Crean en los extravagantes (y rigurosos) argumentos filosóficos de Schopenhauer o no, debemos admitir que la música es un componente fundamental de nuestra realidad. La humanidad se ha valido de una infinidad de recursos para componerla y disfrutarla. En los videojuegos hemos tenido la fortuna de poder experimentar el trabajo de Tetsuya Mizuguchi, quien consigue producir experiencias sinestésicas de ritmo, imágenes e interacción. Sus obras asemejan, sin embargo, más un flujo de tiempo que recorre el jugador. Sound Shapes, en cambio, nos permite experimentar la música de forma espacial. ¿Es la aproximación correcta? Sigan leyendo.
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