Imaginemos que vivimos en un mundo de dos dimensiones. Nuestra percepción sería radicalmente distinta; sería un mundo literalmente plano, donde los objetos externos tendrían una sola magnitud. De repente aparecen luces extrañas a lo largo del horizonte: rojo, verde, azul, blanco… todas en orden y posición aleatorios. Automáticamente intentaríamos explicar este fenómeno, y predecir cuándo y dónde aparecería una luz específica.
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