Por: Mago Noriega (@mago_noriega)
La mayoría de quienes conocen Mad Max lo hacen a través de las películas (o en su defecto, están por conocer al loco Max en Fury Road), pero en mi caso recuerdo que el primer acercamiento a éste fue con un cartucho de Nintendo. Gracias a mi hermano mayor siempre he sido fan de las cosas de acción, desde Contra, Contacto Sangriento y Mortal Kombat. Mad Max no podía ser la excepción, y en uno de esos intercambios de cartuchos llegó a nuestras manos este curioso título. A la edad de 8 años no sabíamos quién era ese sujeto en pantalones de cuero (bueno, lo de pantalones de cuero lo supe después, porque en el título sólo distinguíamos pixeles de colores básicos), y la verdad es que nos pareció bastante aburrido un juego en el que solamente dabas vueltas por una vieja carretera en busca de gasolina (y si acababas con este combustible, ya no podías seguir… ¿a qué tipo de persona le podría interesar algo así?). Es verdad, en aquella época no tenía conocimiento sobre el contexto de Mad Max, simplemente lo recordaba… por aburrido.
Cierto domingo de tianguis en familia, encontramos un puesto de cintas VHS y entre ellas estaba Mad Max: Beyond Thuderdome. La verdad es que pensamos que esa película sería igual de aburrida que el cartucho de NES. Qué equivocados estábamos: creo que fue –y es– una de las mejores cosas que he visto.
Podría decirse que la historia de Max Rockatansky la conocí en un punto medio donde el mundo ya es totalmente distinto al nuestro. A estas alturas me parece poco probable que alguien no sepa sobre Mad Max, sin embargo, bien vale la pena hablar sobre el contexto de la cinta.
La tramas de estas películas nos habla de un futuro distópico donde a falta de gasolina y energías vitales reina el descontrol y el ser humano deja de serlo en su afán de sobrevivir en un mundo y una sociedad derrumbada. Todo esto se adereza de elementos cyber punk, motocicletas ruidosas, vestiduras de cuero, cascos brillantes, maquinarias, un futuro destrozado, ciudades abandonadas, y la visión pesimista que se tenía en la década de los 80 sobre el porvenir de la humanidad.
Cinco o seis años después de ver Beyond Thunderdome pude conseguir las primeras dos cintas, y lo que más me sorprendió fue ver en Salvajes de la autopista un dejo aún de humanidad en los habitantes del planeta (de la Tierra, o mejor dicho, de Australia). Acostumbrada como estaba al entorno presentado en la tercera entrega, debo confesar que esta primera no es mi favorita y tal vez hace falta un poco más de acción, pero esto se compensa con otros elementos: sabemos que antes del “loco” Max existió Max Rockatansky, el policía que busca justicia, el padre amoroso y amigo leal. Un ser humano que sin embargo es corrompido por el entorno viciado en el que vive.
“Tengo miedo… ¿Sabes por qué? Porque todo me parece un circo, empiezo a disfrutar… Si sigo voy a acabar como uno de ellos: loco perdido. Sólo tengo una placa de policía para identificarme como bueno”
¿Qué es lo que vuelve loco a Max? Pese a iniciar como un policía común (entiéndase “común” en términos del futuro distópico de la cinta), la personalidad del protagonista se transforma de a poco. ¿Quiénes son los culpables? Los motociclistas, los salvajes de las autopistas australianas.
Son tres los elementos que a partir de esta primera película configuran la actitud ante el porvenir de Max. El primero de ellos es la aparición de Nightrider, sujeto que en palabras de Max es uno de tantos (¿locos?) que buscan la gloria; el jinete muere en un choque tras la persecución de Max, y de aquí se inicia la venganza por un grupo de motociclistas pandilleros (estos sí, totalmente locos; una cepa de la humanidad que actúa por mero instinto).
Un segundo elemento que provoca la locura del personaje central son las injurias realizadas a su amigo Jim Goose. Imaginen perder a uno de sus mejores amigos y compañeros de trabajo. Cualquiera podría volverse loco.
