Reseña: Rocksmith

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Las expectativas antes de jugar Rocksmith deben ser muchas y muy variadas. Algunas de las preguntas que podrían estarnos dando vueltas en la cabeza al pensar en este título son: ¿de verdad salió otro juego de música?, ¿qué tanto me atrae el playlist?, ¿qué tanto me interesa la guitarra (o el bajo)?, ¿me llama la atención el reto de tocar una guitarra o un bajo de verdad?, ¿me gustaría experimentar mis habilidades musicales contra éste título?, ¿en qué punto se encuentra esta experiencia con respecto a los controles con una guitarra de verdad o con respecto a un bajo de verdad conectado a un amplificador?

En esta reseña intentaré responderlas. Falta decir que jugué la reedición de Rocksmith que soporta un bajo.

Desde mi perspectiva, hay dos maneras de empezar a jugar esto. Una es consiguiendo una guitarra (y tal vez una plumilla). Ya sea comprándola o pidiéndosela a algún amigo, primo, o al novio rockero de tu hermana. La otra es trayendo a tu lado a tu vieja compañera. Ya sea que se encuentre en perfectas condiciones porque estudias diario o que la tengas que desempolvar y comprarle cuerdas nuevas, porque parecería que con las que tiene actualmente te podría dar tétanos. Después de esto no tienes más que conectar, a mi parecer, uno de los mejores accesorios jamás creados para una consola de videojuegos: el cable Real Tone.

¡Ahora sí pueden empezar a pintar esas puertas rojas de negro! Bueno, no tan literalmente, porque esa rola no viene, pero magistralmente empiezas tu camino a la fama con “Satisfaction”. Con está súper obra de la autoría conocida como Richards/Jagger (sin polémicas por favor) empezarás a aprender las técnicas básicas de la guitarra y cómo es que se traducen a las mecánicas del juego.

La experiencia es sumamente orgánica desde el principio. La computadora va reconociendo tus habilidades con la guitarra y te va asistiendo tanto en la parte puramente técnica como en la interacción con el juego. Desde afinar las cuerdas hasta cómo leer y ejecutar un slide o un hammer. Para los que somos muy puristas, tener algunas partituras dentro de la pantalla sería de gran ayuda. Sin embargo, es totalmente cierto que para este tipo de juegos existen ya mecánicas probadas y que funcionan muy bien. Aquí no es la excepción, pues se trata de la evolución de estos sistemas y podría decirse estrictamente que logra su cometido —aunque tiene varios defectos y no es necesariamente muy intuitivo. Los cambios de posición, por ejemplo, creo que son de los puntos más débiles.

Uno de los elementos que a mí más me gustó (pero que seguramente muchos van a odiar y causará discusión) es la dificultad. Conforme vas avanzando el juego ajusta la cantidad y frecuencia de notas que te va enviando. Este ajuste lo va haciendo en cada canción y vuelve al juego interesantísimo. Primero, porque una vez que le demuestras al público tus máximas habilidades, no puede esperar menos de ti la siguiente ocasión. Y, por otro lado, el reto se vuelve siempre mayor. Por ejemplo, antes de que tengas un concierto, puedes practicar el material nuevo que vas a presentar. Se te sugiere que llegues a un puntaje mínimo con base en la canción que vas a ejecutar. Así entonces, si no llegas a este número, la puedes practicar hasta que te salga. Ahora bien, esta rola ya te salió en el ensayo. Llega el gran día y estás tan bien preparado que empiezas a rockear como los grandes. El público empieza a responder a tu guitarra. Pero eso no es suficiente para poner a bailar a la güerita que está en la primera fila simplemente observando. Entonces el juego te empieza a aventar notas, acordes y posiciones que jamás habías visto en los ensayos. Lograr esto se convierte en la diferencia entre conseguir un encore o una presentación no tan memorable. Si consigues el encore, la situación se pone más interesante, porque esas nuevas notas aparecerán en rolas que no practicaste para este evento. Esto lo hace suficientemente divertido para que, en caso de que no seas fan de las canciones, aún te diviertes en cada una.

Dentro de las cosas que hacen más complicado, aunque no por ser algo bueno, este tema de la dificultad es el sound lag que tiene el juego. Mi experiencia fue con un cable HDMI y no puedo decir que fue un desastre, pero sí me resultó un poco frustrante, sobre todo cuando vienen las notas más rápidas. Podría decirse que en realidad éste es el punto más débil que tiene este juego.
Otro elemento que también vale la pena mencionar es que a medida que vas progresando en tu carrera también vas desbloqueando guitarras, pedales y demás adicione en un modo que te permite convertir tu consola en un amplificador costumizable. Ya sea que quieras practicar alguna canción del juego sin la presión del tiempo, que hayas conseguido tablaturas de otras rolas y quieras practicarlas o que simplemente quieras ponerte creativo, este modo resulta muy agradable.

Ahora, esta reedición del juego te permite conectar un bajo. En el pasado, los juegos de música erróneamente han presentado a estos dos instrumentos de la misma manera. En su defensa, es muy cierto que los juguetitos de plástico tal vez no eran muy propicios para darle la distinción e importancia requerida. En esta ocasión, Rocksmith tiene la gran oportunidad de mostrar esta diferencia. En mi opinión, sí logra separar un poco la experiencia interpretativa, aunque creo que se queda un poco corto. ¿Por qué? Por un lado, para mí el bajo es la columna vertebral de una banda, ya que es el encargado de llevar el ritmo a la vez que desarrolla la fundamentación harmónica. Por el otro, a pesar de que se ve sumamente parecido a la guitarra, no es lo mismo. Diferencias tan sutiles como el grosor del entorchado de las cuerdas o el tamaño de los trastes hasta cosas más obvias como la del sonido hacen que la manera en la que se ejecuta sea radicalmente diferente a la guitarra. Un guitarrista no necesariamente es bajista y viceversa.

Sin embargo, si no nos clavamos mucho en la teoría de la interpretación instrumental, la experiencia de jugar con un bajo también resulta enriquecedora. Desde el punto de vista del juego, sí sientes una experiencia distinta si cambias de instrumento y esto trae nuevos retos. Si de plano no es posible conseguir un bajo, también puedes emular el juego con tu guitarra. No es lo más recomendable, pero existe la opción. Desde el punto de vista musical, también resulta atractivo, ya que conocer las diferencias entre estos dos instrumentos ayuda a entenderlos y apreciarlos más y así decidir cuál será el camino del rock que seguirás: el de guitarrista o el de bajista.

Adicionalmente, el juego también cuenta con diversos modos que te ayudar de varias maneras a perfeccionar tu desempeño en cada canción. La mayoría de las veces puedes seguir las recomendaciones de Rocksmith para seguir avanzando. Pero si sientes que de plano no puedes avanzar en algún punto, puedes repasar algún pasaje específico, o alguna serie de acordes o alguna técnica que te esté costando trabajo. También puedes completar esto retos por diversión o por el simple hecho de vencerlos.

Para ser un buen guitarrista, necesitas tener más que un amplio dominio de la mecánica de la interpretación; y no voy a hablar en esta reseña de las virtudes y defectos que Rocksmith tiene como curso de guitarra. Lo único que diré al respecto es que sí puedes aprender a “agarrar” una guitarra y sacarle sonido si nunca lo habías hecho antes; y que como herramienta para practicar resulta bastante buena. Por el otro lado, sí está muy divertido. Es retador, la curva de aprendizaje es buena, las recompensas son muy motivadoras y todo esto mientras rockeas. Ocho punto cinco.

“I don’t give a fuck if you boo, as long as you boo in key…”
-Jimi Hendrix