Al menos una vez a la semana, leo el mismo reclamo. O, por lo menos, una queja parecida. “Me cagan los juegos de fútbol. Si quisiera jugar fútbol, iría a un parque. Yo juego videojuegos porque no puedo (inserte temática de otro género aquí) en la vida real”. Bueno, amiguito, el día que baste salir al parque para que Sri Lanka sea campeón del mundo o pueda jugar en el Liverpool (con los mismos stats que Messi o Gerrard) el argumento será válido. ¿Para qué jugar RPG si puedes aprender esgrima? El fundamento, al final, es el mismo. Los videojuegos están en los corazones de muchos porque cumplen sueños. Es por eso que, en realidad, jugamos FIFA, PES o anexos.
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