vegeta, Bills, Wiss y todo el grupo de compañeros y amigos que viajan a bordo del crucero se convierten en los estelares de la trasmisión de esta semana, pero sobre todo el príncipe de los saiyajin.
El argumento principal sobre el cual giró en torno este episodio fue aquel que desde hace algunas semanas Kaiosama ha venido pregonándole a Gokú: ¡No hagan enojar al dios de la destrucción! Aunque presente, no fue sino hasta ahora cuando pudimos ver cómo esta advertencia logró ilustrarse de manera contundente en Vegeta y sus intentos por evitar cualquier altercado con la deidad.
Tal y como ocurrió en la película La batalla de los dioses, Bills hace su arribo sorpresivo a la fiesta del crucero con la única intención de preguntarle a Vegeta, Gohan y los demás saiyajines a bordo sobre el paradero del Dios Super Saiyajin. En un inicio, el dios se presenta frente al rival de Goku cuestionándole sobre el tema pero estos pronto se verán interrumpidos por Bulma, la cual llega para invitarlo a la celebración y llevarlo con los otros para presentarlo. ¡Pobre Vegeta, es aquí en donde empieza su martirio!
Luego de analizar rápidamente la situación, el príncipe guerrero comienza a evitar que se presente cualquier altercado que pudiese poner de malas a la respetable deidad. Aunque en algunas ocasiones intenta intervenir a su manera, pronto Bills le hará entender que las cosas no serán como él quiere, por lo que solamente deberá de dejar que todo pase como deba suceder.
Es así como vemos que se presentan varias situaciones de comedia que le pondrán a Vegeta los pelos de punta. Desde un golpeteo de Yamcha a la espalda del dios o el riesgo de que éste se enchilarse con una bola de Takoyaki con Wasabi en medio de un juego de ruleta rusa de comida, hasta el quedar empapado por culpa de Trunks y ver arruinada su pacífica estadía en la embarcación. El saiyajin tuvo siempre que estar al tanto de todo para evitar cualquier contratiempo.
Es en esta parte donde vemos que Krillin se mete la enchilada de su vida, Bills mantiene al margen del miedo a Vegeta, y como este último realiza diversos actos que derrumban su orgullo y lo colocan en posiciones humillantes. No, esta vez el equipo de Toei no recurrió al de por sí ya famoso bailecito del príncipe saiyajin pero si le otorgó una nueva escena que los haters de seguro ya están odiando: ¡La del Vegeta cocinero, con todo y su mandil!
Ya rumbo al final del episodio y como no todo podía quedarse en comedia, se nos presentó el evento que detonará al argumento de los siguientes episodios. Al saber que existía un postre llamado pudín en la fiesta, tanto Wiss como su discípulo de disponen a pedir un poco de éste a Majin Buu, quien se había acaparado todos los que había. Bajo la excusa de que no los quería compartir porque él es un ser fuerte que debe de comer mucho, es como el amigo de Mr. Satan desata la furia de Bills.
Pronto la diferencia de opiniones explotará en un breve combate en el que Bills, sin piedad alguna, se sobrepondrá a Buu sin mucho problema y lo mandará a volar al mar. Ante el asombro de todos y el temor de Vegueta por lo que se avecina es como el capítulo termina, dejándonos saber de antemano que las cosas se van a poner color de hormiga la próxima semana.
Así concluye un episodio más de Dragon Ball Super, uno que estamos seguros va dejar de qué hablar entre los fans. De entrada por la animación, la cual pese a no contar con una calidad tan dudosa como la del capítulo anterior, si ha dejado a los espectadores más al pendiente de lo que se pueda presentar. ¿O apoco nos van a negar que no estuvieron esperando encontrar un momento en el que las cosas se pusieran “feas”?
Por otro lado uno de los momentos que muchos ya vaticinaban se hizo presente esta semana. La humillación de Vegeta en la pasada película de La batalla de los dioses es algo que ha logrado dividir opiniones entre los fans; mientras que hay algunos que lo disfrutaron y los divirtió mucho (como a su servidor), la gran mayoría detestó éste al grado de sentirse ofendidísimos. Ahora no fue un baile lo que captó la atención de la transmisión, sino el acto de ver cómo la desesperación del padre de Trunks lo condujo a tirar su orgullo por la borda y a ponerse un mandil para cocinar comida con la cual pudiese calmar el temperamento de Bills.
En lo personal, pienso que esto último es uno de los aspectos por los cuales Dragon Ball también logra brillar y que van más allá de los combates. Encuentro más que apasionante ver cómo es que Toriyama y su equipo logran desarrollar a sus personajes y mostrarnos lados que, difícilmente, les podríamos ver en las peleas. Vegeeta es el ejemplo más claro de esto ya que aunque su orgullo suele ser el hilo conductor de sus actos y enfrentamientos, el saber que también cuenta con un lado bondadoso, temeroso y hasta torpe, es algo que lo enriquece como el ser que es.
¿Les gustó el episodio de esta semana? ¿Qué parte fue la que más les agradó? No duden en dejarnos sus opiniones en la caja de comentarios. Así mismo no se olviden de escuchar nuestro más reciente podcast sobre la serie, mismo en el que abordamos los últimos cuatro episodios que se proyectaron durante julio.
Hasta aquí nuestro resumen. Ahora solo resta preparase para ver como la semana entrante se presenta otro de los momentos que se volvieron estelares en la cinta donde debutó el temible Bills. Nos referimos ni más ni menos que al de la épica frase de “Nadie toca a mi Bulma”. ¡Hasta la próxima!