Ayer por la noche todos los sitios de noticias sobre videojuegos brindaron especial atención a la nota “Tim Schafer y Double fine piden donativos a los fans para la realización de su siguiente juego”. De inmediato, la opinión de la prensa se dividió: hay quienes apoyan (apoyamos) enteramente la causa y destacan los beneficios de la propuesta, otros cuestionan la ética (really?) del estudio desarrollador. La audiencia estira hacia los extremos opuestos su opinión: unos buscan rupias debajo de las piedras por aportar un poquito y tener la grata satisfacción de ayudar a sus ídolos, mientras que otros hierven en rabia amordazados e imaginariamente escupen el arma que les apunta entre los ojos (también imaginaria): “primero muerto que dar mi dinero (muy posiblemente también imaginario) al crowfunding”.
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