Un fantasma ha rondado la imaginación de los videojugadores de portátiles desde hace un tiempo: el deseo de experimentar un FPS sin limitaciones de control, de conteo de polígonos o de producción. Guerrilla Cambridge se puso como meta no sólo desarrollar un título que cumpliera los estándares de un juego de consola, sino también adaptar uno de los motores más demandantes —el de Killzone 3— al PlayStation Vita. ¿El resultado? Sigan leyendo para conocerlo.
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