TAN DIFÍCIL DE DESCIFRAR COMO UNA INSCRIPCIÓN MAYA, La-Mulana es el más complejo metroidvania que existe y la mejor carta de amor al old school japonés que haya producido jamás la escuela indie. Es un reto tan formidable que en cierto modo te hace sentir orgulloso por la humanidad el mero hecho de que alguien, no sabemos quién, haya podido terminarlo al cien por ciento: no sé quién sea el Champollion, el Evans o el Knórosov japonés que conquistó por primera vez el enigma de La-Mulana, pero estoy casi seguro de que el resto se ha limitado a copiar las respuestas de ese prodigio desconocido. Dejando a un lado el homenaje a aquél Prometeo de la raza videojugadora, La-Mulana es uno de esos raros equivalentes electrónicos de la obra total (Deus Ex, Dwarf Fortress, Ancient Domains of Mystery o Mario 3 son otros ejemplos), una empresa tan ambiciosa, tan colosal, tan definitiva y asombrosa, que todos los demás representantes del género están condenados a ser pálidos reflejos, pedazos, astillas de este Tikal, esta Chichén Itzá de las mil columnas virtual.
LEER +EL PRIMER SURVIVAL HORROR de la historia tiene el raro honor de ser también uno de los mejores, y para el público occidental es uno de los grandes desconocidos de los juegos de culto de la vieja escuela japonesa. Ante el polémico y visceral pero muy necesario debate provocado por la última entrega de la saga Resident Evil, pienso que será útil tanto para los fanáticos como para los detractores del giro Action Horror que ha tomado la franquicia echar un vistazo al juego del que el primer Resident Evil iba a ser un remake, la visión genial que está en el origen del género survival. Asimismo, el juego dista mucho de ser uno de esos antecesores importantes pero incompletos y rebasados: es una obra increíblemente actual, insuperada en algunos aspectos, rara proeza en un género que inevitablemente condena a la anacronía y al ridículo a la mayor parte de sus obras.
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