Finalmente, es la pérdida de su mujer e hijo a manos de los motociclistas lo que desencadena la locura de Max. ¿Para qué vivir cuando se ha perdido todo lo que amas? Quizás la respuesta sea la justicia… o la venganza. Es a partir de este momento donde Max se convierte en el loco, un hombre errante que ahora sólo se dedica a una cosa: sobrevivir.
La segunda entrega de Mad Max no podía ser mejor. Ésta es narrada por una voz que nos cuenta sobre aquél loco hombre vagando por las carreteras de un desolado mundo y que en cierta ocasión logra salvar a una tribu de hombres medianamente civilizados.
Si en Salvajes de la autopista se narra cómo la humanidad se corrompe lentamente, en Road Warrior (El guerrero de la carretera en español) ya se muestra una clara diferencia entre bandos de “buenos” y “malos” que se encuentran en disputa por preservar depósitos de gasolina.
Como en las demás cintas, lo que atrae es la configuración del personaje malvado. El escritor Ian Fleming solía utilizar en las novelas de James Bond un recurso muy interesante para tipificar a los antagónicos, y por lo general se describía a éstos como seres grotescos, exagerando para ello sus facciones; de ese modo, el malo debe ser feo, hombres jorobados o algún defecto físico que los pueda hacer desagradables a la vista.
En el caso de Mad Max este recurso se utiliza visualmente, y de ese modo tenemos por ejemplo al Humungus, un hombre de exageradas proporciones que suele portar una máscara para ocultar su rostro. De igual manera, las tribus de motociclistas que lo obedecen remiten a cierto temor para el espectador. Tal vez incluso les recuerden a la estética del grupo Slipknot o a los personajes de Sunset Overdrive.
El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre,
y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.
Se dice popularmente que siempre hay dos caras de la moneda, y esto es aplicable a Mad Max. Siguiendo esa idea, podemos considerar que existen dos polos extrapuestos en la humanidad: uno donde todo es tan reciente que las cosas aún no tienen nombre y otro donde ya todo ha sido olvidado (“Es malo, es hermoso, está loco. Es… es el hombre sin nombre”, proclama el presentador en la Cúpula del Trueno).
También se dice que tras cada guerra, el hombre busca rehacer su sociedad. En la tercera entrega de Mad Max se reconstruye el mundo, pero es ésta una sociedad cimentada sobre el barbarismo, sobre leyes y reglas que nos parecerían salvajes e irrisorias. Basta recordar una de las más conocidas escenas de la cinta, donde entre gritos al unísono se exige justicia bajo el lema “dos hombres entran, uno sale”.
Pese a que la Cúpula del Trueno es lo que más se recuerda de la cinta, otro elemento memorable es la tribu de pequeños humanos que aquí se presentan. Es este grupo de niños un cúmulo de inocentes que esperan conocer algún día “el mundo del mañana”. Pareciera así que la película tiene reminiscencias de la novela El señor de las moscas de William Golding, donde una tribu de niños aprende a sobrevivir por sí solos, aunque a diferencia de la obra de Golding no se trata de re-aprender a vivir en una isla desierta, la isla aquí se convierte en un mundo desierto en el sentido estricto que esto significa (el desierto, la arena. Un lugar donde no se puede recurrir a nadie).
Para estos pequeños, Max es un loco, sí, pero es un loco que los salvará y los llevará a un mundo mejor. De nueva cuenta caemos en estos polos distantes: en un extremo encontramos Negociudad, que basa su estructura en el salvajismo, mientras que en el otro extremo se encuentran estos niños cuya única meta es construir una sociedad que busca rescatar lo perdido hace años.
Uno de los puntos más importantes que se tratan en la trilogía original de Mad Max es cómo el mundo puede llegar a enloquecer y a destruirse por la dependencia que el ser humano ha creado a recursos como la gasolina y la electricidad.
La lucha por obtener estos elementos casi termina por borrar al humano civilizado de la Tierra. El hombre olvida el lenguaje, olvida lo qué es y la sabiduría que ha logrado construir a través de la historia, y si bien al término de la tercera entrega se muestra un dejo de esperanza, no sabemos con certeza qué es lo que depara a la humanidad, no sabemos si es la sociedad que preserva la memoria de sus ancestros la que dará vida nueva a este mundo, o si por el contrario, será el salvajismo quien triunfe. ¿Renacer con gloria, o morir en el intento?