En el año de 1603, Caravaggio terminó de pintar un cuadro que escandalizaría a Roma: la representación de El sacrificio de Isaac, el pasaje del antiguo testamento —también llamado La atadura de Isaac- en el que Dios ordena a Abraham ofrecer a su hijo en sacrificio para probar su fe. En esta obra maestra podemos observar el momento en que Abraham está siendo detenido por el enviado divino segundos antes de consumar el sacrificio. La razón por la que esta representación fue considerada como subversiva en su momento tiene que ver con la expresión de Isaac. Detallo: el hijo subyugado tiene en su rostro una expresión de terror y opone resistencia física a su padre, actitud impensable para un sacrificio a Dios. El pintor barroco representó al sacrificado oponiendo su voluntad y no como la figura calmada y tranquila que se venía representando desde años atrás —incluso por el mismo Caravaggio apenas seis años atrás.
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