Los Editores – Frío Olímpico

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Todo en la vida es un juego. Diario nos levantamos y, de cierta manera, competimos en diversos aspectos cotidianos por la supervivencia, inmersos en una sociedad contemporánea en la que la ley del más fuerte es la que impera. Quizá por ello nos gusta ser espectadores de los deportes. Tenemos dentro un espíritu competitivo que con ansias busca los sentimientos que provoca el ganar o perder, aunque no estemos directamente involucrados. El vencer a nuestros amigos en una partida o conquistar las tablas de líderes con nuestras puntuaciones son momentos que nos generan el sentimiento de triunfo; quizá también por esto disfrutamos tanto los videojuegos.

No soy de las personas que como espectador disfruten de los deportes, por lo general prefiero invertir mi tiempo libre en los videojuegos, la convivencia en familia u otras formas de esparcimiento. Pero, cuando el fuego olímpico comienza a arder, las cosas cambian: mi atención, como la de muchas personas, se centra en los eventos deportivos que cada dos años se celebran en distintas ciudades alrededor del mundo. En especial, disfruto los juegos olímpicos invernales pues, a mi parecer, incluyen disciplinas emocionantes que se disfrutan especialmente como espectador.

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Lo que más disfruto de la temporada en que se celebran los juegos olímpicos es conocer más sobre un país. Aprovechando que todo el mundo tiene puesta la mirada sobre una ciudad en específico, desde su inauguración hasta su clausura, diario conocemos más de los países anfitriones: sus costumbres, tradiciones, modos de vida, arte, paisajes, cultura. Como personas, no hay pretexto: siempre deberíamos cultivarnos y conocer de todo un poco, pero a veces necesitamos un pretexto, como este tipo de eventos, para saber algo más de los demás y para que el espíritu de curiosidad en nuestro interior comience a investigar mucho más de un tema.

El centro de los eventos olímpicos por supuesto está en las competencias, en las que podemos ver de lo qué tan capaz es el ser humano cuando se fija una meta. Bajar intrincadas montañas a toda velocidad, patinar más rápido de lo que pudiéramos imaginar, combinar de forma armoniosa la música con una rutina de patinaje bien ejecutada que nos deje boquiabiertos y con una sensación de emoción estética que nos recorre el cuerpo. Todo eso y mucho más podemos apreciar en las competencias: vemos cómo se materializan los sueños al ganar una medalla que corona el esfuerzo de años de trabajo que se resumen en minutos de gloria.

Además de lo anterior resulta agradable el sentimiento de unión mundial, pues no hay razas, colores ni fronteras, nos damos cuenta de que, independientemente de nuestra identidad, somos seres humanos que logran muchas cosas cuando nos lo proponemos.

Con el paso de los años, nos damos cuenta también de los avances de la humanidad: la tecnología cada vez influye más en los eventos deportivos; en cada nueva edición vemos ceremonias de inauguración y de clausura más sofisticadas. Mientras que, hace años, teníamos que hacer una cita con la TV para sintonizar las transmisiones, ahora desde nuestros dispositivos de bolsillo, podemos estar al pendiente de lo que sucede y seguir en vivo y en alta definición las competencias desde cualquier lugar; hecho que jamás hubiésemos imaginado hace una década. Cada cuatro años podemos hacer un comparativo respecto a la edición pasada de las competencias y darnos cuenta de la manera en que la sociedad ha avanzado (o quizá retrocedido) a pasos agigantados en muchos sentidos.

A final de cuentas, soy uno más de las miles de personas que sintonizan este tipo de eventos e, independientemente de lo negativo que pueda haber detrás de ello, apreciamos los sentimientos positivos del olimpismo, la cultura de los países sobre los que se vuelca la atención del mundo y la grandeza de la humanidad reflejada en los logros de los atletas.

Como videojugador, no puedo dejar pasar la ocasión para ambientar este tipo de eventos con los videojuegos. Me parece positivo el resultado de algunos videojuegos deportivos inspirados en este tipo de competencias y, lejos de que sean buenas o malas experiencias de gameplay, también disfruto este sentimiento festivo y la ambientación que ofrecen los juegos inspirados en las competencias olímpicas. Sí, soy de los que disfrutan los videojuegos de Mario & Sonic en los Juegos Olímpicos desde su primera edición. Reconozco que, sobre todo, está el placer de compartir la experiencia con otras personas en estos minijuegos deportivos, que nos hacen estar a tono con la época y la celebración de estos eventos.

Si llegaron a leer hasta esta línea, quizá también se enciende en ustedes la chispa olímpica cada dos años y, al igual que los videojuegos, disfrutan de este tipo de eventos por la razón que quieran. Me voy con Mario y Sonic a Sochi 2014.

¡Excelente semana comunidad!

Staff Atomix
Equipo de editores de Atomix.vg