Varias obras de ficción imaginan un futuro dominado por corporaciones de bioingeniería. En algún momento de este siglo, reza el género cyberpunk, todos tendremos un chip que nos conectará con nuestras máquinas de silicio. Las profecías son claras: será muy difícil conservar en nosotros ese esquivo concepto que muchos llaman “humanidad”. El fin de los gobiernos —en teoría— es regular un país y volverlo competitivo; el de una empresa es hacer dinero a toda costa. Si el control del mundo futuro recae en los directivos de las corporaciones (algunos argumentan que ya estamos en esa época), el panorama social cambiaría muchísimo. Juegos como Deus Ex: Human Revolution y Syndicate esbozan su argumento narrativo en torno a dicha suposición. Olviden la guerra por el petróleo o por recursos naturales: el escenario que prefigura el cyberpunk es el paraíso del espionaje corporativo. La pregunta de hoy, sin embargo, es la siguiente: ¿es capaz Syndicate de enriquecer el complejo entramado de historias de este género?
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