Ya han pasado 20 años desde que The Legend of Zelda: Majora’s Mask salió a la venta para el Nintendo 64. Específicamente, un día como hoy del año 2000, este revolucionario título debutó en Japón, y el impacto que tuvo en la industria de videojuegos sigue estando presente hasta la fecha.
Considerado como el juego más oscuro y complejo en la franquicia, Majora’s Mask ciertamente es especial, y no solo por el hecho de ser una directa secuela de Ocarina of Time, algo inusual en la saga. No es fácil igualar a tu predecesor cuando éste es considerado como uno de los mejores juegos en la historia, sin embargo, Majora’s Mask logró hacer justamente eso.
Tras haber estado desarrollando Ocarina of Time por tres años, Nintendo obviamente ya había preparado el terreno para la siguiente entrega en la franquicia. Inicialmente, Shigeru Miyamoto pensó en lanzar una versión modificada de Ocarina of Time para el 64DD, el nuevo periférico que la Gran N tenía en mente para extender la memoria de su máquina de 64-bits. La intención del guru japonés con esta idea, la cual era conocida como Ura Zelda, era reinventar el diseño de los calabozos en el título y darles más dificultad.
A Eiji Aonuma, director de Ocarina of Time, no le gustó esta propuesta y prefirió no rehacer el contenido de este juego, ya que ante sus ojos era perfecto. Esto forzó al creativo japonés a trabajar en nuevos y mejorados calabozos, sin embargo, una vez que se dieron cuenta de lo avanzados que estaban los diseños, Aonuma le dijo a Miyamoto que era mejor desarrollar una nueva entrega y no expander Ocarina of Time.
Esta decisión dio como resultado uno de los mejores juegos en la franquicia, con mecánicas que en su momento nadie creía posibles dentro de un videojuego. Sin duda alguna, el sistema de progresión de tiempo junto con una profunda y oscura historia le dieron a Majora’s Mask ese sello de reconocimiento que, hasta el día de hoy, sigue portando con orgullo y que muy pocos títulos de la saga han podido obtener.
Fuente: Atomix