Assassin’s Creed Origins fue uno de mis juegos favoritos del 2017; después de 10 años de historia, la franquicia por excelencia de Ubisoft renacía entre las cenizas tras varios años de críticas y, sin duda, en un momento crucial donde buscaba recuperar la confianza del consumidor. A nuestros ojos, la compañía franco canadiense hizo todo lo anterior con creces, mientras que la inclusión de su nuevo protagonista, Bayek, así como el encanto de la civilización egipcia forjaron una mezcla que sería un deleite para los amantes de las culturas más antiguas; artísticamente hablando, quizás sería su entrega más compleja y hermosa hasta ahora. En el juego original, experimentamos batallas impresionantes que rozaban en lo onírico, por lo que su segundo DLC, The Curse of the Paharaohs, tenía un estándar difícil de alcanzar.
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