Dragon Ball Fest: Deseos y esferas del dragón

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Tal vez todos hemos tenido la oportunidad de pedir

el deseo capaz de marcar nuestra vida.

dragon-ball-deseos-y-esferas-del-dragonPor: Héctor Corbalá

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Recuerdo que Dragon Ball salía casi a cualquier hora, muy particularmente antes de todos los acontecimientos importantes de mi infancia: antes de la hora de la comida, de la cena y de la tarea. De estos tres horarios el segundo casi fue culpable de que estuviera a punto de reprobar la primaria por bajo rendimiento.

Quizá mi boleta de calificaciones fue la razón de que Dragon Ball estuviera prohibido para mi hermana, quien se resignó a tener sólo los tazos. O tal vez eran las escenas de violencia que yo amaba hasta el punto de intentar emularlas con mis compañeros a la hora de las luchitas. Cuando alguien sangraba por la nariz sabíamos lo fácil que sería recibir un reporte directo de la dirección.

Gohan, con el paso de los capítulos, se fue convirtiendo en uno de mis personajes favoritos ya que, a diferencia del resto de los vejestorios en la serie, me simpatizaba por tener en común conmigo su evidente niñez. ¿Hasta qué punto renunciar a los juguetes y al futbol en el patio para salvar al mundo? ¿No es esa la oportunidad que cada niño desea?

De pequeños todos teníamos una serie favorita, ésa que para nosotros era la mejor del universo. Si algo nos incitaba a seguir de cerca la historia de Dragon Ball era esa sensación de querer hacer algo útil a tan corta edad. Antes de crecer y preocuparse sólo por completar la renta de la semana o tener un trabajo un poco mejor pagado para poder comprar una consola.

Creo, o más bien estoy seguro, de que si pudiera pedir un deseo a las esferas del dragón sería muy diferente a los que había imaginado de pequeño. Reconozco, con mayor certeza, que los deseos que hubiera pedido a esa edad serían mejores que los de ahora donde en vez de pedir un título universitario desearía un ki elevado ─que en el mundo real es casi lo mismo─.

shen-long-dragon-ball-zY ya ni hablemos de la posibilidad de dar más de treinta golpes por segundo, cada uno con tanta fuerza como para desgastar las montañas más colosales en un simple día de entrenamiento. Sin duda la atracción de las mujeres más hermosas se desviaría a quien entrena cargando camiones un domingo cualquiera y no a aquél tipo más marcado que sólo usa leggins, a quien derrotaría hasta el mismo Mr. Satán.

Tal vez todos hemos tenido la oportunidad de pedir el deseo capaz de marcar nuestra vida. Y tal vez, también, todos hemos perdido esa oportunidad de obtenerlo. Seguramente nadie quisiera estar en el lugar de Oolong quien, teniendo a las esferas del dragón reunidas frente a él dispuestas a concederle casi cualquier cosa en el universo, sólo pide un calzón. Yo, en su caso, hubiera pedido a la mujer completa para arrepentirme luego dentro de un par de berrinches.

Al final de todo, si pudiera pedir un deseo sería regresar a aquellos años donde levantaba las manos para que la tardadísima genkidama de Gokú cobrara más fuerza y acabara con el enemigo de una vez por todas hasta terminar tan exhausto como para no hacer la tarea. Y es que, crecer con Dragon Ball en aquellos tiempos donde las temporadas tardaban meses en salir y los capítulos no se encontraban en internet, más que una tortura fue una época dorada. Un tiempo que todos recordamos con nostalgia, en donde aprendimos que los deseos no se manifiestan en objetos materiales sino en la esperanza de recobrar las fuerzas y seguir con nuestros retos hasta convertirlos en épicas batallas.

 

Conoce al colaborador

Héctor Corbalá. (Guadalajara, 1993). Sobreviviente del norte del país durante más de 10 años seguidos. También fue becado por la Fundación para las Letras Mexicanas en el Curso de Creación Literaria Xalapa 2014, en la categoría de narrativa.

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